Las grandes ciudades (I)

Existe un debate entre aquellos que se van a ir de Erasmus en torno al tamaño de la ciudad a elegir. Independientemente del país, el idioma y lo que vayan a cursar en su estancia europea, la primera pregunta que tienen que hacerse es: ¿Ciudad grande o ciudad pequeña?

No hay un sitio mágico y feliz (salvo aquel al que al final vaya cada uno); todos tienen ventajas y desventajas que se deben valorar con mimo. No es cuestión de compararlas hoy aquí, pues pretendo que me lean algún día más, así que hoy sólo les hablaré de las grandes ciudades europeas en las que pueden pasar su año Erasmus, y de sus ventajas. Sin duda una de las principales es el hecho inequívoco que, a más ciudad más entretenimiento, pues cuanto menos se conoce más se puede llegar a saber; la oferta cultural de las grandes ciudades suele ser más amplía. En el aspecto económico, podríamos destacar que las ciudades grandes suelen tener aeropuertos en concordancia, y las compañías de bajo coste suelen buscarse las castañas para poder viajar hasta allí. Además, el transporte público suele estar preparado para aguantar carros, carretas y gentíos a mansalva, y te lleva de aquí para allá en un santiamén. Por último, en el aspecto educativo, las facultades de farmacia de muchas de las grandes ciudades europeas tienen mucho nombre, y muchos más medios, sobre todo en países donde se mima mucho a la capital, que en ciudades más pequeñas.

Podrán quejarse de que omito las desventajas, pero tienen ya ustedes edad para calibrarlas y ver el vaso que yo veo medio lleno algo más vacío de como se lo vendo. Aun así, veamos algunas de esas grandes ciudades con más detalle, a ver si pican.

 

París

A decir verdad me siento insignificante hablando de París. Un diminuto ser, y encima de mi calaña, no debería expresar juicios sobre lugares como ése, pero en fin, trataré al menos de informar. Si digo que París es la ciudad más bonita de este mundo, y seguramente de otros (que San Sebastián me perdone), no creo que esté exagerando, aunque imagino que muchos de ustedes la conocen ya. Hablar de su oferta cultural, que más que tener muchos museos, que los tiene, es un museo abierto en sí misma, sería quedarme corto, pues no haría justicia al movimiento que ofrece París a aquellos que la viven día, noche, invierno, verano y fiestas de guardar. Explicarles que pintores, escritores, escultores o directores de distintas épocas históricas han encontrado en el margen izquierdo del Sena a su mayor musa no es descubrirles el secreto de la coca-cola.

Visto así, sólo puedo hablarles de las universidades. No sé ustedes, pero yo cuando oigo París y universidad se me vienen a la cabeza las manifestaciones en pantalones de campana y jersey de cuello vuelto de mayo del 68, pero no es eso lo que van a encontrarse allí; ya no quedan barricadas y los soñadores ya no confunden el desencanto con la realidad. Ahora la universidad de París no es la que era, y la mítica Universidad de París se ha dividido en trece instituciones diferentes, aunque dirigidas por un solo rectorado. De estas trece, la 5, Paris Descartes, y la 11, Paris-Sud, ofrecen cobijo a estudiantes de farmacia. La primera (http://www.pharmacie.univ-paris5.fr/) se encuentra en un enclave absolutamente fantástico, a medio camino de casi todo; en el distrito VI, de los veinte en los que se divide la capital francesa. Sólo para que se hagan a la idea, la facultad se encuentra cerca de la legendaria Sorbona, a escasos cincuenta metros del palacio de Luxemburgo, sede del Senado francés, y a pocas manzanas de la isla de Nôtre Dame (donde los turistas han colonizado hasta al jorobado). Es tan tentador todo lo que hay que visitar, que estoy por no recomendarles este destino, pues ir a clase en estas circunstancias se me antoja prácticamente imposible. Es más, si son de esos estudiantes que se dejan seducir por cualquier buen plan, o sea como yo, no vayan, no les va a cundir académicamente la estancia. Esto no es como vencer la tentación de una triste partida de mus. No señores; son palabras mayores.

