Todas estas acciones han contribuido, una vez más, a situar al farmacéutico como el profesional sanitario más próximo y cercano a la ciudadanía, atendiéndola 24 horas al día durante los siete días de la semana. Esta vocación de servicio, sumada a la falta de medios, ha provocado un resultado irreparable: en el momento en que se escriben estas líneas, 18 farmacéuticos han fallecido por garantizar que los pacientes tengan sus tratamientos, a los que deben sumarse otros 500 contagiados o en cuarentena.
«En lo que toca a la investigación, en la industria farmacéutica estamos en el ámbito global en una carrera contrarreloj para lograr un medicamento o una vacuna eficaces; esto está implicando una movilización sin precedentes de recursos científicos y económicos, y una estrecha colaboración entre compañías y con gobiernos e instituciones públicas de investigación. En apenas unos meses se han superado el centenar de proyectos en marcha con potenciales tratamientos, lo que nos hace ser optimistas sobre el éxito de alguno de ellos», destaca.
Otro aspecto que subraya es «el relevante papel que desempeña España, ya que participamos en más de 55 ensayos clínicos, en marcha o a punto de hacerlo».
«Con respecto al desafío del suministro, las compañías farmacéuticas han sido muy conscientes desde el comienzo de la crisis de la importancia de que no se produjeran problemas. Las más de 80 plantas de producción de medicamentos de uso humano ubicadas en España están trabajando a pleno rendimiento –ampliando turnos e incrementando la producción en determinados casos–, y se ha asegurado al tiempo la importación de medicamentos no fabricados en España», resume Arnés.
En su opinión, la colaboración entre los diferentes agentes ha permitido que no se hayan producido desabastecimientos. Y concluye recalcando el papel de las compañías farmacéuticas tanto en donaciones como en ayudas directas a organizaciones sociales (en especial para la atención a domicilio y en las residencias de mayores) y de voluntariado, con más de 250 profesionales de laboratorios que se han movilizado para ayudar a los equipos sanitarios.
Jesús Aguilar, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF), pone de manifiesto que en este contexto de emergencia sanitaria «el farmacéutico se ha consolidado como el profesional sanitario más cercano al ciudadano. Y la farmacia como el establecimiento sanitario más accesible, sin listas de espera ni cita previa, con más de 22.000 farmacias que permanecen abiertas con 54.000 farmacéuticos dispensando los medicamentos e informando a la población como han hecho desde el principio».
Como recuerda, el Consejo General, «con el fin de impulsar y coordinar la acción de las farmacias, se puso a trabajar y remitió el 13 de marzo a las autoridades sanitarias una batería de medidas para potenciar la prevención y garantizar el acceso a los medicamentos».
Desde su punto de vista, el trabajo «ha ido dando sus frutos» y las administraciones sanitarias han ido implantando algunas de estas propuestas «en especial para los más vulnerables»: así, se han suscrito convenios con Cáritas y Cruz Roja, con la autorización del Ministerio de Sanidad, para facilitar a las personas afectadas su medicación en los hogares. También se ha recogido la posibilidad de dispensar algunos medicamentos hospitalarios desde las farmacias. «En ambos casos, además de evitar desplazamientos y riesgos innecesarios, promovemos la adherencia y descongestionamos los hospitales», apunta Aguilar.
¿Cómo se ha modificado el papel diario?
«Los farmacéuticos han tenido que buscar sus equipos de protección individual para poder seguir asistiendo a la población sin contagiarse ni contagiar. Además, las farmacias han absorbido gran parte de la presión asistencial de la atención primaria. Para responder a estos retos, la Organización Farmacéutica Colegial ha ido dotando a la profesión de procedimientos y herramientas para poder desarrollar su labor en esta situación excepcional», indica el presidente del CGCOF.
Y, como recalca, «desgraciadamente, este compromiso ha tenido sus repercusiones: 17 profesionales de la farmacia han fallecido y hemos llegado a tener cerca de 500 contagiados o en cuarentena. Y 65 farmacias estuvieron cerradas temporalmente».
En cuanto a la vocación social de la farmacia, Aguilar recuerda iniciativas como Mascarilla 19, con más de 16.000 farmacias ayudando a detectar casos de violencia de género, y la colaboración con la Guardia Civil en la detección de mayores que no acuden a la farmacia por su medicación, por si están en situación de riesgo.
Jesús C. Gómez, presidente de SEFAC, coincide en la labor «fundamental» de los farmacéuticos para mejorar la gestión de la crisis, «pues, no en vano, las farmacias comunitarias han sido uno de los pocos establecimientos abiertos al público de manera constante».
«Esto nos ha obligado también como profesionales a hacer esfuerzos, pues no hemos contado con el apoyo de la Administración en la provisión de medios y recursos para nuestra protección y cada farmacia ha tenido que organizarse como mejor ha podido y sabido para adaptar sus instalaciones y proteger a su personal y a los pacientes de la mejor manera posible, instalando mamparas, señalética para las distancias de seguridad, equipándonos con mascarillas, guantes, desinfectando zonas de atención...», lamenta.
Pese a todo, Gómez considera que «el compromiso con la población ha sido total y desde SEFAC hemos ofrecido nuestra absoluta colaboración en diversas actividades. A las ya consabidas labores de educación e información sanitaria, hemos garantizado la dispensación de medicamentos y resuelto consultas e indicación farmacéutica en síntomas menores. También hemos recordado la capacidad de los farmacéuticos comunitarios para la dispensación de medicamentos de diagnóstico hospitalario y, especialmente, para la atención farmacéutica domiciliaria. En este sentido, la crisis ha puesto en evidencia que estos servicios son necesarios y demandados por la población, en especial por aquellos pacientes más vulnerables, con patologías crónicas y que viven solos. Desde SEFAC hemos realizado y publicado propuestas concretas para llevar a cabo estos servicios de forma protocolizada y coordinada».
