El estudio realizado por el Observatorio del Cáncer y la Asociación Española Contra el Cáncer sobre los «Comportamientos de protección solar y percepción de riesgo de cáncer de piel en la población española»1, realizado en 1.100 personas durante el año 2011 en toda la geografía española, indica que «(...) de manera general, se aprecia una mayor concienciación en mujeres que en hombres ante la prevención de los efectos y riesgos del sol, riesgos asociados a quemaduras y envejecimiento de la piel, con la posibilidad de desarrollar un cáncer(...)».
Por otro lado, según señala dicho informe, el principal motivo para elegir un factor de protección solar u otro (ésta era la medida de protección más frecuente entre los encuestados) era «por considerar que es el más adecuado para mí» (41% de los encuestados), mientras que tan sólo un 13% señalaba que era «por indicación del médico/farmacéutico». En función de sus hábitos de exposición al sol, la mayoría de los entrevistados consideraron tener un «riesgo bajo» o «muy bajo» de desarrollar un cáncer de piel, frente a un 17% de los hombres y un 13% de las mujeres que consideraban tener un «riesgo alto» o «muy alto». Además, el 59% de los encuestados que creían tener un riesgo bajo o muy bajo estaban convencidos de que era así porque «se protegían de forma adecuada».
Realmente, cuando analizamos los resultados de dicha encuesta vemos que sólo una parte de la población está concienciada y toma las medidas adecuadas de fotoprotección. Esta concienciación no ha calado lo suficiente en la población, y prueba de ello es que nuestro equipo recibe todavía múltiples preguntas por parte de ciudadanos, familiares o profesionales sanitarios sobre cómo elegir un fotoprotector o cómo debe aplicarse de una manera eficiente.
Es por ello que consideramos que todo profesional sanitario (y más aún médicos y farmacéuticos) debe tener unas nociones básicas sobre fotobiología y sus consecuencias a corto y largo plazo sobre la piel. Sólo así podrá transmitir adecuadamente los mensajes que aportan organismos internacionales como la OMS, o nacionales como la AECC, y realizar unas recomendaciones claras y sencillas simplemente conociendo el índice ultravioleta (UV) de la zona geográfica y de la estación del año o día en el que se encuentre.
Sólo un mensaje coherente y consensuado sobre fotoprotección hará posible que nuestro consejo sea de calidad. La finalidad de todo ello no es sólo mantener un aspecto joven y minimizar el fotoenvejecimiento (algo que puede llegar a considerarse incluso trivial), sino proteger la salud de los ciudadanos y evitar posibles problemas inmunitarios o la aparición del cáncer más frecuente en el ser humano: el cáncer de piel.
El sol genera energía como resultado del proceso de fusión nuclear que se produce en su interior. Esta energía es transferida por ondas electromagnéticas, que se propagan en todas las direcciones, y que es lo que denominamos «radiación solar». El sol emite un amplio espectro de radiaciones, desde rayos gamma hasta longitudes de onda más largas, como son las infrarrojas. Sin embargo, sólo dos tercios de la radiación solar llegan a la superficie terrestre. Aproximadamente, de la mitad de las radiaciones que recibimos el 50% es luz visible que puede ser detectada por el ojo humano, el 45% es infrarroja (IR) y un 5% radiación UV (tabla 2).
Son varios los factores que afectan a la cantidad de radiación UV que llega a la superficie terrestre, entre los que podemos destacar la capa de ozono, que absorbe parte de la radiación, la elevación solar, la latitud o proximidad al ecuador, y la altitud (cada 1.000 metros de altitud se incrementa un 10-12% la cantidad de radiación UV). La nubosidad no frena el paso de radiación UV. Las nubes pueden reducir la cantidad de radiación UV, pero la atenuación dependerá del grosor y tipo de éstas. Las nubes finas o dispersas afectan muy poco a la radiación UV. En ciertas condiciones de cielos parcialmente cubiertos y con el sol visible a intervalos, la cantidad de radiación UV puede incluso aumentar. Parte de la radiación que llega a la superficie terrestre es absorbida, y parte es reflejada. El porcentaje de radiación reflejada dependerá de las propiedades de la superficie. Elementos como la hierba o el agua reflejan menos de un 10% de la radiación, sin embargo otros como la nieve pueden llegar a reflejar el 80%. Durante la primavera, y en condiciones de cielo despejado, la reflexión por nieve puede elevar los valores de radiación hasta niveles equiparables a los del verano. Aproximadamente un 95% de la radiación UV penetra en el agua, y hasta un 50% llega hasta una profundidad de 3 metros.
