Cuenta Regina Revilla que, en los primeros años de la carrera de Farmacia, lloraba encima de los libros, pero que, como tenía una beca, estudió sin parar y acabó con premio extraordinario y 32 matrículas de honor. Quedó así claro que su futuro iba a estar ligado a la Farmacia, pero orientado hacia la docencia, la investigación y la empresa.
– Tengo entendido que su primera intención no era estudiar Farmacia sino Empresariales. ¿Es así?
– Sí, me gustaba muchísimo el mundo de la empresa. Tenía un hermano cuatro años mayor que yo, ingeniero industrial, al que adoraba y era mi modelo. Como él, yo quería dedicarme al mundo de la empresa, quería hacer ICADE.
– ¿Y por qué se decidió por Farmacia?
– No me decidí yo, me decidió mi padre, porque en aquella época era muy difícil contravenir los deseos de los padres. Él pensaba que, para una mujer, la carrera de Farmacia tenía muchas más posibilidades que el mundo de la empresa, que él veía como un mundo de hombres. Me guio a que estudiara Farmacia, como su hermana pequeña, a la que le había ido estupendamente, con la idea de que cuando acabara, si quería hacer otra cosa, la hiciera. Pero, desde luego, primero Farmacia. Y claro, estudié Farmacia. Los primeros años lloraba encima de los libros, pero, como tenía una beca, estudiaba sin parar, hasta el punto que acabé con premio extraordinario y 32 matrículas de honor.
– ¿Mientras estudiaba tuvo claro que la investigación era lo que más le llamaba la atención? ¿Se planteó en algún momento ejercer como farmacéutica comunitaria?
– No, a partir de tercero ya me enganché totalmente a la carrera y al mundo de la investigación, hasta tal punto que me ofrecí de voluntaria en la cátedra de Farmacia galénica y tecnología farmacéutica y empecé a trabajar, además, en un laboratorio farmacéutico. Conseguí un contrato mientras estudiaba la carrera, y ahí ya mi vocación investigadora y mi vocación de empresa se afianzaron todavía más, y la docente también, porque aprobé unas oposiciones de adjunto y fui profesora en la universidad, tanto en España como en Lovaina. Ya desde el principio estaba totalmente orientada hacia la docencia, la investigación y la empresa.
– De hecho, se doctoró en Farmacocinética en la Universidad de Lovaina. ¿Cómo llegó allí y qué recuerdos guarda?
– En Lovaina encontré un mundo totalmente diferente. Era el centro de Europa, una de las universidades más importantes, más avanzadas desde el punto de vista político, social, económico y científico. Era paso obligado de Premios Nobel científicos, etcétera. En la cátedra donde yo estaba, en la que además era una de las primeras mujeres profesoras extranjeras de esa universidad, me formaron en matemáticas, en física, en distintas disciplinas que, para mí, eran necesarias. Además, visitábamos todos los laboratorios farmacéuticos, no sólo de Bélgica sino también de Holanda, Alemania, Francia..., y tuve unas oportunidades que jamás hubiera tenido en ningún otro sitio. Establecí relaciones con compañeros científicos y profesionales de todo el mundo que todavía conservo, y que fueron claves en mi desarrollo profesional. Para mí fue un antes y un después, fue el punto de lanzamiento total de mi carrera profesional.
– En relación con esta etapa de su vida, y entrando ya en el tema que motiva esta entrevista, recuerdo que en la reunión que organizó El Farmacéutico para preparar esta serie de entrevistas explicó que, tras regresar de realizar su doctorado en Lovaina, tuvo dificultades para encontrar trabajo por el simple hecho de ser una mujer casada. ¿Qué ocurrió?
– Tuve dos grandes problemas. Primero, ya había ganado las oposiciones a adjunto, pero el cuerpo de adscritos cambió mientras yo estaba en Lovaina y debería haberlo revalidado con un documento. Aunque, claro, nadie me avisó. Cuando volví pensando que regresaba a la plaza que había ganado, me encontré que, como no había firmado ese documento, había perdido la posición y tenía que empezar otra vez. Entonces comencé a buscar trabajo en compañías farmacéuticas, aunque la verdad es que no había prácticamente nada y menos aún para mi especialidad. Hice varias entrevistas, pero sólo querían que tradujera dosieres de registros (en aquella época, los dosieres se vendían), así que seguí buscando hasta que, al final, me ofrecieron desarrollar un departamento de investigación que iba a ser pionero en nuestro país, aunque una vez pasadas todas las pruebas me preguntaron si estaba casada, y ése fue el problema, los estatutos de la compañía prohibían contratar a mujeres casadas. Así que no tuve más remedio que emplearme en una de las empresas que traducían dosieres... Por suerte, a los 3 meses me volvieron a llamar de aquella empresa. Me dijeron que lo habían pensado mejor, que querían desarrollar el Departamento y que iban a hacer una prueba conmigo y que, si funcionaba, estaban dispuestos a cambiar los estatutos. Empecé a trabajar 3 meses más tarde y desarrollé el Departamento de Farmacocinética. Durante ese periodo me habían nombrado también profesora de Farmacocinética y Metabolismo por moléculas marcadas, compaginaba los dos Departamentos, y conseguí montar algo que era único, y no sólo en España. Hacíamos incluso trabajos para terceros, para otras compañías de farmacocinética y metabolismo con producto marcado. Al cabo de 4 años se jubiló el director de Investigación y me volvió a pasar un poco lo mismo, porque en el Departamento eran todos hombres y las pocas mujeres eran casi todas auxiliares o estaban en el Departamento de Análisis. Era difícil conseguir ser director de investigación ya que eso suponía, además, entrar en el Comité de Dirección. Aun así me lo propusieron, y la verdad es que me asusté. Eran más de 60 personas, pero al final me dijeron que no habían encontrado a nadie mejor y me nombraron directora de investigación. Tuvimos muchos éxitos, incluso desarrollamos un contraste radiológico que posteriormente favoreció la creación de una joint venture.
