La pandemia de COVID-19 iniciada de manera abrupta a escala mundial el pasado año ha transformado radicalmente nuestro día a día, afectando a todos los ámbitos de la sociedad y a todos los niveles.
Hoy por hoy, esta enfermedad sigue acaparando muchas incógnitas, dudas y miedos entre los pacientes. Con la llegada del invierno, sobre todo, se incrementan las consultas en la farmacia relacionadas con la dificultad de diferenciar la sintomatología propia del SARS-CoV-2 de determinadas patologías respiratorias, como son el resfriado común y la gripe, o de las habituales alergias a los pólenes o el asma.
Las condiciones meteorológicas que acompañan al invierno permiten que determinados virus sobrevivan mejor, hacen que nos encontremos más tiempo en espacios cerrados (lo que incrementa la exposición a los gérmenes), y ralentizan nuestro sistema inmunitario. Todo ello contribuye a que la incidencia de gripe y resfriados aumente de manera considerable durante esta época del año.
Por otro lado, aunque las alergias primaverales producidas tras el contacto del organismo con determinadas sustancias externas (denominadas alérgenos) alcanzan sus niveles máximos en la época de florecimiento, los primeros pólenes de arizónicas y cipreses aparecen en el aire en los meses de enero y febrero, siendo habitual que determinados pacientes comiencen a sufrir los incómodos síntomas típicos de la estación de las flores mucho antes de la primavera.
A todo ello se añade que aquellos individuos que sufren una enfermedad crónica como el asma son especialmente vulnerables ante la actual pandemia. Forman parte de los grupos de riesgo y generan numerosas consultas, gran parte de ellas orientadas a dudas sobre un posible contagio debido a la coincidencia de síntomas compatibles con la COVID-19, como son la tos y la disnea.
Cómo diferenciar la COVID-19 de las alergias y el asma
La farmacia comunitaria suele ser el primer lugar al que acude la población para consultar muchos temas de salud, más aún en estos últimos meses, cuando la presión asistencial debido a la actual pandemia ha ido en aumento.
Precisamente, los pacientes asmáticos, los alérgicos y aquellos que sufren patologías leves como resfriado común o gripe son generalmente asiduos a la farmacia, adonde acuden a menudo a por su medicación o a realizar consultas ante el inicio de una sintomatología leve.
Como profesional sanitario accesible y cercano, el farmacéutico comunitario no solo desempeña un papel clave en la detección temprana de personas susceptibles de resultar positivas, sino también en la derivación al médico cuando sea necesario, y en la educación y formación a los pacientes en las diferentes recomendaciones sanitarias.
Por tanto, como personal sanitario situado en primera línea contra el virus, los farmacéuticos debemos disponer del conocimiento adecuado para diferenciar los síntomas relacionados con otras patologías respiratorias prevalentes (como el resfriado, la gripe y la rinitis alérgica), difundir la información a la población y actuar convenientemente ante posibles pacientes con COVID-19.
Las singularidades que permiten distinguir las diferentes patologías radican en sus síntomas y su curso. Los parámetros que podemos considerar para analizar las manifestaciones de estos trastornos son los siguientes: duración y aparición de los síntomas, manifestaciones clínicas y otros factores diferenciales.
Duración y aparición de los síntomas
En primer lugar, el comienzo y la duración de los síntomas entre estos trastornos son diferentes. La manifestación de la COVID-19 precisa generalmente periodos largos, de 7 a 21 días, mientras que los signos en la alergia duran menos y en ocasiones se manifiestan tan solo en determinadas horas y de forma periódica. Las molestias provocadas por las alergias aparecen y desaparecen de forma intermitente y pueden intensificarse en determinadas situaciones: por ejemplo, aumentan en días ventosos y se recrudecen a primera hora de la mañana y a última hora de la tarde.
Por otro lado, los síntomas de la alergia aparecen generalmente de manera temporal, sobre todo si se debe a pólenes. Los síntomas se agudizan cuando el paciente está al aire libre y, por el contrario, se reducen claramente cuando se mantiene en espacios cerrados.
Los casos de coronavirus presentan síntomas leves, progresivos y persistentes, similares a los de una gripe, y generalmente se asocian desde el principio a un malestar general.
Manifestaciones clínicas (tabla 1)
La alergia suele presentar a menudo síntomas oculares, tales como lagrimeo constante y picor, algo que en la COVID-19 solo se produce a veces. El dolor de cabeza en la alergia es esporádico y poco intenso, mientras que en la COVID-19 se presenta de manera más intensa y persistente.
La fiebre es un síntoma habitual en la COVID-19, mientras que en el caso de la alergia es ocasional en pacientes asmáticos o en casos de sinusitis aguda.
La disnea suele presentarse en la COVID-19 de manera prolongada en el tiempo en casos moderados (aproximadamente durante 15 días), mientras que en la alergia se produce de forma corta y periódica cuando existe asma.
