El organismo convierte el ALA en ácido eicosapentanoico (EPA) y posteriormente en ácido docosahexanoico (DHA). El porcentaje de transformación de ALA a EPA es mayor que a DHA, de manera que únicamente una pequeña proporción del ALA ingerido se convierte en DHA (<1%), por lo que es importante incluirlo en la dieta, ya que una aportación elevada de ALA no incrementa la ratio de conversión a DHA e incluso llega a reducirla. La capacidad de conversión a DHA es mayor en mujeres que en hombres. Por su parte, a partir del AL se sintetizan ácido gammalinolénico (GLA) y ácido araquidónico (AA).
Los ácidos grasos esenciales intervienen en el mantenimiento de las membranas celulares de los tejidos (piel, retina, cerebro, vasos sanguíneos...) y dan lugar a compuestos con actividad biológica como los eicosanoides (prostaglandinas [PGE], tromboxanos [TXA] y leucotrienos [LT]), que participan como mediadores en el sistema nervioso central, en los procesos inflamatorios y en la respuesta inmunitaria. De esta manera, el EPA es el precursor de los eicosanoides de la serie 3, que tienen poca actividad biológica, el AA de los eicosanoides de la serie 2, y el GLA de la serie 1 y de las resolvinas de la clase E, que conducen a la resolución de la respuesta inflamatoria. El DHA produce el antiagregante plaquetario neuroprotectina D1 y las resolvinas de la serie D, con acción neuroprotectora y antiinflamatoria.
En este artículo se revisan las propiedades de los ácidos grasos esenciales, los alimentos que los contienen, las situaciones en las que puede ser necesaria una suplementación, los productos disponibles en la farmacia y las precauciones, contraindicaciones y posibles efectos adversos, con el fin de ayudar al farmacéutico en la selección del preparado más adecuado y en el asesoramiento profesional a los usuarios.
Recomendaciones dietéticas
Las necesidades de los ácidos grasos esenciales varían a lo largo de la vida y según el estado de salud. Para que una dieta sea equilibrada, se recomienda que el aporte calórico de la grasa ingerida en adultos suponga del 20 al 35% de la energía total consumida (tabla 1). Por su parte, el aporte de ácidos grasos esenciales debe ser de un 6-10%. Concretamente, según se recoge en el informe de la OMS/FAO, la ingesta de omega-6 ha de suponer entre el 5 y el 8%, y la de omega-3 del 1 al 2%.
Diversos organismos internacionales, sociedades científicas e instituciones han publicado recomendaciones de ingesta de ácidos grasos omega-3 y omega-6 en lactantes, niños y adultos (tablas 2 y 3). La EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, en sus siglas en inglés) establece una ingesta diaria para adultos de 250 mg de ácidos grasos omega-3 (EPA más DHA) para conservar una buena salud cardiovascular y preservar tanto la función cerebral como la visión, así como una dosis de 10 g/día de AL y de 2 g/día de ALA, para el mantenimiento de los niveles normales de triglicéridos en sangre. Durante el embarazo y la lactancia, la OMS/FAO recomienda asegurar un aporte de 300 mg de omega-3, de los cuales al menos 200 mg deberían ser de DHA.
El AL y el ALA compiten por las mismas enzimas, teniendo el primero de ellos mayor afinidad. El predominio de una u otra vía metabólica dependerá de la cantidad de ácidos grasos ingerida de una u otra clase.
En la dieta habitual de los países occidentales, el balance de ácidos grasos omega-3/omega-6 puede llegar a ser de 1:25, debido al descenso del consumo de alimentos que contienen omega-3, como los pescados azules. El exceso de omega-6 origina un aumento de la producción de AA que induce un desequilibrio en la producción de eicosanoides. Aumentan los niveles de TXA2, PGE2 y LTB4, que sólo deberían producirse en pequeñas cantidades para mantener una proporción adecuada con los eicosanoides como la PGE1. Todo ello conlleva el desarrollo progresivo de trastornos cardiovasculares (p. ej., aumento de la presión arterial), inmunitarios (alteraciones de la respuesta inflamatoria) y desequilibrios hormonales (diabetes) y metabólicos (hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia).
Por este motivo, se recomienda aumentar la proporción de ácidos grasos esenciales omega-3 con el fin de mantener la relación entre la ingesta de ácidos grasos omega-3 y omega-6 de 1:5 a 1:10, y reducir así el riesgo de padecer enfermedades cuya prevalencia es elevada en países desarrollados.
La concentración de los ácidos grasos esenciales en los diferentes tejidos varía en función del tipo de ácidos grasos (tabla 4). El DHA es el principal y más activo omega-3, localizándose en mayor concentración en la retina, el cerebro y el esperma. Tanto por su requerimiento como por su almacenamiento limitado en el tejido adiposo, la aportación diaria en la alimentación de DHA es de vital importancia. La proporción de EPA en el corazón, el hígado y el bazo es mínima, mientras que el ALA apenas se almacena. El AA se distribuye en los diferentes tejidos.