– La situación ha cambiado mucho desde entonces, sobre todo en la farmacia comunitaria, pero no sé si ocurre lo mismo en otros ámbitos de la profesión.
– Ahora no tiene absolutamente nada que ver con lo que pasaba entonces. En este momento hay paridad e incluso en algunos sitios hay más mujeres que hombres. Pero costó mucho, muchísimo, cambiar la mentalidad de la sociedad para que pudiera transformarse. Era difícil encontrar a mujeres en puestos intermedios que pudieran ascender a puestos superiores. Ahí había un gap importante.
– Ahora, en cambio, parece que la mujer está de moda. Hemos pasado de una cosa a otra de una forma drástica.
– Bueno, drástica no, porque han pasado muchos años. Cuando me casé tenía que pedir permiso a mi marido para sacarme el pasaporte, para abrir una cuenta bancaria... Desde el año 1975 el cambio ha sido absolutamente radical. Que ahora esté de moda... depende de lo que se considere «moda». Si es un acto pasajero, como todas las modas, estoy en desacuerdo, pero si es algo que está aquí para quedarse y que verdaderamente puedes demostrar, entonces sí estoy a favor.
Yo creo en la diversidad. Hemos hablado de la mujer, pero hay otros elementos de diversidad que también son muy necesarios en una sociedad: diversidad cultural, de distintas orientaciones tanto religiosas como sexuales... La diversidad es una riqueza enorme. En cualquier caso, últimamente hemos trabajado mucho en el tema de la mujer, ha sido muy difícil, y todavía hay mucho que hacer.
– ¿En MSD hay paridad hombres-mujeres? ¿Desarrolla MSD políticas para favorecer la incorporación de la mujer al mundo laboral?
– Yo creo que MSD es el referente, no sólo del sector farmacéutico sino también de otros muchos sectores en muchas políticas. Desde hace ya casi 20 años trabajo en un programa de diversidad donde hay 11 grupos, cada uno se dedica a un aspecto para dar facilidades, posibilidades de flexibilidad, de ayuda, de apoyo, etcétera, de modo que no haya ninguna restricción. Incluso cada vez hay más mujeres que están ocupando puestos en el Comité de Dirección, puestos directivos, puestos internacionales, puestos de altísima relevancia internacional.
– Con toda esta trayectoria profesional, tan amplia y tan profunda, ¿hay algo que quiera destacar?
– Yo creo que hay que modificar estructuras. Allí donde estés, tienes que cambiar para crear el futuro y cambiar la sociedad en la que te encuentras. Siempre se puede, y en este momento también. Queda mucho por hacer y no debemos estar satisfechos mirando hacia atrás; tenemos que estar estimulados y mirar hacia delante, pensando cómo podemos transformar lo que nos queda e ir avanzando.
Una anécdota que viene al caso: cuando estaba en el Ministerio de Agricultura, conseguí que se aprobara la carrera de Enología. Me tocó toda la negociación de la OCM del vino. Por aquel entonces Bruselas quería arrancar nuestras vides, y no sólo conseguimos que no las arrancaran, sino que además logramos que aumentaran la producción y que nos dieran recursos para transformar todas las bodegas. Sin embargo, en aquel momento no teníamos la carrera universitaria de enología ni tampoco la de sumiller. Había que formarse en Francia o en Italia, pero conseguí, con el ministro de Educación, que se aceptara la carrera de Enología, y después, con el director de la Cámara de Comercio, montamos un curso de un año de duración para dar el título profesional de sumiller. El primer año cursaron alumnos como Custodio Zamarra, del Zalacaín, tres de la Casa Real, los de Bodegas Torres, los del Ritz...
– ¿Se plantea nuevos retos de cara al futuro?
– Me planteo el futuro transformando la sociedad en la que tengo la suerte de trabajar. Hay muchos retos porque la sociedad está transformándose y nuestro sector también está en transformación. A escala europea se está revisando toda la regulación; está el Plan Estratégico del Cáncer a escala europea y nacional, en el que trabajamos mucho, y el plan de medicina personalizada, el plan en el que llevamos 5 años trabajando y en el que el ministro ha anunciado que va a hacer una legislación específica de resistencias microbianas y de apoyo a la investigación en antibióticos... Nosotros estamos investigando en este campo. Tengo una lista larguísima de cosas por hacer, y mientras tenga fuerzas y me dejen seguiré luchando por transformar y mejorar el país. Cuando mire hacia atrás me gustaría ver que todo sigue funcionando y que ha sido algo que verdaderamente merecía la pena.