Quizás eso sea lo que explique ese título de archienemigos que les contaba hace unos meses y que no era mío sino aprendido. Pero sí, hay que hablar del Brexit y de sus consecuencias para esta Europa y, sobre todo, para esta beca Erasmus que tratamos con tanto afán. Porque ya sabemos que hay países y ciudades, desde Madrid a París, pasando por Milán o Varsovia, a la caza de las empresas y los bancos que salen de la City londinense, pero ¿qué va a pasar con nosotros? ¿Nos van a aceptar? ¿Podremos seguir yendo? Es cierto que no tenemos el atractivo de los millones de libras, ni el glamour de los profesionales de las finanzas, pero el intercambio de estudiantes tiene su punto.
Hecho este preámbulo, algo tramposo no les voy a engañar, hay que tranquilizar a los adeptos y a los defensores del intercambio estudiantil y más con Reino Unido (como yo mismo). No se va a cumplir aquello de que el Erasmus, como los kleenex, es una marca indisoluble que agrupa todas las becas europeas, pero intercambio va a seguir habiendo. Al menos de momento no nos han tachado de la lista de cosas que abandonar cuando dejen Europa. Tienen otras prioridades, o tienen entre sus prioridades mantenernos en sus oraciones. Lo contó hace unos días el embajador de Reino Unido en España, Simon Manley, en la V Feria de Educación Británica de Madrid (o sea en territorio amigo). Manley quiso tranquilizar a los 500.000 estudiantes que visitan cada año su país, de ellos 10.000 españoles, y fue bastante tajante. «Tendrán las mismas condiciones económicas y ayudas, un compromiso de nuestro país, donde uno de cada seis universitarios es extranjero, parte fundamental de la riqueza de nuestro sistema educativo», aseguró. Nuestro amigo Manley dijo en las jornadas que era «muy fan del Erasmus», y como nosotros también lo somos y además nos gusta que lo diga tan abiertamente, vamos a volver a viajar a su país. Porque Manley nos cae bien, el Erasmus nos gusta y el Reino Unido, ¡nos encanta!
Bath
Pese a mi entusiasmo británico de hoy, ya les conté que las opciones de ir al Reino Unido son pocas, pero, como siempre, buenas. Hoy vamos a viajar, metafóricamente, hasta Bath, algo que, de momento, solo pueden hacer los proyectos de farmacéuticos que estudien en el CEU de Madrid. Pero no pasa nada, hay que venderlo también. Vaya por delante que, según la web de la Universidad española, solamente pueden ir los estudiantes de cuarto de carrera. Absténganse los que se hayan pasado y espérense los que no han llegado.
Bath está 150 kilómetros al oeste de Londres y a solo 20 de uno de los grandes nidos de españoles en Reino Unido (uno de tantos, al menos mientras no se ejecute el Brexit), Bristol. Claro que Bath no es Londres, ni siquiera Bristol, es bastante más pequeño; hay 90.000 batonienses censados (adoro aprender gentilicios que nunca volveré a usar). De ellos, la Universidad aporta un buen número, más de 16.000, de los que 400 son de intercambio (no solo Erasmus, intercambios en general). Además, en las afueras, hay otra Universidad, más pequeña, y a la que no podemos ir los farmacéuticos, pero que aportan a esta causa, son 7.000. Mi suma de cada mes, de cada día que quiero convencerles de las bondades de un destino: ciudad con más de un 25% de estudiantes. O sea 1 de cada 4. Señoría, no añadiré nada más. Bueno, miento, sí lo voy a hacer, quedan muchas cosas que contar. Bath es una de las 10 mejores universidades del Reino Unido, según The Guardian (un periódico inglés muy conocido). Será la 10ª en 2017, aunque en 2016 era la 5ª, lo que deja claro que, aunque está peor de lo que estaba, está bien.
Alojarse, comer, moverse, vivir en general, no es barato. Pero dicho esto, como hay que vivir, y dormir y comer, la primera opción debe ser pedirle a la Universidad que nos den la residencia. Porque el campus tiene muchas comodidades dentro y la residencia entre ellas, y es de esos sitios que en Bath conviene no perderse. Porque, ¿qué mejor manera que estrechar lazos que en la compra, el gimnasio, los campos de fútbol, la biblioteca o, quién sabe, los bares? Porque esa es otra cosa que conviene tener en cuenta, la primera semana es el momento de apuntarse a cosas; a las que sea. La Universidad te ofrece clases, cursos y eventos gratis. Apunten la cita. Ahora bien, si no les interesa vivir en el campus, corazón y alma de esta ciudad, hay más opciones para encontrar alojamiento (aquí, aquí o aquí, por ejemplo) y no las borren de sus agendas, porque no siempre van a tener suerte. Pero ya saben, buscar con tiempo, poner cara de Erasmus e insistir mucho son mis consejos.
Moverse no es tan horrible. Hay abonos de transporte para estudiantes, que rondan las 60 libras por tres meses, es decir, 67 euros. Viajar hasta allí desde Madrid, que de momento es la única opción de intercambio con Bath, es complejo, porque no es directo. Como les decía al principio, Bristol y Londres son las mejores ideas. A Londres hay vuelos que van desde lo más caro a lo más barato, pero hay todos los días y casi a todas horas. Desde allí, un tren a Bath. Hay vuelos más caros a Bristol, pero si son previsores también pueden encontrar buenas ofertas.
Llevar a la familia a ver cosas bonitas les va a resultar fácil. Bath ya era Bath, o algo así pero en latín, cuando los romanos eran Imperio. Hay unas preciosas termas romanas que encantarán a amigos y familiares. No tiene fallo esa visita. Pero no todo lo visitable es tan viejo. Tampoco dejen de ver y de enseñar el Royal Crescent, la Abadía o alguno de los puentes que cruzan el río Avon.
Vamos al apartado salir, que no puede faltar en esta guía práctica. Les recomendaría días para salir, pero al final, cada Erasmus y cada estudiante Erasmus, es un mundo. A algunos, si les digo miércoles y viernes les parecerá poco y a otros demasiado, así que yo les diré sitios y ustedes vayan cuando quieran. Second Bridge es el sitio top (a veces les hablo de esto y me siento mayor y fuera de lenguaje, pero me esfuerzo, se lo prometo). Al menos es lo más parecido a lo que en España entendemos por garitazo (si es que esta palabra se sigue usando). Otros años, al menos eso dicen mis notas, los españoles, que son un clan en cuanto pasan el arco del control de metales del aeropuerto, se reunían los miércoles en Opa (que en inglés no sé qué será, pero en alemán es abuelo); los días de morriña o los que quieran cantar canciones de nuestra rica cultura popular, vayan allí. Después hay todo un calendario de horas felices por el campus y otros puntos de la ciudad, que tienen que agendarse y que sería difícil que yo les explicara bien; quédense con ese concepto. Happy hour de pintas de cerveza.
En fin, como verán es otra ciudad a la que cualquiera querría irse sin dudarlo. Aunque no seamos Eramus allí. Que nos llamen de otra manera, pero que nos dejen ir.