Cuidado íntimo: aportación de la farmacia comunitaria

Cuidado íntimo: aportación de la farmacia comunitaria

La farmacia comunitaria, tan próxima a la población, resulta especialmente útil en el abordaje de los cuidados específicos que precisa la zona genital externa de ambos sexos biológicos. La inmediatez y la intensidad de los síntomas, junto a la confianza que inspiran los profesionales de farmacia, rebasan convicciones o pudores arraigados y sitúan a la farmacia en la primera línea asistencial.

 

En la sociedad de nuestro tiempo, por suerte, la higiene íntima involucra a todos los individuos, y se debe abordar en función de cada localización, anatomía y funcionalidad particular. Las estructuras del área genital son diferentes pero mantienen ciertas características comunes que permiten establecer cuidados similares.

Las molestias en la zona íntima constituyen un motivo de consulta frecuente en la farmacia comunitaria. El papel del farmacéutico es clave para la prevención, mediante la educación sanitaria sobre el cuidado de la zona íntima y la derivación al médico cuando aparezcan signos de patologías que requieran observación.

Una somera descripción de la morfología de la parte externa de los aparatos genitales, tanto femenino como masculino, ilustrará los diferentes aspectos aludidos en este artículo.

Morfología

Aparato genital masculino (fig. 1)

Figura 1. Morfología del aparato genital masculino

El pene consta de cuatro partes: raíz, cuerpo, glande y prepucio. En el cuerpo, a su vez, se distinguen la parte cavernosa y la parte esponjosa. La uretra canaliza la orina y el semen; el glande supone un engrosamiento anterior formado por una prolongación del cuerpo esponjoso, y el prepucio es una porción de piel que recubre el glande. El escroto, por su parte, engloba los testículos.

En caso de que el prepucio sea significativamente largo y estrecho (fimosis), no puede retraerse y, como consecuencia, el esmegma, la secreción natural del pene y la orina quedan retenidos. Ello puede generar inflamación del glande (balanitis), del prepucio (postitis) y/o de ambos (balanopostitis).

Área genital femenina (fig. 2)

La vulva, considerada la parte externa del aparato genital femenino, está constituida por el monte de Venus, que se localiza en la parte anterior y superior de este órgano sobre la sínfisis del pubis; los labios mayores, a modo de pliegues recubiertos con una capa de pelo rígido y ralo con relevante presencia glandular, y que engloban, a su vez, los labios menores o ninfas, que en su parte superior forman el capuchón del clítoris. La turgencia de estos elementos disminuye con la edad. El vestíbulo está comprendido entre el orificio externo de la vagina y los labios menores de la vulva. Por su parte, el clítoris es un cuerpo eréctil que posee una única función en la especie humana: producir sensación de placer, lo que conlleva controvertidas connotaciones culturales. Por último, entre el conducto vaginal y la vulva existe una pequeña membrana denominada himen que está irrigada, de espesor y elasticidad variables, y que siempre mantiene una abertura que permite la salida del flujo menstrual. El orificio de la vagina recibe el nombre de introito, y la zona con forma de medialuna que se localiza tras el orificio se conoce como horquilla vulvar. En la vulva también se encuentra el meato uretral, donde se abre al exterior la uretra de la mujer.

Figura 2. Morfología del aparato genital femenino

La vagina, ubicada tras la vulva, se sitúa anatómicamente entre el recto, la vejiga y la uretra. Es un conducto musculoso y membranoso que abarca desde el cuello del útero hasta la vulva. Suele medir entre 6 y 7 cm, y su superficie interior está formada por tres capas: la interna, que es una mucosa; la intermedia, de naturaleza muscular, y la más externa, que constituye una capa de tejido conjuntivo. Su función fisiológica, desde el punto de vista reproductivo, consiste en recoger el semen y permitir la fecundación. También es el canal por el cual transita el neonato hacia la nueva vida. Curiosamente, las terminaciones nerviosas se alojan en el tramo final, junto al cuello del útero, donde además se perciben exclusivamente las sensaciones.

Las características morfológicas y funcionales de la piel de la vulva son distintas de las de la piel del resto del cuerpo. Además, el epitelio del aparato genital experimenta notables transformaciones durante toda la vida de la mujer a causa de los cambios hormonales femeninos que tienen lugar con el paso del tiempo.

