Esa misma conclusión fue compartida por los ponentes que le acompañaban en la mesa: Carmen Peña, presidenta del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos de España y de la Federación Internacional Farmacéutica; Fernando Martínez, profesor titular de la Universidad de Granada, departamento de Química-Física, responsable del grupo de investigación en Atención Farmacéutica de la Universidad de Granada; Miguel Ángel Gastelurrutia, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Guipúzcoa, y Lluís Triquell, socio-director de Antares Consulting.
Dalmases, como moderador de la mesa redonda, se refirió a la Declaración de Córdoba como «el norte de la brújula de nuestra profesión, que apunta a una farmacia asistencial e integrada con el resto de profesionales sanitarios». Por su parte, Carmen Peña la definió como «una declaración de amor del conjunto de profesionales farmacéuticos hacia la sociedad a la que sirven. Es nuestro pequeño gran documento, que marca nuestra esencia de pasado pero con proyección a nuevas formas de trabajo».
En ese sentido, Peña destacó «el deber de recuperar el rol asistencial que el farmacéutico tuvo en el pasado y que va mucho más allá de un mero dispensador de medicamentos. Por ello, la Declaración de Córdoba es indispensable para conseguir que este profesional sea una pieza clave en el ámbito de sus competencias».
Todo ello responde, dijo Peña, «a que hoy existe un nuevo perfil de paciente: polimedicado y con grandes necesidades en medicación, debido a la dificultad para manejarla. Esto es crítico para la farmacia comunitaria». Asimismo, insistió en la necesidad de «generar evidencia científica para demostrar la eficiencia y eficacia tanto para el paciente como para el sistema».
Miguel Ángel Gastelurrutia también se refirió a la figura del farmacéutico como profesional con competencias asistenciales: «La farmacia asistencial centrada en el paciente –dijo–, con una cartera de servicios profesionales remunerados, es el único futuro posible para lograr ir hacia delante. Y, en ese futuro no tan lejano, vamos hacia la dispensación de medicamentos como la más compleja de las competencias que debe tener el farmacéutico». Todo ello, añadió, «sin olvidar que los servicios deben responder a necesidades sociales y funcionar tanto a nivel de eficiencia como de rentabilidad».
Gastelurrutia también aportó algunos datos del programa conSIGUE, del que dijo que es un buen ejemplo de investigación práctica dirigida a la posterior implantación de servicios profesionales farmacéuticos, como es el caso del seguimiento farmacoterapéutico.
Universidad y farmacia
Por su parte, Fernando Martínez destacó la necesidad de potenciar la investigación en farmacia comunitaria y de la formación orientada al paciente, aunque «actualmente estamos investigando y, cada vez mejor, con estudios de gran alcance. Por poner un ejemplo, solamente en Granada se han presentado 96 tesis doctorales sobre atención farmacéutica comunitaria y hospitalaria». Y es que «la colaboración entre universidades y farmacia comunitaria es clave y, por ello, hay que buscar fórmulas para trabajar conjuntamente».
Asimismo, Martínez apuntó que «las competencias de la figura del farmacéutico contempladas en la normativa vigente no se están proporcionando en la medida e intensidad que sería deseable. En ese sentido, se requieren, por ejemplo, nuevas competencias para aumentar la adherencia de tratamientos». Por ello, como propuestas de mejora, señaló «la necesidad de incluir asignaturas de atención farmacéutica obligatorias en los planes de estudio e introducir cambios importantes en los actuales y, sobre todo, de aprender a trabajar en equipo».
Por último, Lluís Triquell enumeró, como principales barreras para el logro de un rol asistencial por parte del farmacéutico, «los estereotipos, las rigideces comunicativas y las políticas», e insistió en la necesidad de que haya más «colaboración y cooperación entre los diferentes profesionales sanitarios». Para ello, dijo, «deben conocer y comprender la naturaleza de las funciones de cada uno de ellos».
Como conclusión, Triquell destacó «la confianza, la comunicación, el impulso de proyectos y el uso de las TIC» como algunos de los principales retos a conseguir.