Castillo es un estudiante Erasmus que este mes de febrero se ha marchado a estudiar Historia a Verona, en Italia. Tiene 80 años. Su historia ha dado la vuelta por todos los medios de comunicación, a los que Castillo ha atendido pacientemente con la normalidad de una estrella de cine. Lo bonito no es que este notario jubilado esté estudiando una carrera con 80 años, que sí, ni que haya decidido irse a la ciudad de Romeo y Julieta, que también, ¡si no que lo ve como algo normal! Por lo que ha contado en su tournée mediática va a pasar unos primeros días en una residencia mientras busca un piso para pasar su estancia. ¡Es puro Erasmus su planteamiento! Castillo, de paso, ha batido el récord de la italiana Gloria Coco (un récord no registrado, todo sea dicho) que ha pasado cuatro meses en la Universidad de Tarragona con 79 años. Evidentemente a mí me parece fenomenal; que haga el Erasmus todo el que pueda, quiera, sepa y se atreva, pero es verdad que ambos estudiantes están más cerca de la edad de nuestra Mamma que de la de la media.
Ya les digo que yo hoy quería ir a Verona, porque pocos cuentos Erasmus me han gustado tanto como este últimamente, pero no hay opciones para estudiar Farmacia allí. Podíamos haber ido a algún sitio cercano, como una de mis múltiples malas excusas, pero he encontrado una relación todavía más rocambolesca: la de los cuentos. Y nos vamos a ir a una ciudad de cuento y de cuento grande, como el de Miguel Castillo.
Viena (y esto creo que lo saben todos) es la capital de Austria y el epicentro de la educación en el país. Además de la Universidad de Viena, que en nuestro caso pueden solicitar solamente los estudiantes de Farmacia de Barcelona, hay otros nueve centros o escuelas universitarias en la ciudad. Entre los casi dos millones de habitantes de la capital (una cuarta parte de los que tiene el país) hay más de 200.000 estudiantes. Por ejemplo, en «nuestra» universidad más del 25% son extranjeros (no tiene por qué ser Erasmus). A pesar del amplio número de estudiantes internacionales en la Universidad de Viena (y en un buen número de universidades austriacas) las clases solamente se imparten en alemán. Se exige nivel C1 (que ya es) para las asignaturas del Grado, que en el caso austriaco dura tres años. Después hay másteres de dos años; en la rama de Farmacia la universidad oferta dos, uno en alemán, más general, y otro sobre investigación en inglés. Eso sí, si se ven un poco peladitos de idioma no tengan miedo, porque mientras van engrasando la máquina se pueden mover por la ciudad sin muchos problema. Austria, o mejor dicho los austriacos, son de los europeos con mejor nivel de inglés entre los que no lo usan como lengua materna, claro está.
Llegar desde Barcelona a Viena es fácil. Hay varias compañías que ofrecen viajes por unos 100 euros ida y vuelta. Pero es que además Viena tiene la doble ventaja de estar cerca de muchas cosas. Digo que es doble porque hay ciudades muy baratas cerca, como Bratislava (a menos de 60 kilómetros) y si son hábiles buscando vuelos se podrán ahorrar algo de dinero, aunque tardarán más en llegar a casa. Pero sobre todo lo digo por los viajes. A unos 250 kilómetros, a dos horas en coche, tienen entretenimiento en todas las direcciones. Praga y Cracovia al norte, Budapest al este, Salzburgo y un poco más allá Munich al oeste y Zagreb y Trieste al sur, por citar algunas. Solo con que se estudien los cuatro puntos cardinales ya habrán (bien) empleado la beca y la estancia en Viena. Ahora bien, independientemente de los viajes, resérvense tiempo para conocer una ciudad que tiene mucha miga. No sé qué es lo primero que se les viene a la cabeza cuando piensan en Viena; supongo que para muchos es la ciudad que sale en la televisión el 1 de enero de todos los años. Ir al Wiener Musikverein es una obligación, aunque no lo hagan el primer día del año y no estén ni Muti ni Dudamel (les confieso que llevo apuntado muchos años en el sorteo de entradas para el concierto de año nuevo de la Filarmónica y no ha habido manera nunca). Pero Viena no es solo la capital de la música clásica porque todo el mundo mire hacia ella un día al año. La ciudad tiene en su cartelera funciones diarias en tres teatros de óperas, diversas orquestas de excelencia, como los filarmónicas o sinfónicas y numerosos museos y fundaciones musicales para los visitantes. Además, hay muchos estudiantes que cada año viajan a Viena para formarse en este arte.
Pero Viena es además la ciudad de los palacios, muy conocidos gracias al cine y a Romy Schneider, que dio vida en la gran pantalla a Isabel de Baviera, a Sissí. La Emperatriz alcanzó tal fama que tiene hasta un «Sissí ticket» que te lleva por los lugares vieneses que más frecuentaba la princesa. Los jardines del palacio de Schönbrunn (para los que no tengan el C1 «fuente bonita») son un espectáculo que no pueden dejar de ver, porque tienen de todo. Ya que estamos hablando de palacios, vayamos al tema del alojamiento. Porque descartamos absolutamente que ustedes vayan a ocupar uno de ellos (ocupar quizá sí, pero no alquilar). Viena es la ciudad europea con mayor calidad de vida, según un estudio que mide diversos factores. Esto se traduce inequívocamente en que no es la más barata. La mejor opción en este caso, según me cuentan, son las residencias. Hay muchas que están bien, además de las que ofrece la universidad. Hay varias webs donde pueden gestionar su habitación (aquí o aquí, por ejemplo), pero yo les tengo que recomendar Haus Erasmus (para los que no tengan el C1 «Casa Erasmus»), aunque solo sea por ese nombre. Ubicada en el distrito 7 (los barrios se dividen por números) y abierta en 1994 está a dos minutos del metro y esto ya es garantía de estar cerca de todos. Pero hay otras muchas residencias que están bien. El precio supera los 350 euros para las habitaciones individuales; las dobles son más económicas.
En cualquier caso siempre pueden ir en bicicleta por la ciudad (yo lo hice así) porque el carril bici es el otro rey de Viena (ya ven que hay bastantes reyes en esta casa). Pueden, por ejemplo, bordear todo el Danubio. Tanto que como se despisten, y según en qué dirección vayan, pueden acabar en Alemania o en Budapest. En Viena el servicio de bicicletas es gratis durante la primera hora (después un euro la segunda y dos la tercera), así que salvo que acaben en Budapest el servicio es gratis y es todo un detalle en una ciudad que no es barata (aquí pueden ver cómo coger las bicicletas municipales).
Hay más imperdibles, sobre todo para los amantes de la arquitectura. Son muchos los edificios que se deben visitar, además de los palacios, la ópera, las iglesias o la maravillosa Escuela Española de Equitación (visítenla y con espectáculo mejor), aunque por diferente les quiero invitar a que caminen por la zona de Leopoldstadt, considerado el barrio moderno de la ciudad, y se dejen caer hasta la casa Hundertwasser que rompe completamente con el regio corte imperial de buena parte de la ciudad. No les cuento más, les dejo que la vean y se pierdan en su originalidad y en sus colores.
No digo yo que Manuel no vaya a estar bien en Verona, que seguro que sí. Pero un héroe en esto del Erasmus, un príncipe de cuento, se merecía una ciudad más imperial. Ustedes todavía están a tiempo; tienen al menos hasta los 80.