La piel de la zona genital es muy reactiva porque está más irrigada, inervada, y es más permeable que la piel del cuerpo. Por ello, resulta más susceptible a la acción de agentes irritantes y, al mismo tiempo, recupera rápidamente el equilibrio cuando se toman las pautas adecuadas de corrección.

Fisiología del área vulvovaginal

Las características morfológicas y funcionales de la piel de la vulva son distintas de las de la piel del resto del cuerpo. Además, el epitelio del aparato genital experimenta notables transformaciones durante toda la vida de la mujer debido a los cambios hormonales femeninos, tal como se recoge en la figura 3.

Figura 3. Características del área vulvovaginal a lo largo de la vida

El pH vulvar (4,5) y el pH vaginal (3,8-4,2) en la edad fértil es ligeramente más ácido que el del resto del cuerpo (5,5) a causa de la metabolización del glucógeno en ácido láctico y en peróxido de nitrógeno. Esta acidez favorece el mantenimiento de la microbiota y constituye un mecanismo de defensa frente a agresiones externas (fig. 4).

 

Figura 4. Correlación microbiota-acidez

Durante el embarazo, los niveles de estrógeno han aumentado y el epitelio aparece muy desarrollado. El pH oscila entre 3,5 y 4,5. También se desarrolla una flora rica en lactobacilos.

El flujo vaginal, secretado en la pared de la vagina, y el moco cervical, secretado en el cuello uterino, mantienen la hidratación de la zona vulvovaginal y protegen a la vagina y al tracto urinario frente a infecciones. Las características de las secreciones, su composición y su cantidad varían con el ciclo menstrual y a lo largo de la vida de la mujer (fig. 5).

Figura 5. Flujo vaginal y ciclo menstrual

Los detonantes de los cambios del pH vulvovaginal se recogen en la figura 6.

Figura 6. Factores que modifican el pH vulvovaginal

Los efectos que producen las alteraciones del pH ocasionan modificaciones en el flujo vaginal, escozor, sequedad, dispareunia y molestias en la micción.

Microbiota vaginal

La mucosa vulvovaginal se compone de los microorganismos autóctonos que colonizan dicha zona y que participan en sus funciones fisiológicas. La composición de la microbiota comprende tanto aquellos microorganismos que vivirán durante un periodo prolongado, como los que solamente lo harán de forma transitoria.

El uso de productos probióticos y prebióticos promueve el crecimiento de microorganismos autóctonos que restauran el ambiente vaginal saludable

Las especies predominantes son las del género Lactobacillus, unos bacilos grampositivos no esporulados que actúan como grandes productores de ácido láctico. Los lactobacilos también conviven con otras cepas autóctonas de diferentes especies, como estafilococos, estreptococos, enterococos y actinomicetos anaerobios, así como con otros productores de ácido láctico, entre ellos Atopobium vaginae, Megasphaera spp. y Letotrichia spp.

Propiedades de la microbiota vulvovaginal

Acidifica el entorno vaginal: producción natural de ácido láctico

Produce sustancias antimicrobianas: ácidos orgánicos, peróxido de hidrógeno, agentes tensioactivos, etc.

Produce sustancias que alteran la adherencia de patógenos: biosurfactantes

Confiere propiedades inmunomoduladoras

En la figura 7 se muestran los factores externos e internos que condicionan la eubiosis de la microbiota vaginal.

Figura 7. Factores que influyen en el estado de la microbiota vaginal

 

Por tanto, los objetivos básicos para mantener una buena salud íntima son:

Mantener la microbiota vulvovaginal.

Conservar el pH fisiológico en cada etapa de la vida.

Sequedad vaginal

La sequedad vaginal se produce por un déficit en el flujo vaginal, y su causa más habitual se relaciona con los cambios hormonales que tienen lugar durante el embarazo, la lactancia y la menopausia (el llamado síndrome genitourinario). Los niveles adecuados de estrógenos influyen en las secreciones vaginales, estimulan la correcta proliferación de la microbiota y reducen el pH vaginal. Durante la lactancia, la prolactina disminuye los niveles de estradiol y de estrógenos. En la menopausia, por otro lado, además de la disminución significativa de la producción de estrógenos también se produce una disfunción de las glándulas vaginales, lo que da lugar a atrofia vaginal, cambios en la microbiota, alcalinización del pH y disminución de las secreciones vaginales.

