A finales del siglo XIX, con la fundación de la American Hospital Association, comienza a debatirse y analizarse cómo se debe organizar humana y materialmente un hospital, más allá de la medicina que se practica en el mismo. Esta dinámica provoca, entre otros cambios, la aparición de los departamentos de dietética en los hospitales a lo largo de la primera mitad del siglo XX, orientados a actividades administrativas, clínicas y formativas.
En este contexto y en 1929, se produce la apertura en Santander de la denominada Casa de Salud Valdecilla (actual Hospital Universitario Marqués de Valdecilla). A este centro asistencial se incorporó la farmacéutica Isabel Torres Salas, nacida en Cuenca en 1905 y licenciada en Farmacia en 1928 por la Universidad Central de Madrid. Durante sus estudios vivió en la Residencia de Señoritas, beneficiándose de las infraestructuras y del ambiente intelectual de esta institución, que facilitaba la dedicación universitaria de las mujeres.
Al acabar sus estudios, la vocación investigadora de Isabel Torres hace que solicite y obtenga su incorporación como alumna interna en el Servicio de Química de la Casa de Salud Valdecilla. Como resultaba habitual en esta difícil época para la mujer, era la única entre más de setenta profesionales, lo que generó dificultades para definir su adscripción al hospital, apareciendo como integrante sin cargo ninguno, como farmacéutica sin salario e incluso como médico externo de guardia. Durante este periodo, Isabel Torres se dedica a analizar el valor nutricional de las comidas de los enfermos del hospital. Este excelente trabajo de investigación aplicada supuso una auténtica revolución en el manejo terapéutico de la dieta intrahospitalaria, pasando a utilizar el contenido en glúcidos, proteínas, lípidos y calorías de la dieta como elementos determinantes de su prescripción, abandonando el concepto, empleado hasta entonces, de peso de la dieta expresado en kilogramos. Su trabajo constituyó su tesis doctoral, titulada «Contribución al estudio de la composición química de los alimentos españoles», defendida y publicada en 1932 y con la que obtuvo su título de Doctora en Farmacia.
Posteriormente, se traslada a Madrid y se integra en el Instituto de Patología Médica, dirigido por Gregorio Marañón. En 1934, obtiene una beca de la Junta de Ampliación de Estudios y se traslada a Alemania para trabajar con el Premio Nobel de Medicina Otto Meyerhof, especializándose en fisiología del músculo y metabolismo de los hidratos de carbono. En 1936, ante la imposibilidad de regresar a una España en los inicios de la guerra civil, continúa en la Universidad de Múnich, donde investiga sobre la estructura de la vitamina K.
A su vuelta a España en 1939, Isabel Torres se incorporó al laboratorio farmacéutico industrial Farmacéutica Cántabra, llegando a ser su directora técnica. Nunca más volvería a la investigación básica, su auténtica vocación; no era posible en un país devastado por la guerra y que había perdido en tres años el esfuerzo de varias generaciones de científicos. Como ella misma afirmó, «Morí, a la investigación básica, en 1939». Se jubiló en 1966 y falleció en Granada en 1998. Su trabajo como investigadora farmacéutica fue reconocido en 2004 con la creación del «Aula Interdisciplinar Isabel Torres de Estudio de las Mujeres y del Género» de la Universidad de Cantabria, que otorga bianualmente el Premio Isabel Torres a investigaciones relevantes sobre ambas materias.