Defensas en invierno

Defensas en invierno

Cuando llega el invierno, los resfriados y las gripes son las enfermedades de origen vírico que afectan más frecuentemente al tracto respiratorio superior. Por su alta incidencia, se encuentran entre las consultas más frecuentes en la farmacia comunitaria.

Aunque ambas enfermedades son generalmente autorresolutivas, en algunos casos dan lugar a diversas complicaciones por sobreinfección bacteriana que pueden afectar a distintos tramos del aparato respiratorio y, en el caso de la gripe, originar además pericarditis o miocarditis o causar complicaciones de otras enfermedades crónicas. En el embarazo, el riesgo de complicaciones es siete veces mayor, sobre todo en el segundo y tercer trimestres, y puede influir en que el bebé nazca prematuro o con bajo peso.

Tanto el resfriado (o catarro común) como la gripe son muy contagiosos. El contacto directo con las personas infectadas a través de las manos y regiones cercanas a las vías respiratorias; la inhalación de las partículas expelidas al hablar, toser, estornudar o respirar (gotas de Flügge), y el contacto con objetos o superficies en los que se encuentren restos de secreciones de personas infectadas facilitan su transmisión.

Desgraciadamente, durante este año 2020 un nuevo virus, el coronavirus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, ha concurrido con estas infecciones habituales, golpeando al mundo con gran virulencia y nefastas consecuencias, y exigiendo protocolos extraordinarios dada la gravedad que pueden tener sus complicaciones en la infección aguda y también en el llamado «síndrome post-COVID» o «COVID de larga duración».

La mejor defensa: un buen sistema inmunitario
El cuerpo humano dispone de distintos mecanismos de defensa: por un lado, tenemos las barreras físicas como la piel, el vello corporal y las membranas mucosas, que ayudan a evitar la entrada al cuerpo de agentes externos; y por otro el sistema inmunitario, que es el principal mecanismo de defensa del cuerpo humano cuando las barreras físicas no son suficientes.

Como sabemos, el sistema inmunitario es un mecanismo complejo (constituido por células, órganos y tejidos intercomunicados y coordinados entre sí) capaz de identificar y eliminar a los agentes patógenos (infecciosos, alérgenos, contaminantes ambientales, toxinas de alimentos o células tumorales...), de reparar el daño causado por las agresiones externas, y de reconocer las células y tejidos del propio individuo.

El ataque inicial de patógenos pone en marcha el sistema inmunitario innato. Los mecanismos bioquímicos identifican rápidamente cualquier molécula «no propia» y destruyen y eliminan la amenaza a través de las células inmunitarias (como leucocitos neutrófilos, linfocitos citolíticos naturales [NK, o células asesinas naturales], macrófagos, etc.) y las citocinas (involucradas en células de señalización), para reparar luego cualquier daño. Los agentes invasores específicos, como los patógenos y moléculas extrañas, pueden activar funciones inmunitarias adaptativas más lentas que utilizan células T (que se originan en el timo) y B (que provienen de la médula ósea). Estas células reconocen antígenos específicos en el agente invasor y forman anticuerpos contra él, que permiten la identificación para el ataque de otras células inmunes o neutralizan al patógeno directamente1.

Su funcionamiento debe guardar un equilibrio, ya que un sistema inmunitario de baja reacción (es decir, un estado de inmunodeficiencia) da lugar a infecciones diversas por agentes externos, o incluso a procesos cancerígenos al no poder defenderse de agentes internos como las células tumorales. Por el contrario, una sobrerreacción del sistema inmunitario puede dar lugar a procesos autoinmunes causados por agentes internos (artritis, lupus, psoriasis, etc.) o a alergias debidas a la sobrerreacción ante agentes externos (pólenes, ácaros, pelo de animales, medicamentos...) y, como se ha visto en el caso de la COVID-19, ante una respuesta inflamatoria sistémica se puede producir la llamada «tormenta de citoquinas»2, donde ciertas células del sistema inmunitario actúan más allá de la zona de infección y comienzan a atacar tejidos sanos.

Hay una gran cantidad de datos que muestran el papel que desempeña el buen estado del sistema inmunitario en la prevención de enfermedades y especialmente en infecciones respiratorias víricas, como resfriados y gripes, y la importancia de mantener un buen estado inmunitario.

Nutrición y sistema inmunitario
Se sabe que el estado nutricional está estrechamente relacionado con la inmunidad y con el riesgo y gravedad de infecciones en general. Una buena nutrición es esencial para el desarrollo y la preservación del sistema inmunitario, por lo que cualquier desequilibrio nutricional afecta a su funcionamiento e integridad3.

