A veces hay que pararse a reflexionar, porque en gran medida nosotros mismos no somos conscientes del valor que aportamos a esta sociedad tan superficial en la que vivimos y en la que desarrollamos nuestro trabajo como licenciados universitarios, sanitarios, educadores, docentes, investigadores, asistenciales, humanistas, profesionales… y seres humanos.

 

La pregunta del millón es: ¿qué valor tiene el farmacéutico para la sociedad? En principio, la respuesta de un lego en la materia sería simple y rápida: vender medicamentos. 

Si buscamos la respuesta sobre la función del farmacéutico, según «san Google», es verdaderamente parcial e inapropiada: «Los farmacéuticos suministran y venden medicamentos con receta y medicamentos de venta libre en una farmacia, o en el departamento de farmacia de un supermercado».

Y ¿cómo se sienten los farmacéuticos realmente en su función social? Desconocidos y, por añadidura, infravalorados. Solo se salvan los farmacéuticos hospitalarios, que son conocidos y valorados por el personal médico del hospital y por la sociedad en general. Bueno, y los farmacéuticos rurales en sus pueblos, aunque ellos tienen otros problemas más acuciantes.

 

Desconocidos

Para la mayoría de las personas jóvenes y sanas que, como mucho, han padecido algún catarro o afección leve puntual, el farmacéutico comunitario es un desconocido: creen que las farmacias son tiendas donde se venden medicamentos, con sección de perfumería, pero que venden medicamentos como podrían vender patatas. No son usuarios habituales de las farmacias; no saben que Farmacia es una carrera con un mínimo de cinco años de estudios universitarios; apenas utilizan medicamentos más allá de algunas vitaminas o un paracetamol esporádicamente; acaso compran algún cosmético o producto de higiene, eso sí, de los que se anuncian en los medios de comunicación masiva. He podido constatar que algunos miembros de colectivos ecologistas, negacionistas, veganos, antivacunas, naturalistas, usuarios de los herbolarios o determinados grupos religiosos no han entrado jamás en una farmacia; otros, quizás, están conscientemente en contra de los productos de síntesis. Hay millones de personas que no han utilizado ningún medicamento en su vida, y esto es verídico.

La pregunta del millón es: ¿qué valor tiene el farmacéutico para la sociedad?

 

Paradójicamente, hay quien piensa que el farmacéutico titular es un señorito privilegiado que no pisa la farmacia y que solo se acerca a la hora de cerrar caja para retirar la recaudación. Y hay quien opina que el farmacéutico es uno más del personal que atiende el mostrador, que no es reconocible y que debería hacerse notar o evidenciar su estatus sobre los demás empleados (antiguamente se llamaba «don fulano» al boticario, marcando la diferencia del estrato social). 

Pero es que el farmacéutico que trabaja en aduanas, el farmacéutico inspector, el farmacéutico analista, el farmacéutico formulista, el farmacéutico docente, el farmacéutico titular del Estado, el perito farmacéutico experto en temas judiciales, el farmacéutico de la industria alimentaria o cosmética, el farmacéutico garante de un laboratorio, el farmacéutico de la distribución de medicamentos y el farmacéutico militar, son todos ellos perfectos desconocidos para la población. 

 

Infravalorados

Esa molesta sensación de sentirse ignorado, infravalorado y/o despreciado se manifiesta en algunas reuniones o congresos y, en ciertas ocasiones, en el mostrador de una farmacia. Cuando una persona entra con prisas en una farmacia y solicita un medicamento, a veces te deja con la palabra en la boca porque quiere su producto, pagar y marcharse. Por mucho que como farmacéutico sientas la obligación de advertirles de determinados riesgos o de un uso inadecuado, no te escuchan, no esperan ni valoran el consejo ni la explicación. No demandan ni esperan nada más que la entrega de su petición y adiós muy buenas. En algunos eventos y congresos sanitarios multidisciplinares la presencia de farmacéuticos resulta extraña y poco habitual; parece que no nos gusta salir de la endogamia... 

Recuerdo que nuestro insigne colega Joaquín Ronda decía que para obtener reconocimiento y respeto hay que demostrar que somos imprescindibles. En realidad, es lo que hacen los farmacéuticos hospitalarios casi sin proponérselo. Nadie pone en duda la importancia y la relevancia que tiene el Servicio de Farmacia en un hospital, a pesar de que su trabajo es bastante invisible para el público en general. Nadie puede imaginarse un hospital sin farmacéuticos; simplemente no funcionaría. Los farmacéuticos comunitarios hacen esencialmente lo mismo que los hospitalarios, pero con atención personalizada a cada paciente, con visibilidad y accesibilidad directa durante 8-12-24 horas. El secreto de los hospitalarios ha sido mantenerse profesionalmente unidos a los médicos; en realidad, no han materializado la separación profesional que propició Federico II en 1241 o la han aplicado de otra forma, pero esa es otra historia. Por otra parte, nuestros pueblos se han dado cuenta, de repente, de que la farmacia y el farmacéutico rural son imprescindibles y esenciales; por eso, ahora sí lo valoran. Se cumple la frase lapidaria: «¡Nunca valoras lo que tienes hasta que lo pierdes!».

La baja autoestima es otro factor determinante, porque si uno mismo no tiene seguridad ni se valora proffesionalmente, ¿cómo te van a valorar los demás? Para adquirir esa potente cualidad están la formación continuada y el ejercicio profesional responsable, dos pilares sobre los que se construye la solidez de una autoestima con fundamento. Es inútil pedir que te valoren si no estás capacitado para cumplir con el cometido y con las expectativas de tu comunidad. Lo de la recertificación no es ninguna tontería; no hablamos de soberbia ni de superioridad, sino de competencia, de capacitación y de función social.

