El farmacéutico que construyó relojes de sol e inventó un lenguaje

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En el último tercio del siglo XIX se desarrolló en nuestro país una corriente intelectual denominada librepensamiento, definido como una actitud filosófica consistente en evitar todo dogmatismo y confiar en la razón para tratar de distinguir lo verdadero de lo falso a través de la tolerancia y el diálogo. Así, un librepensador sostiene que el acercamiento a la verdad puede hacerse sobre la base de la razón, la lógica y el empirismo en lugar de la autoridad, la tradición, la revelación o algún dogma en particular.  

Serafín Villarroya Lahoz nació en 1881 en Cuevas de Almudén (Teruel), hijo de unos modestos agricultores. Realizó los estudios de Farmacia en Barcelona. Con sacrificio y aplicación, consiguió realizar los cinco años de carrera en solo tres, mientras trabajaba como dependiente en una farmacia barcelonesa, obteniendo su título de farmacéutico en 1902.  

Ejerció la profesión inicialmente en su localidad natal, de la que también fue alcalde, y posteriormente en Arnedillo (Logroño) y en las poblaciones zaragozanas de Torrellas y Novallas. En estas localidades, Serafín estudió aspectos relacionados con la rotación de cultivos agrícolas y el uso de abonos y fertilizantes para los mismos. Divulgaba sus hallazgos entre sus convecinos agricultores con el objetivo de que aumentaran el rendimiento de sus tierras como camino para la mejora de sus condiciones de vida. Fundó la sociedad La Agrícola, también con la pretensión de reducir a los habitantes de la comarca los efectos de la usura.  Así mismo, su inquietud científica lo convirtió en un experto en los aspectos matemáticos del funcionamiento de los relojes de sol, conocimiento que plasmó en su obra publicada en 1912 Gnomónica: arte de construir relojes de sol. Su mentalidad curiosa y científica también lo acercó a la entonces incipiente práctica de la fotografía, conservándose algunas muestras de su afición en retratos a familiares, paisanos y actividades sociales.   

También se incorporó activamente a la difusión del esperanto en España, que daba sus primeros pasos tras la publicación de sus bases en 1887. Serafín incluso concibió un lenguaje universal aún más sencillo, que denominó Fagepir y del que se conservan manuscritos, su gramática y un cuaderno de vocabulario. 

En el plano profesional, colaboró activamente con publicaciones como La Voz de la Farmacia y La Farmacia Española. Su principal contribución fue ser el principal redactor del Montepío Farmacéutico Nacional, que fue aprobado en 1928 por la Asamblea de la Unión Farmacéutica Nacional. El proyecto no tuvo desarrollo, posiblemente por la colisión con los intereses de otras instituciones de previsión sanitaria de la época. 

El 22 de julio de 1936, partidarios de la sublevación militar iniciada días antes en nuestro país y que originó la Guerra Civil, lo sacaron de su domicilio por la fuerza. Trasladado a Ejea de los Caballeros, fue fusilado el 6 de agosto de 1936.

Serafín Villarroya Lahoz fue un farmacéutico rural, librepensador, regeneracionista y firme defensor de las libertades individuales, la dignidad y la mejora de las condiciones de vida de sus conciudadanos. Solidario y comprometido con su época, fue capaz de implicarse en diversas áreas científicas y profesionales con rigor y responsabilidad. En 2008 fue inaugurada con su nombre la Biblioteca pública de Cuevas de Almudén, existiendo también en Novallas una calle dedicada a su admirable figura.