Acciones
Omega-3
Sistema cardiovascular
El EPA y el DHA tienen efecto antiagregante y antiarrítmico, por lo que son útiles en pacientes hipertensos, ya que reducen la presión sanguínea y contribuyen a prevenir la aterosclerosis al disminuir las concentraciones de colesterol y los niveles de triglicéridos en plasma, consiguiendo una relación HDL/LDL favorable. De hecho, los estudios realizados han demostrado que los aceites de pescados ricos en omega-3 pueden prevenir y disminuir la incidencia de la ateroesclerosis, angina de pecho, ataque cardiaco, arritmias e infartos, aunque la dosis requerida es alta, por lo que el tratamiento debe ser supervisado por el médico. Existen medicamentos que contienen EPA y DHA (1-3 g diarios) y están aprobados en el tratamiento adyuvante en la prevención secundaria de infarto de miocardio. También la ingesta de GLA se ha relacionado con una reducción de los valores elevados de presión sanguínea.
Sistema nervioso
Los omega-3 son necesarios para el correcto funcionamiento y desarrollo cerebral. También mejoran los problemas visuales, pues favorecen la síntesis de las membranas celulares de las neuronas del nervio óptico.
Las dietas deficitarias en DHA pueden inducir bajos niveles de serotonina, lo que se relaciona con un aumento de la incidencia de depresión, agresividad y pérdida de memoria, con la consiguiente disminución de la capacidad de aprendizaje. Los ácidos grasos de la familia omega-3 tienen un papel destacado en la prevención de algunas enfermedades degenerativas, y podrían disminuir los síntomas de los individuos con trastorno bipolar, depresión, enfermedad de Alzheimer, alcoholismo, síndrome de Zellweger y fenilcetonuria.
También los niños con trastornos de hiperactividad y déficit de atención presentan menores niveles de omega-3 y omega-6.
Sistema inmunitario
El EPA es necesario para la síntesis de PGE3, de acción inmunoestimuladora. Puede influir de manera positiva en la psoriasis, la artritis reumatoide, el lupus y otros problemas relacionados con la inmunidad. Estudios en pacientes a los que se les ha añadido al tratamiento tópico de la psoriasis suplementos en omega-3 han demostrado que los síntomas mejoran. El EPA y el DHA reducen la respuesta inflamatoria.
Aparato digestivo
Un aporte adecuado de omega-3 puede aliviar los síntomas de la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, e incluso reducir el riesgo de padecer cáncer de colon.
Otros
Los omega-3 pueden proporcionar beneficios sobre la diabetes, ya que algunas personas con esta patología no pueden convertir eficientemente el ALA a EPA y DHA.
Por otra parte, estudios epidemiológicos sugieren que las dietas ricas en omega-3 reducen la incidencia y riesgo de padecer cáncer de próstata o de mama. También se ha descrito que la ingesta de ácido graso esencial y la disminución de omega-6 mejoran los síntomas de la artritis reumatoide.
Además, las mujeres mayores de 65 años con aporte de EPA y GLA suelen presentar menor pérdida de la masa ósea, por lo que la complementación de la dieta con estos ácidos grasos podría disminuir la incidencia de osteoporosis.
Omega-6
Además de sus efectos beneficiosos sobre la hipertensión, la hiperactividad y el déficit de atención, la artritis reumatoide y la psoriasis, estos ácidos grasos también pueden resultar útiles en la prevención y tratamiento de otras patologías:
- Neuropatías diabéticas. Varios estudios han demostrado que la toma de GLA durante 6 meses podría reducir el dolor en las personas con neuropatías diabéticas.
- Alergias. Aunque no se ha demostrado un efecto directo sobre la reducción de los síntomas de alergia, se ha descrito que las mujeres propensas a este tipo de trastornos presentan bajos niveles de GLA.
- Con respecto al cáncer de mama, al menos un estudio ha demostrado que las mujeres que toman GLA presentan mejor respuesta al tratamiento con tamoxifeno que aquellas que sólo reciben tamoxifeno. Otros trabajos sugieren que podría inhibir la actividad de las células tumorales, pero la evidencia disponible es aún controvertida, ya que otros estudios concluyen que las dietas ricas en omega-6 podrían favorecer el desarrollo del cáncer de mama.
- En cuanto al posible efecto del ALA y el GLA en el control de los síntomas vasomotores de la menopausia, no se dispone de evidencia que apoye su uso en dicha indicación.
Beneficios de la ingesta de ácidos grasos esenciales en determinadas etapas de la vida
Una adecuada ingesta de ácidos grasos esenciales es fundamental a lo largo de toda la vida, pero resulta de especial importancia en distintas situaciones especiales.