La radiación ultravioleta
Al igual que la luz visible se compone de diferentes colores que llegan a ser evidentes en un arco iris, el espectro de la radiación UV se divide en tres regiones denominadas UVA, UVB y UVC. Las radiaciones de onda corta, en la gama ultravioleta, son las más energéticas, y por lo tanto las más potencialmente dañinas. Como la luz del sol atraviesa la atmósfera, la mayor parte de la radiación UVC y UVB es absorbida por el ozono, el vapor de agua y los gases atmosféricos oxígeno y dióxido de carbono. Nuestra atmósfera, sin embargo, no filtra la mayor parte de la radiación UVA. Es importante destacar que el resto del espectro solar que llega a la tierra produce efectos biológicos superpuestos y sinérgicos en la piel, como veremos a continuación.
La radiación UVC es de gran energía y la más dañina, es capaz de matar organismos unicelulares. Tiene una longitud de onda de 100-280 nm. Es totalmente filtrada por el ozono atmosférico, y no llega a la superficie de la tierra. Sin embargo, el debilitamiento de la capa de ozono estratosférico puede acabar provocando una creciente exposición a la radiación UVC. Esto ha sido motivo de preocupación desde la década de 1970. Hasta el momento, una serie de publicaciones han demostrado que ciertos gases inertes, como los clorofluorocarbonos (CFC), liberados en la atmósfera por las actividades humanas, podrían afectar a la capa de ozono. Esto culminó en 1985 con un informe sobre el creciente agujero en la capa de ozono sobre la Antártida. En un intento de frenar el debilitamiento de esta capa, en 1987 se adoptó el protocolo de Montreal, que condujo a una prohibición global de la producción de CFC. El ozono siguió disminuyendo hasta 1995, y desde entonces se está recuperando lentamente. Según la OMS no se espera una recuperación completa hasta el año 2050, pero hay otra nueva amenaza para la capa de ozono, como es el cambio climático y el efecto invernadero.
La «radiación UVB» (280-315 nm) es sólo parcialmente filtrada por la capa de ozono y es biológicamente activa. Penetra en las capas superficiales de la piel, hasta la capa basal de la epidermis. Es la responsable de la quemadura solar y el bronceado tardío, que no deja de ser una reacción de defensa de la piel ante la exposición UVB, y que implica una nueva síntesis de melanina y está destinada principalmente a reducir las quemaduras solares. Desafortunadamente, su efecto protector contra el cáncer inducido por radiación UV parece muy limitado. Cuando la luz atraviesa la piel, su energía es absorbida por los cromóforos. Esto genera un proceso oxidativo en las células y produce especies reactivas de oxígeno (ROS, en su siglas en inglés) que provocan cambios inflamatorios y precipitan el envejecimiento de la piel. Esta energía también es absorbida directamente por las bases nitrogenadas del ADN, y causa lesiones mutagénicas que formarán diferentes fotoproductos. Estas alteraciones en el ADN son reparadas por un proceso conocido como «reparación de la supresión del nucleótido» (NER). El fallo en la capacidad de reparación de los nucleótidos origina la acumulación de mutaciones en las células de la piel, y es un paso importante en el desarrollo de cáncer de piel asociada a radiación UV.
