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Marián García: «Hasta los farmacéuticos más reacios acaban reconociendo que las redes sociales tienen un valor y las incorporan a sus estrategias»

Entrevista con Marián García (@boticariagarcia), doctora en Farmacia, graduada en Nutrición Humana y Dietética, y en Óptica y Optometría y divulgadora científica y sanitaria. Proyecto «Farmacia y redes sociales» #FarmaciayRRSS

https://youtu.be/PcpRH6uzAec

Marián García o, como todo el mundo la conoce, Boticaria García, desarrolló su labor en la farmacia comunitaria durante 13 años. En un momento de su trayectoria, siguió su vena periodística y se lanzó al mundo de la divulgación científica. Hoy en día se define a sí misma como una divulgadora de amplio espectro, que apuesta por que las redes sociales se integren como una de las tareas más del día a día de la farmacia. Afirma que el farmacéutico debe entender que las redes sociales cuestan tiempo y dinero, y considera que si alguien decide seguir a un farmacéutico dentro del gran abanico de cosas que hay en Instagram, esto beneficia al sector.

 

—500.000 seguidores en Instagram, 97 000 seguidores en Facebook, 74 000 en Twitter… Son cifras importantes que suponen una gran responsabilidad. ¿Le dan vértigo estas cifras?

—Para mí tener una audiencia de 500 000 seguidores en Instagram supone la misma responsabilidad que en la farmacia cuando tengo una audiencia de un solo paciente. Es decir, el consejo que doy tiene que ser igualmente fiable y riguroso en ambas situaciones. Sí que es verdad que el impacto que tienen tus palabras sobre mucha gente tiene un eco, y que eso puede suponer más consecuencias, pero realmente para mí es igual que el impacto le influya a una o a 100 000 personas.

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—Recuerdo que en una entrevista, en 2016, ya hablaba de que el farmacéutico debía dar un salto a lo digital. ¿Qué opinión tiene sobre este aspecto?

—Afortunadamente estamos mucho mejor que en 2016. De hecho, diría que dentro de la comunicación, si hablamos de divulgación, los farmacéuticos somos los profesionales sanitarios que estamos más avanzados con respecto a otros. Es decir, los farmacéuticos, quizá por su cercanía con el público, quizá también, y siendo sinceros, porque muchos tienen e-commerce, están bastante más avanzados que muchos médicos, que, por su actividad en el día a día en el hospital, no ven tan necesario utilizar las redes sociales. De camino, el farmacéutico hace divulgación, es decir, no solo las utiliza como escaparate para su farmacia o para su farmacia 2.0, sino que además le sirven para hacer divulgación. Instagram ha permitido que de una manera más cercana muchos farmacéuticos puedan subirse al carro de la comunicación. Ahora bien, hacerlo de manera eficiente, de manera efectiva, es lo complicado. Sigue haciendo falta muchísima formación, aunque es cierto que en las farmacias hay bastante relevo generacional y que los farmacéuticos jóvenes que llegan, tanto los que se incorporan como los que heredan la farmacia de sus padres, ya tienen ese ADN digital y lo quieren incorporar en la farmacia.

En las farmacias hay bastante relevo generacional. Los farmacéuticos jóvenes que llegan ya tienen ese ADN digital y lo quieren incorporar en la farmacia

 

—¿Qué es lo que más se les resiste para acabar de dar el paso?

—Falta que lo vean realmente como un trabajo. El farmacéutico que piense que ese chavalito de su equipo al que le gusta mucho Instagram, puede llevarlo en los ratos libres, se equivoca. Ese chavalito es un profesional —farmacéutico o técnico— que en sus ratos libres querrá llevar sus redes sociales o irse de cañas a un bar. Las redes sociales se deben incorporar en las tareas de la farmacia. Igual que hay un farmacéutico que es formulador, uno que lleva la gestión de las compras y otro que hace el dermoanálisis, tiene que haber personas que lleven las redes sociales de manera profesional, y que parte del tiempo que dedican en la farmacia sea para las redes sociales o tengan un sueldo aparte para hacerlo en otro momento. Mientras el farmacéutico no entienda que las redes sociales cuestan tiempo y dinero, estamos perdidos.

Las redes sociales se deben incorporar en las tareas de la farmacia, pero mientras el farmacéutico no entienda que cuestan tiempo y dinero, estamos perdidos

 

Hay cierta tendencia a despreciar el trabajo de los influencers y a pensar que cualquiera puede hacerlo. En cambio, nadie piensa que ser Lola Flores, Julio Iglesias o Antonio Banderas sea fácil, porque se les presupone un arte. La realidad es que cualquiera no puede ser influencer; si fuera así, todo el mundo tendría tres millones de seguidores, como Dulceida. Otra cosa es que a la gente le guste lo que hacen los influencers. Los farmacéuticos hablamos de salud, de nutrición, de ciencia, no hablamos de moda o belleza ni de cosas tan atractivas como puedan hacer otros influencers, pero tenemos nuestra función. Hay que tener la mente muy abierta y entender los mecanismos del marketing, y lo que funciona en otros sectores aplicarlo nosotros para hacer el bien de alguna manera.

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—¿Cree que dentro del sector también hay detractores de la figura del farmacéutico influencer?

—Hay mucho desconocimiento, desde luego, y es una verdadera lástima. Que alguien decida, dentro del abanico de cosas que hay en Instagram, seguir a un farmacéutico nos beneficia a todos, sea el farmacéutico de su pueblo o sea el farmacéutico que tiene cien mil seguidores. Es decir, que estemos presentes en la vida de la gente y les recordemos que existimos es importante. Hay detractores, sí, pero siempre los ha habido. Cuando empecé me llamaban la bloguera en un tono un poco despectivo, pero ahora la propia industria y las instituciones son las que me llaman porque son conscientes del impacto que puede tener lo que diga. Siempre pongo el ejemplo de Dulceida: cuando ella abre la boca, el impacto que tiene es mayor que el del telediario más visto de la televisión nacional. Afortunadamente, según mi experiencia, hasta los farmacéuticos más reacios acaban reconociendo que las redes sociales tienen un valor y las incorporan a sus estrategias.