Gómez lamenta que desde la Administración la respuesta hasta el momento a la labor de los farmacéuticos comunitarios «ha sido escasa por el Ministerio o desigual por las comunidades autónomas». Desde su punto de vista, la red de 22.000 farmacias y sus 50.000 profesionales «podría aportar mucho más y tener mayor reconocimiento como centros y profesionales sanitarios y clínicos. Un último ejemplo, que también hemos ofrecido al Ministerio de Sanidad, es la realización de test serológicos en las farmacias para cribar a la mayor cantidad posible de personas y conocer así el grado de propagación del virus en nuestro país, y de este modo facilitar la estrategia de desescalada para el levantamiento de las restricciones de movilidad y la vuelta paulatina a la normalidad».
Diana Viñuela Álvarez y Elena Moreno Sánchez son farmacéuticas de Atención Primaria de la Gerencia de Asistencia Sanitaria de Segovia y portavoces de SEFAP. Inciden en el hecho de que la pandemia «nos ha hecho cambiar a todos nuestra forma de vida. La mayoría de los profesionales sanitarios quizá no recordemos un cambio laboral tan grande, y no sólo por la modificación y adaptación de nuestras actividades diarias, sino también por el tiempo récord en el que hemos tenido que hacerlo debido a la urgencia de la situación. Los farmacéuticos de atención primaria también hemos sido capaces de adaptarnos y de dar respuesta a las necesidades urgentes que nos planteaban médicos, enfermeras, personal de residencias y centros sociosanitarios y pacientes, que han sido atendidos de manera mayoritaria en atención primaria».
Y, como ponen de manifiesto, la prescripción electrónica ha demostrado ser una herramienta «fundamental» para facilitar la accesibilidad a los medicamentos durante la pandemia, evitando desplazamientos innecesarios de pacientes con tratamientos crónicos y agudos. «Además, muchos de nosotros hemos tenido que dar impulso de forma rápida y eficaz a actividades relacionadas con la adquisición, custodia y distribución de determinados medicamentos y productos sanitarios, para facilitar el suministro a centros de salud, puntos de atención continuada, residencias y centros sociosanitarios», añaden.
Otro aspecto que destacan es que los farmacéuticos de atención primaria han participado en la elaboración de un procedimiento de suministro de medicación y material destinado a estos centros sociosanitarios, que se complementa con un documento sobre tratamiento de la infección respiratoria en pacientes institucionalizados. Además, se ha elaborado un protocolo de tratamiento farmacológico en atención primaria que contempla el tratamiento de pacientes vulnerables en el domicilio y pacientes ambulatorios.
Olga Delgado, presidenta de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, considera que el primer reto de la profesión ha sido el de no disponer de evidencia científica de los tratamientos que se estaban prescribiendo a los pacientes.
«Estábamos formados para valorar los tratamientos basados en la evidencia científica y, en este caso, no era posible encontrarla. Las incertidumbres se superaban cada día con múltiples publicaciones o hipótesis, de forma paralela a la experiencia, al conocimiento de la enfermedad, y también condicionadas por la existencia real de tratamientos. Por otra parte, nos vimos comprometidos por la escasez y limitación de la disponibilidad de algunos tratamientos, no sólo para tratar la infección por COVID-19 sino también por el gran aumento de utilización de medicamentos críticos para pacientes ingresados en las UCI, lo que finalmente requirió la intervención de las autoridades sanitarias y la distribución controlada de las existencias disponibles», recuerda.
Delgado reivindica el papel «activo» que ha jugado la farmacia hospitalaria en los comités COVID-19 que se han formado en los hospitales, «definiendo los procedimientos de actuación ante las situaciones que se iban sucediendo y colaborando en el equipo de crisis. Hemos necesitado reorganizar los servicios y su personal, modificando las plantillas, estableciendo equipos de personas sin contacto entre sí, y con planes de contingencia en el caso de que la plantilla requiera reducirse por causas de aislamiento o enfermedad, lo que ha llevado a establecer carteras de servicios básicos en cada situación».
Otro aspecto que destaca es que se haya puesto en marcha el envío de los tratamientos al domicilio del paciente, para contribuir a que no salieran de sus casas. «Desde el punto de vista logístico, ha sido necesario abrir nuevas unidades de hospitalización, a veces en lugares inesperados como gimnasios, bibliotecas, hospitales de campaña u hoteles, así como camas de UCI en unidades como quirófanos. La gestión de los sistemas de prescripción y de los medicamentos en estas nuevas ubicaciones ha requerido una atención directa por parte de los farmacéuticos de hospital», explica Delgado.
Por último, subraya que la SEFH, «como sociedad científica», ha habilitado y adaptado los medios disponibles al servicio de los pacientes, los profesionales y del sistema sanitario. En este sentido, se ha colaborado con las autoridades sanitarias en los protocolos terapéuticos y en la monitorización de los desabastecimientos de medicamentos mediante hospitales centinelas.
«Además, se ha creado un fondo solidario mediante donaciones de la industria farmacéutica para todo aquello que fuera necesario relacionado con la pandemia por COVID-19, especialmente enfocado a las necesidades de protección de los profesionales y de los pacientes. Y se han solicitado por parte de los hospitales soluciones hidroalcohólicas, pantallas de protección, sistemas de comunicación inalámbricos, material para el envío de medicación al domicilio del paciente o colaboración con el transporte», concluye.