Alternativa al tratamiento antidiabético con metformina
Karagiannis T, Paschos P, Paletas K, Mettews D, Tsapas A. Dipeptidyl peptidasa-4 inhibitors for treatment of type 2 diabetes mellitus in the clinical setting: systematic review and meta-analysis. BMJ. 2012; 344: e1369. DOI: 10.1136/bmj.e1369
En pacientes diagnosticados de diabetes tipo 2, en los que no se ha alcanzado el objetivo de glucemia con un tratamiento de metformina, los inhibidores de la dipeptil dipeptidasa-4 son inferiores con respecto a la reducción de la hemoglobina glucosilada, aunque similares a la combinación con sulfonilureas o pioglitazona, sin afectar al peso corporal pero con un coste muy superior e incertidumbre acerca de la seguridad a largo plazo.
Las recomendaciones existentes para el tratamiento de la diabetes tipo 2 (DM-2) indican que debe comenzarse con metformina y un cambio en el estilo de vida. En caso de no lograrse el objetivo de glucemia, se añadiría, por ejemplo, una sulfonilurea.
Posteriormente han aparecido los inhibidores de la dipeptil dipeptidasa-4 (IDDP-4), como sitagliptina, vildagliptina, saxagliptina o linagliptina, presentándose como alternativas válidas en el tratamiento de la DM-2. Por ello, unos investigadores de la Universidad de Oxford han realizado una revisión sistemática de los ensayos controlados y aleatorizados que comparaban algún IDDP-4 con metfortmina en monoterapia o con sulfonilureas, pioglitazona, agonistas del péptido-1 similar a glucagón (APSG) o insulina combinados con metformina, analizando como respuesta el valor de la hemoglobina glucosilada (HbA1c) y el porcentaje de pacientes de cada grupo que alcanzaban objetivos de glucemia (HbA1c <7%).
Los resultados mostraron que, comparados con metformina, los IDDP-4 producían una reducción menor que metformina de la HbA1c (diferencia: 0,20). En los tratamientos de segunda línea, los resultados con IDDP-4 fueron inferiores que con los APSG (diferencia: 0,49) y similares a la pioglitazona y las sulfonilureas (diferencias: 0,09 y 0,07, respectivamente).
Pan A, Sun Q, Bernstein A, Schulze M, Manson J, Stampfer M, et al. Red meatcomsumption and mortality. Results from 2 prospective cohort studies. Arch Intern Med. Online March 12; 2012. DOI: 10.1001/archinternmed. 2011.2287
El consumo de carne roja se ha asociado a un incremento del riesgo de mortalidad por cualquier causa, así como de muerte por causa cardiovascular o por cáncer. A partir
de estos datos, la sustitución de carne roja por otras fuentes de proteínas se asociaría a un riesgo menor de mortalidad.
La carne es la fuente proteica más habitual. Sin embargo, existen ciertas evidencias de que su consumo, especialmente si se trata de carnes rojas, se asocia a un aumento del riesgo de diabetes, patología cardiovascular y de algunos tipos de cáncer; incluso se ha constatado cierto aumento de la mortalidad. Sin embargo, muchos de estos estudios se han realizado sobre muestras de personas que no se corresponden exactamente con la población en general, o no han diferenciado diversos tipos de carnes.
Para dar respuesta a este tema, que tanta repercusión podría tener en el campo de la salud dado lo habitual que es el consumo de carne, unos investigadores de Estados Unidos han analizado la relación entre el consumo de carnes rojas y la mortalidad por una causa específica o por cualquier causa, en dos grandes muestras que se han seguido hasta 28 años, evaluando asimismo la sustitución por otras fuentes de proteínas.
En una de las muestras, que se ha seguido hasta 22 años, se observaron 8.926 muertes, 2.716 de tipo cardiovascular y 3.073 por cáncer. En la otra muestra, con hasta 28 años de seguimiento, se observaron 15.000 muertes, 3.194 de tipo cardiovascular y 6.391 por cáncer. En conjunto, el subgrupo con mayor ingesta de carnes rojas se asoció a menor actividad física, más tabaquismo, menos cereales, frutas o verduras, además de menos ave y pescado.
Se observó, además, que la ingesta de carnes rojas, procesadas o no, se asoció a un riesgo elevado de mortalidad de todos los tipos. Así, por cada ración por día, el riesgo de mortalidad aumentó en un 12%, siendo del 13% para carnes no procesadas y hasta del 20% en las procesadas. Específicamente, en el caso del beicon y los perritos calientes, se observó un riesgo superior. No obstante, la sustitución de una ración de carne roja por una de pescado, ave, etc., redujo el riesgo de mortalidad: un 7% con pescado, un 14% con pollo, un 19% con nueces, un 10% con verduras o un 14% con cereales.
Por todo ello, se estimó que podrían haberse reducido el 9,3% de las muertes totales en hombres y el 7,6% en mujeres si hubieran consumido menos de 0,5 raciones diarias de carnes rojas.