Otros síntomas habituales en la COVID-19 son malestar general, cansancio y debilidad, así como la pérdida del gusto y del olfato.
En la alergia, en cambio, se manifiestan con más frecuencia otro tipo de síntomas, como estornudos en cadena, rinitis fundamentalmente de picor nasal y ocular, mucosidad y nariz taponada.
La tos es el síntoma coincidente que más puede hacernos dudar. En la COVID-19 es muy habitual y se caracteriza por ser una tos seca; en los pacientes con asma puede ser tanto seca como productiva. Los casos de tos por alergia temporal son menos frecuentes, y se producen ante la exposición al alérgeno (generalmente cuando la persona ha estado expuesta al aire libre). Suele mejorar o cesar por completo cuando el paciente pasa unas horas en un lugar cerrado.
- Respuesta ante el tratamiento farmacológico. En los casos de alergia, la administración de antihistamínicos tópicos u orales suele conseguir que la rinitis remita con rapidez, mientras que los broncodilatadores de rescate como salbutamol o terbutalina acostumbran a revertir con facilidad los síntomas del asma. El empleo de analgésicos y antiinflamatorios como paracetamol y los AINE no es útil en los casos de alergia; sin embargo, la Agencia Española del Medicamento sí los considera la primera alternativa para el tratamiento sintomático de la fiebre y los síntomas menores que suelen presentarse en pacientes no graves de coronavirus.
- Transmisión. Por último, es importante destacar que la COVID-19 se contagia con facilidad de persona a persona; sin embargo, la alergia no es un proceso infeccioso, sino una reacción de hipersensibilidad del sistema inmunitario ante diferentes alérgenos, y por tanto no se contagia.
En cualquier caso, no hay una clara evidencia de cómo discernir entre la COVID-19 y un agravamiento del asma debido a una infección viral como el resfriado o la gripe, por lo que ante estas situaciones será necesario acudir a los profesionales sanitarios siguiendo las recomendaciones oportunas.
Por otro lado, si existen uno o más síntomas muy frecuentes compatibles con COVID-19 y el paciente cumple con el criterio de contacto estrecho, deberá derivarse al médico de familia o al servicio correspondiente de la zona que se encargue de los casos sospechosos como «paciente con posible infección por coronavirus».
El protocolo de actuación en farmacia comunitaria de la Sociedad Española de Farmacéuticos comunitarios y de Familia (SEFAC) describe los síntomas menores compatibles con COVID-19 y algunas «situaciones especiales» ante las cuales el farmacéutico comunitario debería derivar al paciente:
- Síntomas muy frecuentes de pacientes con COVID-19: respiración con dificultad/sensación de falta de aire, fiebre y tos seca.
- Situaciones especiales: patologías crónicas respiratorias (asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica [EPOC], bronquiectasia, fibrosis pulmonar...) que pueden empeorar por infección vírica, inmunodeprimidos y embarazadas.
Desde la atención médica, se procederá al adecuado cribado siguiendo los protocolos establecidos por el Ministerio de Sanidad en función de los síntomas y antecedentes de exposición, pudiendo, en caso necesario, instaurar rápidamente medidas de aislamiento inmediatas.
Es importante tener en cuenta que el uso de nebulizadores puede transmitir partículas virales y aumentar, por tanto, el riesgo de diseminar el coronavirus a otras personas o al personal sanitario. Si el paciente necesita emplear los nebulizadores, debe hacerlo en un lugar ventilado y en ausencia de otras personas o reduciendo su exposición.
Continua actualización y revisión de la información sobre la COVID-19
Desde que se tuvo conocimiento de esta enfermedad en diciembre de 2019, cuando la Comisión Municipal de Salud y Sanidad de Wuhan informó sobre un grupo de 27 casos de neumonía de etiología desconocida, y la posterior declaración el 11 de marzo por la OMS de pandemia mundial, el esfuerzo conjunto de la comunidad científica internacional no ha cesado.
La COVID-19 es una nueva enfermedad. Por el momento, los datos y la información acerca del impacto de muchas afecciones subyacentes (así como si aumentan o no el riesgo de enfermar gravemente a causa de la COVID-19) son limitados.
La evolución de los acontecimientos está generando gran cantidad de información que se modifica rápidamente con nuevas evidencias. Por tanto, el conocimiento de esta infección sigue siendo, hoy por hoy, incompleto, se encuentra en continua evolución y aún cuenta con muchos interrogantes.
Es muy importante en todos los casos seguir las recomendaciones que provengan de fuentes oficiales, como el Ministerio de Sanidad y la OMS. Los farmacéuticos comunitarios debemos erigirnos en un altavoz de estas recomendaciones, y seguir día a día aprendiendo más acerca de la COVID-19.
Bibliografía
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