La planta que cura y tortura

El aceite de ricino, como otras plantas o sustancias de origen animal con fines curativos, se viene usando desde la antigüedad, remontándonos al Paleolítico; es lo que hoy conocemos como medicina primitiva. De esta manera se demuestra que en toda civilización, desde los sumerios en Mesopotamia a la actual, ha habido personas que han buscado remedios frente a las enfermedades.

La planta que cura y tortura
La planta que cura y tortura

Las plantas son empleadas como medicamentos o remedios contra enfermedades ya en la antigua Mesopotamia, tal como nos muestran sus tablillas de recetas medicinales. Las primeras que aparecen son el tomillo, la casia y la adormidera.
Respecto a la que vamos a tratar, el aceite de ricino, lo encontramos mencionado desde la antigüedad, en la cual según conocemos se usaba como laxante y sustancia abortiva. Lo encontramos referenciado en la segunda década del siglo pasado en Italia, en donde los Fasci di Combattimento empleaban el ricino para purgar e intimidar a los socialistas,; ya que en dosis elevadas provoca náuseas, vómitos, cólicos y diarreas, que en aquella época podían provocar graves daños físicos, incluso llegar a la muerte.
España copia este método de castigo en la represión política de los años 30 y 40 en la que se le da un uso habitual. La desaparición del uso de esta planta como correctivo se produce con la llegada de la democracia y su consecuente cambio en la forma de entender la lucha política. Aunque también su ubicación es relegada a las herboristerías y con ello se realiza un mayor control de la adquisición y uso de esta planta.
La planta denominada Ricinus communi, en concreto sus semillas, es de donde se extrae el aceite de ricino. Estas raíces contienen entre un 50 y 80% de ácido ricinoleico. Entre sus propiedades encontramos que es antioxidante, hidratante y principalmente laxante, es un tipo de laxante de contacto. Su mecanismo de acción consiste en estimular la secreción intestinal de agua y electrolitos afectando así a la motilidad intestinal. El aceite de ricino se utiliza para el vaciado gastrointestinal en prerradiografía o preoperatorio y también en intoxicaciones por alimentos, ya que cursan con una acción rápida y agresiva.
Su uso está contraindicado en cualquier patología del tubo digestivo y hay que tener cierta precaución, sobre todo con los niños menores de 5 años, ancianos y diabéticos; y en caso de mujer lactante hay que evitarlo totalmente. Sus interacciones son peligrosas, ya que la ingesta potencia el efecto de la quinidina, aumentando con ello el riesgo de padecer arritmias, y el efecto de los digitálicos; también produce una importante pérdida de niveles de potasio y disminuye los niveles séricos de indometacina. Como ya hemos mencionado anteriormente, sus principales reacciones adversas son diarreas, espasmo abdominal, dolor abdominal, dependencia física y desequilibrio electrolítico. En situación de sobredosis se deberá utilizar la papaína como antídoto.

Laxantes
En la actualidad el uso de laxantes esta muy extendido, ya que el estreñimiento es una patología muy frecuente, normalmente idiopática, es decir no se puede identificar la causa, aunque probablemente sea la falta de aporte de fibra en la dieta. Por este motivo, la primera prescripción suele recomendar un incremento en la ingesta de fibra conjuntamente con el aumento de líquidos. En caso de no obtener los resultados requeridos se pasará a los laxantes, que son preparados farmacéuticos que favorecen las deposiciones.
Los primeros laxantes a utilizar son los formadores de masa y los osmóticos. Este primero, los formadores de masa, produce un aumento del bolo fecal, ya que actúa absorbiendo el agua, debido a estas sustancias hidrófilas que son polisacáridos. Este aumento de volumen estimula el peristaltismo y con ello los reflejos fecales favoreciendo la salida del bolo fecal. Dentro de este grupo los más utilizados son la metilcelulosa y las semillas de Plantago ovata; administrados vía oral y para aquellas situaciones en las que el paciente no pueda realizar esfuerzos excesivos como puede ser en caso de hemorroides, colon irritable, postparto, etc. Su efecto tiene lugar días después de la administración; por tanto, no son aptos para las situaciones en las que se precisa un vaciado rápido. Es uno de los métodos más seguros y recomendados, ya que tiene además mínimos efectos secundarios.
Los laxantes osmóticos están formados por sustancias poco absorbibles en el tubo digestivo y su mecanismo de acción está basado en la atracción de agua a la luz intestinal mediante procesos osmóticos, produciendo así un aumento de la masa fecal, disminución de la consistencia de esta, y con ello provocar la estimulación del peristaltismo. Hay diferentes tipos de laxantes osmóticos. En primer lugar encontramos los salinos (hidróxido de magnesio, fosfatos, sulfato magnésico...) indicados para el tratamiento sintomático y temporal del estreñimiento ocasional. Encontramos también los hipermolares (lactulosa, lactitol, manitol, sorbitol...) que son metabolizados en el colon por las bacterias comensales, formándose ácidos de cadena corta que provocan una acidificación del medio, estimulando así la pared intestinal. La administración de estos dos tipos de laxantes osmóticos puede realizarse tanto por vía oral como por enemas.
El siguiente tipo de laxantes son los lubrificantes o suavizantes, también utilizados en la actualidad, pero con ellos se debe tener mayor precaución en caso de embarazo o lactancia, ya que pueden provocar daño fetal. El mecanismo de acción de este tipo de laxantes consiste básicamente en la disminución de la consistencia del bolo fecal y su lubrificación para mejorar su salida.
Como último remedio utilizaríamos los laxantes de contacto, debido a que provocan irritabilidad en la mucosa intestinal. Dentro de este grupo podemos diferenciar entre derivados antraquinónicos (cáscara sagrada, sen, frágula, ruibarbo) formados por principios activos de tipo glúcosido, no absorbibles en el intestino delgado provocando así su hidrolización en el colon y dando lugar a unas moléculas que estimulan la función secretora y motora del mismo. También identificamos en este grupo los derivados polifenólicos (bisacodilo, picosulfato sódico y fenoftaleína), cuyo mecanismo de acción es similar a los antraquinónicos. Y el último de los laxantes de contacto que diferenciamos es el propio aceite de ricino, el cual ya hemos conocido.

Bibliografía
Jácome A. Historia de los Medicamentos. Academia Nacional de Medicina. 2003.
Levy M. Farmacología. Su historia y desarrollo. Editorial Ciencias Médicas. La Habana. 2002.
Vademecum Internacional (2012). Ed. UBM Medica.
Lorenzo P, Moreno A, Leza JC, Lizasoain I, Moro MA. Velázquez. Farmacología básica y clínica. Ed: Médica Panamericana (Madrid), Buenos Aires 17ª edición. 2004.

Destacados

Lo más leído