Trataré de enunciar algunos de los perjuicios que estos expertos señalan y que las campañas de concienciación transmiten, aunque, por los resultados, parece que con dudoso éxito. Me preguntaré por qué y trataré de dar algún consejo desde el punto de vista profesional y político-social.
Según la Universidad de Valencia (Plan Nacional de Drogas), los daños cerebrales desencadenados por ingestas masivas de alcohol en adolescentes y universitarios afectan a las zonas frontal y ventral del cerebro, e inciden en las funciones cognitivas, la memoria del trabajo y las capacidades de planificación y organización. También se ven interferidas la toma de decisiones y la supervisión de los comportamientos, y la falta de autocontrol de los sentimientos es una de las consecuencias importantes.
Debo reconocer que el análisis que publicó Ana Callejo Mora la semana del 18 al 24 de noviembre de 2013 en Correo Farmacéutico (pág. 20, Medicina) ha sido la razón definitiva para que yo decidiera alertar de que algo debe hacerse desde la propia sociedad y los políticos con responsabilidades sociales y sanitarias. En programas de televisión y radio también se hace hincapié en ello, y se detecta que el conflicto reside en los que venden alcohol y no cumplen con las disposiciones que los gobiernos han establecido, pero también en la falta de coordinación entre los diferentes cuerpos policiales encargados de velar por el cumplimiento de las leyes, en las habilidades de los propios jóvenes para saltarse las ordenanzas y continuar haciendo sus botellones en las calles con drogas (entre ellas, marihuana) mezcladas con alcohol, y, finalmente, en los padres que no dan importancia a los excesos de sus hijos, en muchos casos porque ellos han sido o continúan siendo adictos a las bebidas con alcohol.
Los resultados de una investigación del University College de Londres, publicada a mediados de enero de este año en la revista Neurology, indican que el consumo excesivo de alcohol (36 g de alcohol diarios o tres copas de vino), de manera habitual, adelanta la pérdida de memoria una media de unos seis años. El tamaño del cerebro se reduce, así como la formación de células nuevas del hipocampo, que es una de las regiones fundamentales de la memoria. Todo ello acompañado además de afectación del resto de órganos, que se sabe pueden resultar dañados por un exceso de alcohol (hígado, corazón y páncreas, entre otros).
En La Vanguardia del 14 de febrero, en un interesante trabajo sobre un método diseñado en EE.UU. para identificar los talentos innatos dominantes de cada persona, sea un niño, un alto ejecutivo o un joven emprendedor, se afirma que: «Las capacidades tienen un fuerte componente innato, entre los 3 y los 16 años se forman los talentos a partir de la fractura de millones de conexiones sinápticas en el cerebro». Considerando, pues, que la base del talento es fisiológica, el estudio señala que a los 16 años los talentos de un individuo están ya definidos.
Francisco Pascual, asesor médico de la Federación de Alcohólicos Rehabilitados de España, aporta un dato muy preocupante: «A las consultas están empezando a llegar chavales a partir de 13 años que consumen cannabis y luego alcohol». Y según Julio Bobés, presidente de Socidrogalcohol, «cada vez hay más repetidores de coma etílico en los servicios de urgencias».
Sin duda hace falta más comunicación entre padres e hijos, sin banalizar el riesgo que la ingesta de alcohol supone para el cerebro del adolescente. Los centros educadores, los propios adolescentes y la familia deben aceptar que son necesarias medidas reguladoras del consumo de esta sustancia de manera abusiva. Deben establecerse acuerdos en cuanto a la necesidad de aplicar medidas y castigos al exceso de consumo.
Me permito sugerir que el deporte y las actividades sociales o comunitarias, así como la estimulación de la cultura en sus distintos ámbitos, podrían ser más atractivos para los jóvenes que la cansina y engañosa fiesta del botellón.
Los médicos, los farmacéuticos, el resto de profesionales sanitarios, padres y educadores y, por supuesto, los políticos deben actuar con urgencia para que, como digo en el título, el consumo de alcohol, psicofármacos y drogas en la juventud no devenga en una tragedia.