Una higiene íntima inapropiada es una de las causas de sequedad vaginal más fácilmente evitables. Lavar demasiado la zona íntima o bien usar exageradamente jabones, lociones y duchas vaginales puede ser el origen de una sequedad temporal, que puede resolverse con el uso de hidratantes y la adopción de unos hábitos higiénicos correctos.

Otros detonantes de la sequedad vaginal son el uso de determinados medicamentos (anticonceptivos hormonales, antidepresivos tricíclicos, antihistamínicos, antihipertensivos), el consumo de alcohol y tabaco, el estrés prolongado y la aparición de complicaciones de la diabetes.  Asimismo, el síndrome de Sjögren es un trastorno autoinmune e inflamatorio que afecta a las glándulas exógenas, produciendo típicamente sequedad cutánea, ocular y vulvovaginal (fig. 8).

Figura 8. Causas de sequedad vaginal

Patologías genitales más comunes

Las principales patologías infecciosas de la zona íntima abordables desde la oficina de farmacia se resumen en la tabla 1.

La vulvovaginitis inespecífica o no complicada se presenta esporádicamente con síntomas leves. Se produce por fricción debido a la utilización de tejidos sintéticos o productos absorbentes (pañal, compresas, etc.), lo cual genera escozor, molestias al orinar y disconfort.

El uso de detergentes con un pH inadecuado (demasiado alcalino)  puede producir irritaciones de la piel vulvar y de la mucosa vaginal

Mención especial merecen la depilación y el rasurado tan en boga actualmente. Por su parte, la depilación integral también ha dado auge a la ginecoestética, que aborda la laxitud genital, los problemas de incontinencia e incluso el rejuvenecimiento vaginal mediante la vaginoplastia.

Productos específicos de higiene íntima

Teniendo en cuenta las peculiaridades anatomofisiológicas de la zona íntima y las preferencias del consumidor, los principales productos de higiene se clasifican en las siguientes categorías:

Productos de limpieza

Los productos destinados a la higiene íntima deben respetar el pH del área, por lo que se recomienda el uso de productos específicos para las características fisiológicas y las diferentes etapas en el caso de las mujeres. En la zona vulvovaginal, el uso de productos ligeramente ácidos, en torno a un pH 4, previene el desarrollo de vaginosis bacteriana.

En caso de emplear detergentes con un pH más alcalino, se pueden producir irritaciones de la piel vulvar y de la mucosa vaginal que cursan con picor o mal olor, modificación de la microbiota y cambios en el epitelio que se asocian a una deficiente respuesta inmunológica.

Los jabones íntimos están formulados con tensioactivos suaves y también suelen incorporar sustancias con diversas funciones, por ejemplo:

  • Ácido láctico, que se caracteriza por su capacidad reguladora del pH y por sus propiedades hidratantes.
  • Betaína, un tensioactivo que tiene propiedades anti-irritantes.
  • Propilenglicol, con propiedades hidratantes.
  • Polidocanol, que posee propiedades antipruriginosas.
  • Piroctona olamina, que evita la proliferación bacteriana y fúngica.
  • Aceite del árbol del té.
  • Activos regeneradores y protectores, como alantoína y pantenol.
  • Aloe vera.
  • Alfa-gluco-oligosacáridos, que permiten el equilibrio de la microbiota.

Los detergentes sintéticos o syndet (Synthetic Detergent) se describen químicamente como compuestos de amino cuaternario o ácidos grasos polimerizados sulfonados cuyo pH es neutro o ligeramente ácido. Resultan muy útiles para la higiene de la zona íntima.

Las toallitas íntimas son de utilidad en la limpieza tras la micción; después del cambio de compresa, tampón o vaciado de copa menstrual, y en situaciones de dificultad para realizar el correcto ritual de higiene. Las toallitas suelen incluir un soporte textil o celulósico impregnado con glicerina o propilenglicol y agentes calmantes como, por ejemplo, agua de hamamelis, extractos de avena y manzanilla.