Efectos biológicos de la radiación UV sobre la piel
Es importante señalar que la radiación UV sólo constituye un riesgo para la salud cuando el ser humano se somete repetidamente, durante años, a exposiciones excesivas para su tipo de piel. El riesgo ante la radiación UV disminuye a medida que aumenta el grado de pigmentación natural de la piel del ser humano, siendo máximo en pieles muy blancas y mínimo en personas de piel negra5. Son varios los efectos biológicos de la radiación UV sobre la piel, entre los que podemos destacar el bronceado inmediato y tardío, la quemadura solar, la fotosensibilización, el fotoenvejecimiento y el cáncer de piel.
La radiación UVA produce una oxidación de la melanina presente en las capas superficiales de la piel, y por ello genera un «bronceado rápido» que también se pierde con facilidad. Las camas para el bronceado con radiación UVA producen un bronceado mínimamente protector para las futuras exposiciones al sol. Además, la radiación UVA penetra en las capas más profundas de la piel, y afecta a los diferentes componentes de la dermis y a los vasos sanguíneos. Como resultado de la exposición aguda y crónica, la piel pierde gradualmente su elasticidad e inicia el proceso del envejecimiento. Grandes dosis agudas de UVA producen un envejecimiento acelerado de la piel. Además, los rayos UVA aumentan el estrés oxidativo en las células6.
El eritema, o «quemadura solar», es un enrojecimiento de la piel que normalmente aparece de cuatro a ocho horas después de la exposición a la radiación UV, y que desaparece de forma gradual al cabo de unos días. Las quemaduras solares intensas pueden provocar incluso quemaduras de segundo grado, con la aparición de ampollas y el desprendimiento de la piel. La radiaciones UVB y UVC son las principales causantes del eritema, incluso 1.000 veces más que la radiación UVA7. El eritema producido por la UVB de mayor longitud de onda (295-315 nm) es más intenso y persistente en el tiempo, debido a que esta radiación penetra en capas más profundas de la piel.
El sistema inmunitario también se ve alterado por la radiación UV. En un principio se creía que el principal responsable de estas alteraciones era la radiación UVB, pero actualmente todos los estudios parecen indicar que la principal causa de los cambios inmunomoduladores en la piel se deben a la radiación UVA6. La radiación UV es absorbida por diferentes cromóforos que conducen a cambios en la actividad y regulación de los protagonistas moleculares y celulares del sistema inmunitario. El desequilibrio que se produce en la respuesta inmune mediado por células y anticuerpos reduce la capacidad del cuerpo de defenderse contra ciertas enfermedades. La exposición profesional a la radiación UV origina problemas de fotosensibilización. La sensibilización a UVA puede verse también acelerada por ciertos medicamentos o por la aplicación tópica de determinados productos, como algunos perfumes, lociones corporales, etc. Estas reacciones sensibilizantes pueden implicar fotoalergia (reacción alérgica de la piel) y fototoxicidad (irritación de la piel) tras la exposición a la radiación UV, ya sea de fuentes industriales o de la luz solar.
Las fotodermatosis8 son alergias o respuestas anormales a la radiación solar. Son cada vez más frecuentes, y se dividen en seis grupos:
• Las fotodermatosis solares de origen desconocido. Tienen un origen inmunitario. Destacan las siguientes: urticaria solar, Hidroa vacciniforme, dermatisis actínica crónica, prurigo actínico.
• Las fotodermatosis de origen exógeno. Son las producidas por la conjunción de un medicamento específico con la exposición solar. Los principales fármacos fotoalergizantes son: determinados ansiolíticos, antidepresivos, ciertos antibióticos, los diuréticos y los antiinflamatorios no esteroideos.
• Las fotodermatosis de origen endógeno. Se deben a que el espectro de luz visible produce la excitación de la porfirina y del oxígeno reactivo, lo que da lugar a las porfirias cutáneas.
• Las dermatosis fotoagravadas. Son aquellas patologías que empeoran con la exposición solar, como la dermatomiositis, el lupus y las poroqueratosis.
• Las dermatosis por conectivopatías, como el lupus, que empeora con la exposición al sol en pacientes con fotosensibilidad.
• Las genodermatosis. Son un grupo de enfermedades dermatológicas hereditarias que cursan con sensibilidad extrema a los rayos ultravioleta, como la enfermedad de Gorlin-Goltz.
