Habitualmente se trata de infestaciones banales y de escaso riesgo para ellos y para sus propietarios, siempre que se mantengan a raya. En los cachorros pueden provocar diarreas y retrasos en el crecimiento, mientras que en los animales viejos o debilitados pueden agravar su debilidad y complicar alguna enfermedad preexistente. Sin embargo, en la mayoría de animales adultos y sanos parecen no provocar ningún daño apreciable, ya que un sistema inmunitario sano es capaz de contenerlos.
Ahora bien, si su número crece excesivamente, pueden provocar complicaciones. Por un lado, interfieren en la absorción de nutrientes en el tubo digestivo, donde además provocan irritación y lesiones en la mucosa. Entonces el animal presenta una serie de síntomas relativamente inespecíficos y bastante típicos de una parasitación: pelo mate, anemia, adelgazamiento, cansancio y a menudo diarreas insidiosas o trastornos de la fertilidad. Asimismo, sobrecargan el sistema inmunitario, que ha de concentrar sus esfuerzos contra los parásitos, dejando al animal más desprotegido frente a otras infecciones: no es raro que un perro parasitado sufra además alguna infección bacteriana o vírica.
La mayoría de especies parásitas de los animales domésticos se reproducen mediante huevos que el animal hospedador eliminará en sus heces. Se trata de huevos microscópicos y muy resistentes a las condiciones climatológicas, que quedan en el medio ambiente, ya sea urbano o rural. Los animales domésticos se contagian ingiriendo esos huevos al consumir o lamer cualquier alimento o residuo contaminado que se encuentren en su camino. Así, la carga parasitaria de los animales domésticos tiende a aumentar porque, tarde o temprano, un animal se reinfestará por esta vía. Por eso es recomendable desparasitarlos periódicamente, por ejemplo tres o cuatro veces al año.
En el mercado español existen diversos productos antiparasitarios, con distintos principios activos y con diferentes vías de administración. Los más habituales se presentan en forma de comprimido, solución o pasta oral. La elección de una presentación u otra dependerá de varios factores. En general, los comprimidos son más fáciles de dosificar y se comercializan con diferentes concentraciones de principio activo, en función de la especie, la edad y el tamaño del animal. Sin embargo, a veces algunos animales no toleran su sabor y admiten mejor las pastas o las suspensiones. Los gatos, por ejemplo, son muy selectivos con el sabor de todo lo que comen, por eso no es raro que rechacen cualquier medicación oral. En ese caso, es probable que el veterinario recomiende un tratamiento en spot-on: una solución que se aplica sobre la piel para que se absorba, y que tiene una muy buena tolerancia y eficacia terapéutica.