Tristemente me he acordado de Italia, y de la Umbria, donde, ya les he contado alguna que otra, estuve yo de Erasmus. El trágico triángulo que forman la tristemente famosa Amatrice, Arquata y Norcia (aunque el terremoto se notase en muchos más sitios) implica a tres regiones italianas, Lazio, Marche y Umbria. Esta última, cuya capital es Perugia, es una zona de especial conflictividad sísmica y una gran olvidada de Italia, a pesar de ser medio norteña. Pero en la Umbria hay un sentimiento regionalista que hace que sea no solo la región de la ciudad Perugia y sus calles empinadas, sino también de la remozada Asís y la Basílica de San Francisco, de Gubbio y sus fiestas y sus vinos, de Castiglione y su enorme lago Trasimeno, de Foligno, paradójica estación de referencia del tren de la región y de Norcia. Y ahora más que nunca de Norcia, y Amatrice y Arquata. Porque hay varias Italias, salvo en días como este. Y como Italia en general, pero Umbria en particular, fue y será siempre mi casa, mi humilde y escaso homenaje a los que se fueron por los funestos deseos de la tierra será volver a casa. A mi casa.
Camerino
Y muy cerca de toda la región de la que hablamos está Camerino, a la que también golpeó el terremoto, aunque solo causó daños materiales (fue la ciudad sin iglesias, según la prensa local). Camerino es un pueblo, porque no podemos llamarlo ciudad, incluso demasiado pequeño para tener universidad, pero la tiene (es un poco como lo de los aeropuertos en España, pero en versión transalpina). Es más, la localidad tiene unos 7.000 habitantes y la universidad 6.000 estudiantes. Pero el dato, no les voy a engañar, es un poco tramposo, porque hay varias sedes. Veterinaria, por ejemplo, está en la vecina Matelica. Farmacia sí que está en Camerino, pero para conocer (más) gente van a tener que hacer ronda por la zona. Porque toda la comarca, tanto Camerino como Matelica, tiene vidilla solo 9 meses al año; los que dura el curso. Nuestra facultad, aunque desconocida, quedó mejor colocada que centros de más renombre como Bolonia o Roma, entre los centros que ofrecen estudios de Farmacia. Ahora, no les quiero engañar, ni Camerino, ni su vecina, ni el pueblo de más allá, es Ibiza, ni Mikonos; no sé si me entienden. Pocholo Martínez Bordiú y su mochila nunca pasarán una temporada en Camerino. Dicho esto, la Facultad de Farmacia tiene 1.100 estudiantes, que no digo yo que les vayan a conocer a todos, pero como decía el chiste, si nos organizamos, pillamos todos.
Vivir en Camerino es barato. Más barato que en Madrid, pero menos que en una ciudad media española. Es decir, es caro para ser pueblo. La residencia, o mejor dicho las residencias, está por debajo de los 200 euros al mes, con internet, agua y luz incluidos en el precio. Hay seis en toda la localidad, no todas igual de buenas. No es una opinión mía, son cosas que me cuentan, pero si les cae una cosa llamada Mattei, no van a dormir en el Ritz. Sin embargo, en una de las dos sedes de Mattei está la mensa central, que para los que no estén familiarizados con el italiano, es el comedor. Y se come bien, a las horas que se come en Europa eso sí, que esto de los horarios ya lo hemos discutido más veces y somos libres, como el sol cuando amanece, pero los italianos no cenan a las diez de la noche. Apréndanlo, no les van a esperar. Les dan una tarjetilla, la recargan y comen. Cierra los fines de semana, que será cuando, paradójicamente, cocinen macarrones en casa. Los italianos que estudian toda la carrera en Camerino, los cuatro o cinco años, o lo que diga Bolonia, no suelen estar siempre en residencia. Muchos de ellos pasan allí el o los primeros años y luego se mudan a un piso en «el centro», aunque todo sea un poco el centro. Buscar piso desde aquí no es lo que era antes: se puede hacer a través de Internet, aunque hay riesgos claro. Llegar allí y buscar es otra opción, todo depende de la manga ancha que les den sus familias para correr riesgos y las ganas que tengan ustedes de asumirlos.
Llegar hasta Camerino es relativamente complejo. Es decir, no se sientan en Barajas o el Prat y llegan a Camerino, entre otras cosas porque mucho hace teniendo universidad. Sería demasiado española si además de universidad se hubiese construido su propio aeropuerto. Cerca, eso sí, están los de Bolonia o Perugia, con precios muy dispares (más barato el primero). El vuelo más económico será siempre a Roma, aunque luego tendrán que combinarlo con un autobús o la maravillosa red de trenes secundarios italianos, que recorren esa zona.
Es muy aconsejable viajar. Los pueblos de Marca, la región de Camerino, son preciosos. También los de la vecina Umbria, mi casa. En invierno, y a pesar de las malas carreteras, la nieve los tiñe de blanco y les da un encanto a sus medievales calles que hay que ver. Por ejemplo, antes de que lleguen las nieves, en Halloween, visiten Corinaldo, a 80 kilómetros de la que será su casa. Es fiesta grande en la región y llega a ser hasta agobiante, de toda la gente a la que se le ocurre la misma idea que yo les doy. Si gozan de más tiempo aún, y confío en que sabrán organizarse, desde Ancona, a 110 kilómetros de Camerino, salen ferris que van a sitios maravillosos. A Corfú, a Zadar, a Split. Yo, si les soy sincero, perdí ese tren, o mejor dicho ese barco, y está demasiado cerca para desperdiciar esa oportunidad. Y les aconsejo viajar, no porque Camerino, allí arriba, alzado sobre una montaña, no sea bonito, que lo es, sino porque se ve rápido.
En esas dos italias de las que hablamos siempre, Camerino es más norte que sur (paradójicamente, por el título de este artículo), dentro de que es Italia, y nada tiene que ver con la escuela sueca. Como escuela, aparte de la buena farmacéutica, será una gran escuela de italiano. Siempre será mejor no parapetarse entre los españoles y aprovechar la inmersión (lingüística) y traerse entre los recuerdos, los viajes, y los aprobados, un italiano muy decente. Porque de todos los sitios se sacan cosas buenas.