Los carcinomas cutáneos no-melanoma son tumores malignos de la piel diferentes a los melanomas2. Reciben este nombre dos tipos de tumores:
• Carcinoma de células basales. Procede de la capa más inferior de la epidermis, las células basales. Es particularmente frecuente en la raza blanca, caucasiana. La incidencia está aumentando en un 10% anual. No tiene capacidad de producir metástasis, aunque puede ser localmente invasivo por su crecimiento lento pero progresivo.
• Carcinoma epidermoide, de células escamosas o espinocelular de la piel. Es una proliferación maligna de los queratinocitos. Son tumores con capacidad de producir metástasis, sobre todo a nivel ganglionar, pero éstas son infrecuentes y sólo se producen en casos muy avanzados. Es un tumor muy habitual, aunque su incidencia es menor que el carcinoma de células basales. Supone el 20-25% de los tumores malignos cutáneos. En los últimos 20 años, esta incidencia ha aumentado en casi todos los países debido a la mayor exposición a la luz solar y a los cambios en la vestimenta.
Actualmente se diagnostican unos 160.000 casos de melanoma3 al año en todo el mundo (79.000 en hombres y 81.000 en mujeres). Representan aproximadamente el 1,5% de los tumores en ambos sexos. En Europa es más frecuente entre las mujeres, al contrario que en el resto del mundo. La mayor incidencia se registra en países con fuerte irradiación solar y con una población blanca no autóctona, lo que sucede en Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Sudáfrica. En Europa es más frecuente en el norte y en el oeste (población con piel muy blanca, expuesta al sol sobre todo en verano). Sin embargo, aunque en todas estas zonas la frecuencia del melanoma tiende a estabilizarse e incluso a disminuir, sigue aumentando en el sur y el este de nuestro continente. En España se diagnostican unos 3.600 casos anuales. Como en el resto de Europa, es un tumor más frecuente entre las mujeres (2,7% de los cánceres femeninos) que entre los hombres (1,5%). La incidencia en nuestro país se puede considerar alta (tasa ajustada mundial en 2002: 5,3 nuevos casos/100.000 habitantes/año en hombres y 5,5 en mujeres), con un ascenso muy importante, especialmente desde los años noventa. Se registran casos prácticamente a cualquier edad, aunque la mayoría se diagnostican entre los 40 y los 70 años.
El riesgo ocular, sin embargo, es igual para todos. La radiación UV produce importantes daños a nivel ocular. La exposición aguda a la radiación UV produce fenómenos como la fotoqueratitis (inflamación de la córnea) y la fotoconjuntivitis (inflamación de la conjuntiva). Estos efectos desaparecen por completo y se previenen fácilmente usando gafas protectoras, y no suelen acompañarse de lesiones a largo plazo.
Un efecto biológico de la radiación UV que suele pasar desapercibido para la población general es el efecto crónico de la radiación UV sobre los ojos10. La exposición crónica a la radiación UV es causante de las «cataratas» (enfermedad de los ojos en la que el cristalino se va opacando poco a poco, lo que va disminuyendo la visión y acaba causando ceguera). Las cataratas son la principal causa de discapacidad visual y ceguera en todo el mundo. Estudios de laboratorio han constatado que la radiación UV es un factor causal de este trastorno. Además, estudios epidemiológicos han demostrado que ciertos tipos de cataratas se asocian a una historia de alta exposición a los rayos UV y, especialmente, la radiación UVB11.
Otro de los posibles trastornos oculares que puede causar la radiación UV es el «pterigión». Se trata de una carnosidad blanca o de color crema que aparece en la superficie ocular, y que puede extenderse sobre la córnea transparente y llegar a bloquear la visión. Se produce sobre todo en personas que trabajan al aire libre, bajo el sol y el viento, y su prevalencia está relacionada con la cantidad de exposición a radiación UV.
Una excesiva exposición a rayos UV puede producir otros cánceres de piel que incluyen los párpados y la piel del rostro, o el carcinoma epidermoide de la córnea o de la conjuntiva (tumor raro de la superficie ocular).