Las vitaminas son componentes esenciales de nuestra dieta, fundamentales para el funcionamiento del sistema inmunitario. Se ha establecido que el sistema inmunitario complejo e integrado necesita múltiples micronutrientes específicos, incluidas las vitaminas (A, D, C, E, B6 y B12, ácido fólico) y minerales (zinc, hierro, cobre, selenio), que desempeñan funciones capitales y a menudo sinérgicas en cada etapa de la respuesta inmune. Es esencial que estos micronutrientes se encuentren en las cantidades adecuadas. Sin embargo, por diversas razones, no siempre la ingesta diaria de micronutrientes es la adecuada para cubrir todas las necesidades, y también se dan distintas condiciones en que la cantidad necesaria para apoyar la función inmunológica puede ser más alta que la cantidad diaria recomendada. Por ejemplo, en caso de infección, estrés o si el individuo está sometido constantemente a la contaminación ambiental, las reservas de nuestro cuerpo pueden verse reducidas. También se sabe que incluso una deficiencia marginal de varios micronutrientes puede afectar a la inmunidad. Aunque es un tema controvertido, la evidencia aportada por diferentes estudios revela que la suplementación con múltiples micronutrientes con funciones de apoyo inmunitario puede modular la función inmunológica y reducir el riesgo de infección1.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) recoge entre las declaraciones de propiedades saludables que algunas vitaminas (A, vitaminas del grupo B, C y D, entre otras) o minerales (cobre, hierro, selenio, zinc...) contribuyen al correcto funcionamiento del sistema inmunitario. En la tabla 1 se describen la actividad y los valores de referencia de nutrientes (VRN) de los principales micronutrientes implicados en el buen funcionamiento del sistema inmunitario.

Fitoterapia y sistema inmunitario
Existe una amplia variedad de especies vegetales que han mostrado en diversos estudios propiedades inmunomoduladoras. Estas plantas cuentan con ingredientes funcionales con diversos modos de acción, que incluyen el refuerzo del funcionamiento del sistema inmunitario, la activación y supresión de células inmunitarias especializadas, y la interferencia en varias vías que pueden conducir a una mejora en las respuestas inmunes y el sistema de defensa. Además, algunas de estas especies vegetales tienen actividades antiinflamatorias y de eliminación de radicales libres que también resultan útiles en la lucha contra los patógenos15.

Aunque existe una gran variedad de plantas que pueden influir en el sistema inmunitario, entre las especies vegetales más estudiadas se encuentran las equináceas (Echinacea purpurea, E. pallida, E. angustifolia), el pelargonio (Pelargonium sidoides. P. reniforme), el eleuterococo (Eleutherococcus senticosus) y andrografis (Andrographis paniculata). En la tabla 2 se describe la actividad de estas plantas y sus indicaciones según las monografías o los ensayos clínicos publicados.

Probióticos y sistema inmunitario
Los efectos benéficos de los probióticos van más allá de su acción sobre el intestino, ya que también pueden modular la respuesta inmunológica sistémica. Diversos estudios indican que los probióticos participan localmente en la regulación del sistema inmunitario a través de su interacción con el tejido linfoide asociado al intestino (GALT), que contiene alrededor del 70% de las células del sistema inmunitario. Por otra parte, el GALT tiene un papel muy importante en el reconocimiento de la flora inocua y en la discriminación de la flora nociva25.

Los mecanismos por los que distintas cepas probióticas (Lactobacillus fermentum, L. casei, L. casei Shirota, L. paracasei, L. rhamnosus GG, L. plantarum, Bifidobacterium longum y B. animalis) ejercen un efecto inmunitario beneficioso se han valorado en distintos estudios, cuyos resultados muestran que estas cepas pueden inducir favorablemente la actividad en fagocitos y células NK, así como la secreción de IgA en mucosas. El incremento de la secreción de IgA en mucosas parece tener relevancia en la prevención de la infección por virus de la influenza26. También se ha visto que algunas bifidobacterias estimulan la producción de interferón γ (IFN-γ), del que se ha postulado un efecto antiviral beneficioso26.

Conclusiones
Para defendernos de los virus causantes de las principales patologías invernales, es necesario llevar una alimentación equilibrada que aporte los principales micronutrientes esenciales que intervienen en el buen funcionamiento del sistema inmunitario, y que nos defiende de los ataques de patógenos. Aunque una dieta adecuada y equilibrada debería proporcionar todos los nutrientes necesarios, algunos estudios demuestran que esta situación no se cumple en la práctica para todos los nutrientes ni en todos los grupos de población27. Además, pueden darse situaciones en las que el requerimiento de estos nutrientes esenciales esté aumentado (por ejemplo, infecciones, estrés, contaminación...), y en las que puede ser útil complementar la dieta con complementos alimenticios que contengan estos nutrientes. En caso de necesidad de apoyo de las defensas, la fitoterapia provee de plantas medicinales con un efecto modulador del sistema inmunitario (como equináceas, pelargonio, eleuterococo y andrografis) que pueden ser de gran utilidad. Asimismo, no debemos olvidar la importancia de mantener una microbiota sana y el papel que ciertos probióticos pueden desempeñar en caso de disbiosis intestinal.

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