Gestación y primera infancia (lactantes y jóvenes de hasta 18 años)
El EPA y el DHA son necesarios para el crecimiento y desarrollo del cerebro. El DHA contribuye al desarrollo visual normal desde la etapa embrionaria hasta los 12 meses de edad. Los lactantes alimentados con leche materna o con leches enriquecidas con omega-3 (en concreto con DHA) presentan un mejor desarrollo, además del beneficio preventivo frente a diversas patologías.
Mujeres gestantes
Estudios realizados en diversos países europeos sugieren que una ingesta de ácidos grasos esenciales omega-3 de 270 mg/día durante la gestación reduce la incidencia de nacimientos prematuros, aumenta el peso de los recién nacidos y favorece el desarrollo del sistema nervioso y la función visual.
Población anciana
El EPA y el DHA tienen un efecto positivo sobre la longevidad debido a su beneficio para la salud, ya que disminuyen el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y previenen las muertes prematuras por ictus o infartos.
Deficiencia
Cuando no se ingiere suficiente cantidad de ácidos grasos esenciales a lo largo de un tiempo prolongado, aumenta el riesgo de hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares. También puede verse disminuida la capacidad retentiva (alteraciones de la memoria), y pueden producirse cambios de humor o depresión.
Si esta deficiencia se produce durante el desarrollo embrionario, puede aumentar la posibilidad de partos prematuros y verse reducido el peso del neonato, comprometiendo el desarrollo normal del sistema nervioso y alterando la función visual y la evolución cognitiva y motora.
Los pescados, los frutos secos y algunos alimentos de origen vegetal, como los aceites (maíz, soja, girasol...), son ricos en ácidos grasos esenciales (tabla 5). El AL, concretamente, se encuentra en cantidades apreciables en el aceite de girasol y en algunos pescados. Las principales fuentes de omega-3 son los pescados grasos de agua fría (atún, caballa, sardina y anchoa, salmón, arenque, trucha...), que se conocen como pescados azules, y algunos mariscos (como mejillones y gambas).
Actualmente, existen además alimentos enriquecidos con ácidos grasos omega-3, como leche, carne y huevos.
Las leches infantiles incorporan ácidos grasos esenciales en cantidades similares a las existentes en la leche materna, y están enriquecidas con DHA.
Complementos alimenticios
Aunque se ha de aconsejar una dieta sana y equilibrada, ya que los complementos alimenticios no deben utilizarse como sustitutos de la dieta, la ingesta de ácidos grasos esenciales puede ser insuficiente, sobre todo en algunos grupos de población. Por tanto, en esos casos se requiere un aporte extra que puede realizarse con los complementos existentes en el mercado. En la actualidad, existen preparados de omega-3 registrados como medicamentos de prescripción médica, con una cantidad de EPA de 460 mg y 380 mg de DHA por cápsula, indicados en la prevención secundaria de los infartos y/o en el tratamiento de la hipertrigliceridemia.
Por otra parte, se dispone de una amplia gama de complementos alimenticios especialmente formulados para cubrir las necesidades nutricionales, tanto de adultos sanos como de embarazadas y madres lactantes. No todos los complementos indican claramente la cantidad o la naturaleza de los ácidos grasos, por lo que desde la farmacia deberían seleccionarse aquellos que facilitan una información más detallada y que, por tanto, permiten la recomendación más adecuada en cada caso.
A través de los suplementos, es posible mejorar el balance omega-3/omega-6. Estos suplementos son especialmente recomendables en:
- Personas que no consumen suficiente pescado (la ingesta necesaria de ALA en vegetarianos puede cubrirse con alimentos, pero se necesitarían suplementos de DHA).
- Pacientes con patologías cardiovasculares.
- Mujeres embarazadas y en periodo de lactancia.
Con respecto a los posibles riesgos en casos de utilización excesiva, la EFSA considera que una ingesta suplementaria combinada de EPA y DHA (incluso en dosis superiores a 5 g diarios) no representa riesgo para los adultos.
Los complementos de ácidos grasos esenciales están contraindicados en:
• Personas alérgicas o con hipersensibilidad al pescado o marisco.
• Pacientes que reciben tratamientos anticoagulantes o con trastornos de la coagulación (dosis mayores de 3 g de EPA y DHA diarias aumentan el riesgo de hemorragias internas).
• Personas con disfunciones hepáticas o enfermedad renal.
También deben emplearse con especial precaución en pacientes asmáticos sensibles al ácido acetilsalicílico, y no están recomendados en niños ni en mayores de 70 años debido a la ausencia de datos clínicos sobre su utilización.
Efectos adversos
Cuando se consumen en dosis altas, los preparados con ácidos grasos esenciales pueden causar:
- Náuseas, dispepsia y diarrea.
- Descenso moderado de la presión arterial e incremento de los efectos de los fármacos antihipertensivos.
- Ligera reducción de los niveles de glucemia.
- Aumento de los valores de colesterol total en sangre.
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