Cómo protegernos del sol
Hoy en día, la necesidad de una adecuada fotoprotección frente a la radiación UV está totalmente demostrada. Aunque todos los efectos biológicos son importantes, por su naturaleza el que cobra más importancia es el cáncer de piel. Múltiples estudios concluyen que una simple medida preventiva como la protección frente a la radiación UV solar puede reducir la incidencia de cáncer de piel en la población.
Sin embargo, como se ve también en esta tabla-guía, en nuestro país también en los meses finales de invierno, en primavera y en otoño es necesario seguir estas recomendaciones. La población empieza a estar algo más concienciada, pero fuera de los meses de verano olvida que ha de tomar estas mismas medidas de protección cuando realiza actividades de ocio al aire libre o practica deporte.
Desde el año 2009, la legislación Europea aplicable a fotoprotectores establece varios mensajes y consejos preventivos que figuran en los envases, y que es importante repetir a los consumidores:
• «La exposición excesiva al sol es un peligro importante para la salud».
• «No permanezca mucho rato al sol, aunque emplee un producto de protección solar».
• «Mantenga a los bebés y niños pequeños fuera de la luz solar directa».
• «Aplíquese el fotoprotector antes de la exposición al sol».
• «Para mantener la protección, repita con frecuencia la aplicación del producto, especialmente tras transpirar, bañarse o secarse».
También hay consejos que podemos dar para evitar algunos de los mitos en fotoprotección:
• «Las cremas fotoprotectoras no te permiten tomar el sol más tiempo».
• «Aunque realices descansos periódicos al tomar el sol, también te quemas».
• «Aunque no sientas calor en tu piel, puedes estar quemándote».
Bibliografía
1. Comportamientos de protección solar y percepción de riesgo de cáncer de piel en la población española. Junio de 2011. Observatorio del cáncer (AECC). Disponible en: https://www.aecc.es/Investigacion/observatoriodelcancer/Documents/Comportamientos_proteccion_solar_percepcion_riesgo.pdf
2. Cáncer de piel: no melanoma. AECC. Disponible en: https://www.aecc.es/SobreElCancer/CancerPorLocalizacion/carcinomascutaneos/Paginas/carcinomacutaneo.aspx
3. Melanoma. AECC. disponible en: https://www.aecc.es/SobreElCancer/CancerPorLocalizacion/melanoma/Paginas/incidencia.aspx
4. Fotobiología cutánea: generalidades. Rev Per Dermatol. 2002; 12 (2). Disponible en: http://sisbib.unmsm.edu.pe/bvrevistas/dermatologia/v12_n2/fotobiologia_cutanea.htm
5. Efectos biológicos de la radiación ultravioleta. Instituto Meteorológico Nacional San José, Costa Rica. Centroamérica. Disponible en: http://www.imn.ac.cr/educacion/UV/UVB2.html
6. Ultraviolet radiation and the INTERSUN Programme. Disponible en: http://www.who.int/uv/faq/whatisuv/en/index.html
7. Radiaciones no ionizantes. En: Efectos biológicos de la radiación ultravioleta en la piel. Enciclopedia de salud y seguridad en el trabajo.
8. Disponible en: http://www.iml.es/efectos-nocivos-del-sol.html
9. Radiación ultravioleta natural y artificial y cáncer de piel. Disponible en: http://aedv.es/grupos_trabajo/fotobiologia/pdf/RelacionRadiacionUVYCancerPielDraIsabelBelinchon.pdf
10. Las radiaciones ultravioleta y la salud humana. Centro de prensa de la Organización Mundial de la Salud. Disponible en: http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs305/es/
11. La importancia del filtro ultravioleta en todo tipo de anteojos. Disponible en: http://www.colegiodeopticos.cl/sitio/Descargas/Articulos/Articulos/Radiaci%F3n%20UV.pdf
12. Índice ultravioleta solar mundial. Guía práctica. Disponible en: http://www.who.int/uv/publications/en/uvispa.pdf