«Atravesar a trescientos kilómetros por hora el páramo que rodea la gran urbe mesetaria es como acercarse a un gran agujero negro que todo lo atrae. Una sensación de vértigo envuelve e impresiona a quien viene de una ciudad encajonada entre el Mediterráneo y la Serra de Collserola. Madrid es una ciudad sin límites.» Hace dos años escribía eso, y continúo teniendo esa sensación mientras recorro el camino de hierro que une Barcelona y Madrid. Sin embargo, desde ya hace una década he dado con un buen remedio –qué bonita esta palabra antigua, es de esas palabras que activan la añoranza, la añoranza de lo mágico, de lo inútil, que se escondía en las fórmulas de los viejos fármacos– que me ayuda a paliar ese miedo atávico al abismo del centro. Sin querer, por eso del roce, he construido –hemos construido, juntos– una buena amistad con un señor de Madrid. Se llama Alberto. Alberto García Romero. El actual presidente del Colegio de Farmacéuticos de Madrid.
Algunos creen que eso de la amistad es una cuestión que puede resolverse mediante una ecuación matemática. Una representación más o menos alambicada de un equilibrio de similitudes de carácter y de cercanías ideológicas. ¡Qué equivocados que están! Eso, ciertamente influye, pero no es, ni mucho menos, lo que configura una amistad. El lector que nos conozca a ambos sabe que si fuera así de sencillo nuestra amistad sería una ecuación sin solución. Y para el que no nos conozca le puedo decir que Alberto se sorprende, y sufre por ello –porque me quiere–, de que no me ponga corbata, de que gesticule tanto cuando hablo, de que mi corazón esté mucho más a la izquierda que el suyo y de otras muchas diferencias entre su carácter y el mío. Para la mayoría, para los que no conocen los verdaderos entresijos que soportan ese edificio sublime en el que habita la amistad, esas variables serían suficientes para asegurar que el supuesto edificio tiene la misma solidez que la de un castillo de naipes. Puedo asegurarles que, en nuestro caso no es así.
– ¡Buenas, Francesc!
Ese «buenas» es una de sus tarjetas de presentación más características. Alberto ha llegado con sigilo, con esa manera de andar que parece que no pise. A pesar del fastidio del ácido úrico, a veces me da la sensación de que unas alitas invisibles lo elevan unos milímetros del suelo. Mis andares son absolutamente distintos, dejo huellas por donde paso. ¿Es posible que un gamo y un oso sean amigos? No le he visto entrar en el pequeño bar de la recepción del hotel del barrio de Salamanca en el que nos citamos a principios de semana.
– ¿Qué tal? Tenía muchas ganas de verte. ¡Vienes poco por Madrid! Casi me avergüenza insistir tanto porque ya sé lo cómodo que estás en tu Cataluña, pero me gustaría que nos viésemos más a menudo.
Una recriminación cariñosa que me traslada en voz baja, mientras nos abrazamos.
– Hola, Alberto! Tienes razón, pero sabes que si no fuera por nuestra amistad aún sería más difícil verme por aquí. Ya te he contado alguna vez el vértigo que me produce esta ciudad sin fronteras.
– ¡No me vengas con tus excusas literarias! ¡Ven más a menudo!
Nos sentamos para conversar tranquilamente, mientras nos tomamos, yo la caña que me estaba tomando y él empieza la que le acaban de traer.
– Faltan sólo unas semanas para Infarma 2014. ¿Todo va bien?
– Creo que puedo decir, en nombre de los farmacéuticos de Madrid, que las expectativas para Infarma 2014 son muy buenas. Tanto en lo que se refiere a la calidad y al interés del programa congresual, como por la participación que esperamos; también estamos satisfechos de los metros cuadrados contratados en el recinto Ferial y del número de expositores que han confiado en la Feria como un escaparate abierto al sector que, en su formato anual, con sede alternativa en Barcelona y Madrid, ya es una cita fundamental. Sabes que la crisis está apretando mucho, pero, aun así, las previsiones que teníamos se están cumpliendo. Estamos muy satisfechos por el propio Congreso, pero también porque es una inyección de optimismo para un sector que está sufriendo, como muchos otros, los efectos de la crisis. Mi etapa en el Colegio de Farmacéuticos de Madrid finaliza en marzo, por lo que estos días también son propicios para la revisión del trabajo hecho por el equipo que he presidido durante estos años, y puedo afirmar que la cristalización de proyectos concretos en los que participan los Colegios de Barcelona y Madrid es una de mis mayores satisfacciones. Estoy convencido de que es una vía que debe continuar y espero que la Junta que salga de las urnas continúe esa línea de colaboración.