No cabe la menor duda de que cada profesional tiene su personalidad y su impronta; aunque todos hayan estudiado en la misma universidad y hayan adquirido los mismos conocimientos, lo más probable es que no haya dos farmacéuticos iguales y que sus acciones profesionales serán similares, pero no diferentes. Cada cual hará su trabajo a su manera, pero todos cumplirán las acciones y el protocolo mínimo profesional establecido. Estar seguros, preparados y convencidos es la clave. 

Ciertamente, no es fácil comprender desde fuera lo que abarca ese conocimiento, sobre todo lo que su intervención representa para el pueblo llano sano. Ahora bien, el farmacéutico comunitario, para los que sufren enfermedades agudas o crónicas y que secuencialmente acuden a su farmacia para retirar su medicación, es alguien cercano y amigo; no necesitan explicaciones ni que nadie les cuente milongas sobre su valor en la cadena sanitaria. Lo saben por experiencia y las encuestas lo avalan. 

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En algunos eventos y congresos sanitarios multidisciplinares la presencia de farmacéuticos resulta extraña y poco habitual; parece que no nos gusta salir de la endogamia

 

Valor del farmacéutico para las personas sanas

Transmitir a la ciudadanía saludable, que no tiene enfermedad crónica ni usa habitualmente medicación, lo que un farmacéutico puede hacer y el valor de su profesionalidad es una ardua tarea. Simplemente porque siente que no lo necesita para nada y porque nadie se lo cuenta. Tampoco van al médico ni lo necesitan, pero reconocen que es un profesional sanitario y la labor que realizan. Por lo general, la industria farmacéutica dirige sus mensajes publicitarios al producto que comercializa, no al valor de la información ni a los consejos del farmacéutico. 

En muchas ocasiones, la corporación farmacéutica organiza eventos, conferencias, congresos, simposios, reuniones y carpas con la intención de difundir y divulgar la función sociosanitaria de la farmacia y de los farmacéuticos con mayúsculas. Todo el esfuerzo es poco; no es fácil llegar a todos los ciudadanos ni siempre acertamos con el mensaje. 

Ahora, quizás con más énfasis, se habla de la farmacia social, de la farmacia solidaria, de la farmacia asistencial… y ese es el camino para que las personas sanas que no utilizan medicamentos ni productos farmacéuticos se percaten de que la farmacia también es un establecimiento de ayuda social, de información, de divulgación sanitaria, de solidaridad y de acompañamiento. 

Para dar ideas, podríamos confeccionar un listado con algunas de las aportaciones que un farmacéutico puede realizar en beneficio de la población sana:

  • Información directa sobre los estudios universitarios y licenciatura en Farmacia.
  • Historia de los medicamentos y su descubrimiento.
  • Historia y evolución de la farmacia.
  • Información sobre enfermedades prevalentes.
  • Información sobre enfermedades raras.
  • Epidemias y protocolos de supervivencia.
  • Actuaciones y protocolos en desastres naturales.
  • Protocolos en caso de accidentes o emergencias.
  • Reanimación cardiopulmonar (RCP) y manipulación de urgencia.
  • Plantas medicinales y su utilidad.
  • Funciones de un farmacéutico en la farmacia comunitaria.
  • Funciones de un farmacéutico en la farmacia hospitalaria.
  • Funciones de un farmacéutico en la industria, en la distribución y en otras salidas profesionales.
  • Información sobre medicamentos:
    • Proceso de invención, diseño, investigación y comercialización de fármacos.
    • Simbología de los envases de los medicamentos.
    • Conservación de los medicamentos en la nevera y sus incidencias.
    • Validez, caducidades, resolución de dudas sobre medicamentos.
    • Vacunas, calendario y dudas en viajes.
    • Prospecto del medicamento.
    • Efectos adversos y su significación.
    • Registro de un medicamento y proceso.
    • Sistema Integrado de Gestión y Recogida de Envases (SIGRE) y repercusiones en el medio ambiente.
  • Información sobre requisitos en las recetas y prescripciones médicas.
  • Funcionamiento de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) y la farmacovigilancia.
  • NotificaRAM (sistema para notificar reacciones adversas a medicamentos).
  • Información sobre la receta electrónica.
  • Medicamentos y productos que requieren visado de inspección.
  • Interpretar la letra de los médicos en informes manuscritos.
  • Información sobre los análisis clínicos y su interpretación.
  • Importancia de la formulación magistral.
  • Divulgación y consejos sobre cualquier tema de salud y enfermedades.
  • Divulgación y educación sanitaria continuada en colegios, escuelas, institutos, asociaciones, colectivos y centros de mayores. 
  • Consejos en alimentación y nutrición en todos los foros.
  • Consejos en cuidado de la piel, cosméticos y otros dermatológicos. 
  • Consejos en higiene bucodental.
  • Ortopedia y ayudas técnicas.
  • Productos para salud sexual.
  • Higiene del sueño y consejo farmacéutico.
  • Listado de productos para un botiquín casero.
  • Apps de utilidad sanitaria. 
  • Dispositivos inteligentes para la salud.
  • Novedades digitales en el mundo sanitario.
  • Otros

Doy por sentado que hay muchísimos farmacéuticos reconocidos y valorados por sus pacientes/clientes y por su entorno, gracias a la labor que han desarrollado mostrando su valía y su papel fundamental en la estructura de la atención sanitaria primaria, secundaria y terciaria de este país. 

Queda en el aire el debate político y social de fondo sobre la sanidad pública (farmacéuticos hospitalarios) y la privada concertada (farmacéuticos comunitarios).

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