Productos para tratar la sequedad
vulvar y/o vaginal

Para el tratamiento sintomático de las molestias leves o moderades derivadas de la sequedad de la zona íntima, se recomienda el uso regular de hidratantes o humectantes, que imitan las secreciones vaginales naturales ayudando a mantener la hidratación y el pH vaginal a largo plazo. Los productos específicos para la hidratación vaginal deben aplicarse diariamente o cada 2-3 días, según la intensidad de los síntomas.

La mayoría de los productos hidratantes vaginales disponibles en el mercado están formulados con ácido láctico, ácido hialurónico, polisacáridos, aloe y otros extractos vegetales ricos en mucílagos que promueven la retención de agua.

Productos para la facilitación
de las relaciones sexuales

La glándula de Bartolino produce una secreción lubricante con el estímulo sexual. Para paliar su falta, los lubricantes servirán de complemento para el alivio de las molestias asociadas a la sequedad y la dispareunia o al dolor durante las relaciones sexuales. En cuanto a su formulación, cabe recalcar la importancia de la base usada: las bases acuosas son las más respetuosas y, por el contrario, las vaselinas y los aceites minerales podrían alterar la mucosa vaginal.

Productos absorbentes 

La función de los productos absorbentes es mantener la zona genital limpia y seca mediante la captación de las secreciones, como las secreciones vaginales, el flujo menstrual o puerperal, o bien la orina.

En cuanto a la higiene menstrual, conviene cambiar las compresas y los tampones cada 4-6 horas durante el día ya que el aumento del flujo menstrual, del sudor y del sebo crean un ambiente propicio a las infecciones. Por la noche, es aceptable usarlos hasta un máximo de 8 horas. Sin embargo, la copa menstrual puede usarse durante 12 horas seguidas, según necesidad, ya que su material (silicona médica) permanece inalterable dentro de la vagina y hay menos riesgo de irritaciones e infecciones. Debe recordarse hervirla durante 5 minutos antes de cada ciclo y luego, entre cada vaciado, lavarla con agua.

Es especialmente importante mantener una rutina de higiene íntima con agua o con agua y jabón diariamente, pero siempre debe evitarse el uso de desodorantes y aerosoles de higiene íntima.

En la incontinencia, la limpieza diaria de la zona es clave para eliminar los restos de orina y bacterias, que pueden causar olor y facilitar el desarrollo de infecciones. Además, se recomienda aplicar una crema protectora con efecto barrera para calmar y proteger la piel fragilizada.

Las personas con diabetes tienen un mayor riesgo de infecciones del tracto urinario y de infecciones genitales. Este riesgo se incrementa con el tratamiento con un inhibidor de SGLT2.

La incontinencia urinaria afecta al 20 % de las personas mayores de 40 años. Es más prevalente en las mujeres que en los hombres a causa de la propia anatomía, de los embarazos y de los partos, así como de la atrofia asociada a la menopausia. Más allá del problema de higiene asociado, el abordaje de la incontinencia requiere consejo y apoyo para conseguir la protección que permita mantener la vida social.

Hábitos de higiene íntima

La zona íntima, y especialmente el área vulvovaginal, requiere una rutina de cuidado diario adaptada a sus características anatomofisiológicas (tabla 2).

Criterios de derivación
por molestias vulvovaginales

  • Menor de 12 años o menor de edad si presenta molestias en las relaciones sexuales.
  • Embarazo.
  • Diabetes.
  • Síndrome de Sjögren.
  • Inmunodeficiencias o tratamiento con fármacos inmunosupresores.
  • Síntomas extravaginales: fiebre, dolor abdominal, dolor de espalda, náuseas, etc.
  • Pareja sintomática.
  • Aparición de úlceras o ampollas en la zona vulvovaginal.
  • Infección vulvovaginal recidivante.
  • Resistencia a los tratamientos indicados en la oficina de farmacia.

Como corolario, más allá del tono sanitario de este artículo, cabe insinuar la trascendencia que una vida afectiva lisonjera tiene para alcanzar una existencia ufana y jubilosa. ¡Carpe diem! l

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