Para celebrarlo, vamos a seguir el viaje. Voy a aprovechar que muchos de ustedes están de buen humor (y no es para menos) (a los que no han tenido suerte en esta convocatoria les pido que, si pueden, sigan jugando con los consejos que les di o que piensen que el mundo de las becas no empieza y acaba en Erasmus, hay vida fuera de él) para llevarles a un sitio más exótico de lo que en un primer golpe les suele gustar, pero que acaba siendo de esos sitios tan populares que pasa de ser una plaza que no quiere nadie a una que se lleva uno de los cinco con más méritos. Nos vamos a Rumania, el noveno país de mayor tamaño de la Unión Europea, de los veintiocho, y que, como muchos otros de los países del bloque del este, está creciendo que es una barbaridad, que diría una castizo. Pero ya que estamos hablando del bloque, y relacionado con algo de lo que hablamos hace relativamente poco, vamos a meternos en otro de esos capítulos de la rica historia europea contemporánea. Y es que en Rumania encontramos uno de esos excéntricos dirigentes del ajetreado siglo XX: Nicolae Ceaucescu.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Rumania quedó bajo la esfera de la Unión Soviética y desde la década de los cuarenta se sucedieron los mandamases comunistas hasta que en 1967 se aupó a él nuestro protagonista. A partir de aquí la historia les va a sonar: este señor criticó las políticas soviéticas (la invasión de Checoslovaquia concretamente), lo que le valió el favor de lo que llamamos Occidente, mientras que a la chita callando, fue montándose su chiringuito en casa, basando su política en adorar al amado líder (y su esposa, a la que por cierto se la encumbró a los altares), dejando un sinfín de muertos inocentes tras de sí, que no estaban por la labor. Cuando Occidente empezó a sospechar, ya era tarde. En diciembre de 1989, durante uno de sus discursos, al pueblo se le inflaron las narices y el día de Navidad de 1989 él, y con él su esposa, fue condenado en un juicio, o algo que llamaron así, a muerte. Ambos fueron ejecutados por un pelotón de fusilamiento; todo muy siglo XX. Todo esto, retransmitido por la televisión, como un Gran Hermano de los ochenta. Repito, 1989, o sea anteayer. Pase el tiempo que pase, este señor dejó una capital, que no es donde vamos a viajar, claro símbolo de su amor por sí mismo, con un sinfín de megaconstrucciones (programón), entre ellas el edificio más grande de Europa y segundo del mundo: el Palacio del Pueblo. Una monstruosidad en la que entraremos cuando corresponda (aunque les dejo que se informen).
Explicado de dónde viene Rumania para que vean lo bien que está ahora, vamos a empezar por un destino muy universitario, que es un poco nuestro rollo. Aunque ahora mismo solamente es elegible para los estudiantes de Valencia, quiero que conozcan Cluj-Napoca, que está equidistante (kilómetro arriba, kilómetro abajo) entre la capital rumana Bucarest, y la húngara Budapest (si no lo digo reviento, y no solamente porque sea gracioso este dato, sino por la influencia del pueblo húngaro en la ciudad). Cluj-Napoca es la segunda ciudad más grande de Rumania, pero no es que estemos hablando de Londres: son 300.000 habitantes. 80.000 de ellos son estudiantes, pues entre otras cosas es la sede de la mayor universidad rumana, aunque en esta ocasión no es la nuestra. La moderna Universidad de Medicina y Farmacia de Iuliu Haţieganu es la que les acogerá, Universidad sin la historia de otros centros europeos que ya hemos visitado, pero con la inconfundible ventaja de la modernidad que ofrece el que fuese construida como tal en 1990 (tiene antecesores a lo largo del siglo). Los veintiún departamentos de la Facultad, bien podrían ser los de cualquiera de nuestras facultades, hasta el punto que la investigación es uno de los motores de la economía de Cluj-Napoca (¿clujiana?). ¡Qué maravilla hablar de la investigación como parte importante de la economía! Solo esto ya sería suficiente razón para pelear por Cluj-Napoca, pero por si quieren más es destino de habla inglesa (lo más demandado) y permite cursar materias en ese idioma. Aunque el uso del inglés está extendido, estudiar rumano nunca está de más. Al contrario de lo que muchos piensan, el rumano es primo hermano del castellano, es decir es una lengua romance: una mezcla (mezcla al oído, entiéndanme) entre el italiano y el francés, así que si ponen interés, que seguro que sí, podrán aprenderlo y, quién sabe si en un futuro será lo que les diferencie de otros farmacéuticos. En cualquier caso, sumar siempre es útil.
Si entramos en otras ventajitas de las que nos gustan, Rumania en general, pero Cluj-Napoca en particular, es un lugar barato para hacer un Erasmus. Ahora que la dotación económica de la beca está tiritando y que las trabas para lograrla son cada vez más peliagudas (de aquí a los doce trabajos de Hércules van dos calentones de Wert), poder vivir en Europa con entre 300 y 500 € al mes es una bendición. Las universidades clujianas (me la juego) gestionan normalmente la residencia, que raramente superará los 80 € (digo €, pero allí no pagan en euros; pagan en Leu, y me abstengo de decir que pagan en leuros, que me cierran la sección), aunque pueden encontrar cosas más asequibles. Siempre tienen la opción de buscar un piso, más caro, y más arriesgado.
Como farmacéutico les tengo que hablar del Jardín Botánico. Porque la Botánica, les guste o no, está íntimamente relacionada con la Farmacia y es históricamente una ciencia muy afín a la nuestra. Está a punto de cumplir un siglo y aunque no depende de nuestra universidad sino de la grande, tiene unas colecciones interesantísimas. No pueden dejar de ir, o al menos, si va a visitarles algún familiar boticario, que la endogamia de nuestro gremio es, cuando menos, probable, llévenle. Si en cambio lo que les visita es un amigo, háblenle del Janis, donde acabarán muchas, o todas, las noches. Es de esos sitios que los Erasmus en particular, aunque los numerosos estudiantes en general, con tiempo para salir día tras día, han encumbrado. Bajen las tropecientas escaleras que, en esa ocasión, no conducen precisamente a ningún infierno.
Rumania ha salido de los problemas de anteayer con unos bríos que merece la pena que empecemos también a mirar hacia allí con ojos golosones. Aprovechen ahora que todavía no está tan de moda, que luego podrán decir eso tan español y que tanto nos gusta: te lo dije.