– ¿Se hacen largos todos estos años al frente de un Colegio como el de Madrid?
– Ésa es una pregunta que tiene múltiples matices.
– Son las que me gustan. En el matiz está la magia, lo que nos hace distintos. Esa diferencia que da color a la vida.
– Los colegios de farmacéuticos en España, por como está organizada la oficina de farmacia, son instituciones con funciones muy especiales y específicas. No sólo tienen las funciones propias de un colegio profesional, sino que ostentan la representación de las farmacias en su negociación del contrato existente entre ellas y el Sistema Nacional de Salud. Esta relación contractual que concentra el 75% del negocio de las oficinas de farmacia determina en buena parte el día a día de los colegios de farmacéuticos. Las restricciones presupuestarias de las Administraciones públicas y la reiterada implantación de medidas de contención del gasto en medicamentos han condicionado de forma determinante el quehacer de estos años. Históricamente, las farmacias no han estado sometidas a decrecimientos de su volumen de facturación. Y ahora esa tendencia es la dominante. Es una situación nueva que desconcierta al sector, que demanda a sus representantes caminos para afrontar un futuro incierto. El sector está intranquilo y desea estabilidad, que es la situación en la que se siente cómodo. Ayudar, en la medida de lo posible, a que este deseo fuese realidad ha sido mi prioridad durante estos años. Un ejemplo de eso ha sido la negociación permanente para poder mantener los plazos de pagos. Una tarea que desgasta. Pero este desgaste se compensa con los resultados obtenidos y también con la voluntad de encontrar vías que ayuden al sector a poder superar el socavón en el que estamos inmersos.
– ¿Eres optimista, pues?
– Intento ser realista. El sector tiene un problema de recesión que, de forma alarmante, afecta a la economía de las farmacias más modestas. Ese reto me preocupa y me intranquiliza. Por otra parte, es evidente que la farmacia necesita nuevos campos para poder crecer. Estos dos retos están en el fondo del debate en el que el sector está inmerso. Y en el que el Colegio de Madrid ha intentado aportar ideas y propuestas como la del Catálogo de Servicios. En la medida de lo posible, intentaré continuar aportando mi experiencia desde donde pueda, con el objetivo de encontrar respuesta a esos dos retos. Estoy convencido de que los colegios de farmacéuticos también deberán evolucionar hacia organizaciones que sean más eficientes en la consecución de sus objetivos. Que en el caso de las oficinas de farmacia no son otros que la mejora profesional, social y económica de sus profesionales.
– Te veo con ganas...
– Hay muchas cosas por hacer.
El paseo entre el barrio de Salamanca y la Gran Vía nos pone las cañas en su sitio. Mientras, Alberto me cuenta que está convencido de que las elecciones serán un ejemplo de participación democrática. El sector está crispado por la crisis, es cierto, pero él se siente orgulloso de una profesión que quiere y a la que ha intentado prestar sus servicios con la máxima dedicación y acierto durante estos años.
Hace frío en el páramo. La velada ha sido magnífica. Alberto me ha llevado a un pequeño restaurante del barrio canalla del centro de Madrid. De esos que él sabe que me gustan. La conversación ha recorrido muchos lugares, algunos más públicos que otros. Entre las muchas palabras que sobrevolaban la pequeña mesa y la lamprea deliciosamente cocinada, me he olvidado de activar la grabadora que traía de Barcelona para registrar la entrevista que debía hacerle al presidente del Comité Organizador de Infarma 2014. Tendré que buscar en la memoria. No creo que me sea difícil trasladar al lector lo que el presidente saliente del Colegio de Farmacéuticos de Madrid quiere transmitir a los lectores de El Farmacéutico, porque Alberto tiene claro lo importante.
Hace frío mientras me acerco a trescientos kilómetros por hora a mi orilla en la que reconozco el nombre de las olas que mueren en ella.