El ictus supone una de las primeras causas de mortalidad en el mundo occidental y la primera causa de incapacidad y coste económico para los servicios sanitarios1. Muchos de los pacientes que sobreviven sufren secuelas importantes que les limitan en sus actividades de la vida diaria. Según datos de morbilidad hospitalaria2, se está produciendo un aumento en la morbilidad de las enfermedades cerebrovasculares. Por el contrario, la tasa de mortalidad causada por dichas enfermedades está decreciendo, lo que está relacionado con formas clínicas mas leves, pero sobre todo, con la mejora en las intervenciones clínicas. Esta situación produce un incremento de los pacientes con problemas derivados de estas patologías.
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