—¿Qué opina de las sinergias en las redes entre profesionales?

—A la gente le encantan esas conexiones, ver que sus profesionales sanitarios de cabecera en cada rama interactúan entre sí. Yo, de hecho, me he esforzado mucho en esto. Durante la pandemia empecé a hacer directos y publiqué un libro gratuito —123 preguntas sobre coronavirus— con una periodista que trabajaba conmigo, y en el que teníamos claro que, aunque había mucha información porque estaban las fuentes oficiales, queríamos que fueran los pediatras, los dentistas, los ginecólogos, los que dieran esa información porque estaban trabajando en primera línea. Fue un libro en el que integramos a todos. Les entrevisté e hice directos con profesionales. No era yo la que contaba la información, sino los propios profesionales, el ginecólogo que estaba atendiendo partos en la pandemia, el pediatra, el dentista…

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—¿Qué hace que un farmacéutico busque información en un canal concreto? ¿Qué es lo que marca la diferencia?

—Aquí realmente hay dos partes. Por un lado, el farmacéutico, como profesional sanitario, como científico, tiene que buscar la información de la manera más rigurosa posible; pero, por otro lado, como empresario, que también lo es, necesita ser muy eficiente, porque la farmacia ocupa muchísimo tiempo, hay mucha gestión y burocracia, y necesitamos ser eficientes. Entonces, ¿qué buscamos? Bueno, pues muchas veces a otros profesionales sanitarios de referencia y también medios de comunicación que se lo pongan fácil, páginas web donde tenga la información, que sean rápidas y ágiles sobre todo en ofrecer contenidos de actualidad, porque ahora mismo todo es para ya, y, muchas veces, la persona que entra en la farmacia sabe muchísimo porque se ha informado en blogs, en revistas, en Twitter, en TikTok, y se tratan temas en los que han leído más que tú, por lo que necesitamos fuentes solventes en las que ir a tiro hecho. También me resulta muy útil que haya algún directorio sobre dónde puedo encontrar fuentes fiables, que es un poco el paso anterior.

Se necesitan contenidos audiovisuales, pero, insisto, sigue siendo importante la letra escrita. Por mi experiencia sé que muchos farmacéuticos prefieren un medio escrito donde puedan leer una información con calma, más que un vídeo que a lo mejor son siete minutos, de los que les interesa solo uno. Pero una cosa no quita la otra, este es el gran reto: hace falta el vídeo, pero también el podcast, porque hay gente a la que le gusta ponérselo en el coche. Pero también hay gente que dice que no escucha podcasts ni tiene tiempo para el vídeo, y te pide que se lo pongas en puntos clave, por lo que también haces un artículo. Cada farmacéutico tiene no solo sus fuentes favoritas, sino también su forma favorita de consumir contenido, pero creo que el farmacéutico y los profesionales sanitarios en general están acostumbrados a leer. Yo misma, antes que ver un vídeo prefiero mil veces leer un artículo de varias páginas, un PDF, e ir adonde yo quiero ir y tenerlo de referencia.

—Y no solamente en temas de patología o de cuidados, sino también en temas legales, aspectos de gestión…

—Claro, ese es otro capítulo, en el que es fundamental la formación que se ofrece, y más complicado todavía porque es algo más específico. Por ejemplo, qué es lo que tiene que saber un farmacéutico sobre si puede o no utilizar WhatsApp con sus clientes, o hasta qué punto puede comunicar, qué puede hacer en una web, qué es lo que no puede hacer, cómo usar las redes sociales, qué es el engagement… Hay cosas muy básicas sobre redes sociales, sobre el uso y manejo de redes sociales que se desconocen. ¿Por qué? Pues porque no nos han enseñado, es lógico que no las sepamos, porque el trabajo del farmacéutico es otro. Pero igual que siempre he pensado que un farmacéutico que tiene un laboratorio, aunque no formule, tiene que saber o haber formulado antes, o si ofrece distintos servicios tiene que controlar cómo son para, por lo menos, poder supervisarlos, tener ciertas nociones sobre cómo funcionan las redes sociales es importante. Puedes tener a alguien en tu equipo que sea fantástico, pero muchas veces el farmacéutico subcontrata los servicios a alguien que se lo lleve, y si no tienes ni idea y empiezan a utilizar palabras en inglés, si no tienes unas nociones mínimas de ese idioma, las probabilidades de que te la «cuelen» son infinitas.

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—¿Se ve otra vez en una farmacia, detrás del mostrador?

—Durante todo el tiempo que estuve en farmacia comunitaria, que fueron trece años, fui muy feliz. El mostrador me gustaba mucho e hice muchísimas cosas en la farmacia. Creo que podría volver perfectamente mañana mismo. La cuestión es que tengo una vena relacionada con el periodismo, con la comunicación y con la escritura, y mi trabajo actual me permite desarrollarla más que la farmacia. Pero, desde luego, no es algo que descarte; soy supercorporativista y me siento farmacéutica de bata. Yo no podía imaginarme que iba a acabar donde estoy, o sea que no me atrevo a sacar la bola de cristal y decir lo que voy a hacer dentro de seis meses. Mi día a día tiene de todo menos rutina y cada año es diferente, así que dejaremos que la vida nos sorprenda.

Vídeo completo de la entrevista

https://youtu.be/FjsZKcWM13g

 

 

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