Un poco más alejada del centro, dicho diplomáticamente, se encuentra Paris-Sud (http://www.u-psud.fr). Los más avispadillos ya habrían llegado a esta conclusión con leer el nombre, pero como dice Benedetti, y yo no suelo contradecirle, el sur también existe. Presenta la ventaja de tener una mayor oferta de movilidad para estudiantes extranjeros, sobre todo en nuestro campo, que la céntrica Paris Descartes, con lo que estarán muy bien acompañados de boticarios de todos los puntos de España y de Europa. Además, trabaja con varios hospitales de la zona, y alguno más céntrico, desde hace ya bastantes años, por lo que su elección como centro para realizar las prácticas tuteladas no es ni mucho menos desdeñable. Saben tratar a alumnos y saben qué tareas mandarles, de manera que no les utilizarán de chicos de los recados como pasa en lugares con poca experiencia en recibir alumnos, aunque el tema de las prácticas lo trataremos al milímetro en un futuro más o menos próximo.

 

Roma

Hablar de Roma no es mucho más fácil; no en vano es la primera gran ciudad de la historia, y este artículo va de eso. Roma es una gran metrópoli desde que el mundo es mundo, es eterna, si me permiten un juego de palabras facilísimo. Su patrimonio histórico escapa de lo imaginable, sobre todo en un mundo como el de ahora, en el que todo se destruye. Roma conserva restos que sobrepasan los dos mil años de antigüedad, tan intactos que parece que las togas y las coronas de laurel se les hubiesen caído ayer por la tarde. No hay piedra que no esté catalogada y estudiada. Si les gusta visitar iglesias, Roma es su destino, hay tantas como chiringuitos en la costa del Mediterráneo, vamos, una detrás de otra. Pero eso no es todo. Los monumentos se suceden unos a otros, sin que uno pueda acabar de asimilar lo que está viendo; de una edificación romana de hace tropecientos siglos pasamos a un espantoso homenaje al primer rey de la Italia unificada sin pestañear. Por supuesto, no dejen de ver la imprescindible Fontana di Trevi, la Ciudad del Vaticano o el regalo que nos hicieron desde el país transalpino, dando el nombre de Plaza de España a una de sus escalinatas más famosas. Son tantas cosas que no alcanzo a contárselas en estas líneas.

Pero Roma no sólo vive del pasado. Es una ciudad que se mueve y mucho. Italia ama la moda, y sin llegar a tener el peso de Milán, tiene una oferta comercial amplísima. Una de las calles más caras del mundo para comprar ropa. En competencia con otras famosas millas de oro de la moda, como la Quinta Avenida de Nueva York o la Rue du Faubourg Saint-Honoré de París (otra cosa buena), encontramos la Via Condotti, donde los porteros, las marcas y el lujo se mezclan con ese especial gusto de los italianos. El café en Italia es una delicia y una obligación a partes iguales y son numerosísimas las cafeterías donde poder degustar un buen café. Ellos lo toman solo y en versión chupito, de un trago, pero si lo que quieren es acompañarlo de una buena conversación, lo mejor es perderse por el Trastevere, el barrio bohemio de la ciudad.

Aunque toca volver a lo nuestro, que son las universidades, porque podría estar hablándoles de las maravillas de Roma horas y horas. El campus de la Sapienza (http://www.farmacia.uniroma1.it/) se encuentra próximo a la estación principal de trenes de Roma, Termini, desde la que se llega a todos los puntos de Italia y al aeropuerto. Recientemente, la facultad se ha unido a la de medicina, conformando una única facultad que trata de fomentar las estancias de sus alumnos en laboratorios del extranjero, y pretende acoger estudiantes interesados en el campo de la investigación. Ha potenciado mucho esta parte del programa, y sus instalaciones para este fin son francamente buenas. Esto no quiere decir que hayan descuidado las otras opciones. Tanto el hospital, cercano a la universidad y donde se pueden realizar las prácticas tuteladas, como la facultad, donde se imparten todas las materias troncales de nuestras facultades, siguen siendo una magnífica opción.

Algún otro día les hablaré de las ciudades pequeñas y sus beneficios, pero de momento que vaya calando hondo en ustedes aquello de mejor caballo grande, ande o no ande.