Carmen Peña finaliza esta entrevista con una frase que la retrata muy bien: «Yo creo –dice– que ese concepto de mirar al futuro, pero siempre con mucha información del pasado, es por lo que mi camino sigue adelante tendiendo puentes, siempre en positivo y buscando que esos puentes ayuden a mi profesión, a mi gente y a la sanidad en su conjunto a dirigirse con éxito hacia ese futuro». Esta filosofía de vida es la que la ha llevado a ocupar los cargos más destacados, tanto en la farmacia española como en la mundial: presidenta del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos y de la Federación Internacional de Farmacia (FIP).
– Antes de abordar el tema «Mujer & Farmacia» que motiva esta serie de entrevistas, me gustaría referirme brevemente a la actualidad. Los farmacéuticos se han quejado de que, durante la pandemia, Sanidad no les ha tenido en cuenta. ¿Por qué sigue siendo complicado que se reconozca el papel sanitario que desempeñan los farmacéuticos?
– Primero hay que poner en contexto lo que somos. Es una obviedad que los farmacéuticos hemos estado en primera línea tanto de exposición como de compromiso. Cuando hablamos de los farmacéuticos y de la Farmacia con mayúscula, hablamos de una profesión que va mucho más allá de lo que es la propia farmacia comunitaria, aunque la mayoría sean farmacéuticos comunitarios. Hay que hablar de los farmacéuticos comunitarios, de los farmacéuticos en la distribución farmacéutica, de los farmacéuticos hospitalarios, de los farmacéuticos militares... Si tenemos en cuenta cada una de esas parcelas de la profesión, vemos la importancia que ha podido tener la profesión farmacéutica en la defensa de nuestros ciudadanos, tanto durante esta pandemia como en otros muchos momentos del pasado.
En relación con las cifras, por un lado, ha habido miles de profesionales de la salud infectados, muchas veces por falta de protección o falta de prevención por parte de nuestras autoridades, y, por otro lado, están los 63 fallecidos contabilizados hasta la fecha por COVID –no en periodo de COVID, sino por COVID–, de los cuales 19 eran farmacéuticos, la tercera parte de todo el equipo de profesionales de la salud. Creo que esto es muy significativo, y que la sociedad conoce perfectamente el gran papel de la Farmacia española. Creo que al final sólo los políticos que son decentes saben y lo sabrán reconocer.
– Centrémonos ahora en el tema «Mujer & Farmacia». La profesión farmacéutica en España es eminentemente femenina, pero las mujeres siguen sin ocupar la mayoría de los puestos de decisión. ¿Por qué es así?
– Esto pasa en España y en todo el mundo. La Sanidad en conjunto es mayoritariamente femenina, pero considero que es un tema global que trasciende lo que es la propia farmacia. Es un reflejo de la sociedad, una debilidad social, no cabe duda, y aunque el problema se va atenuando, los pasos dados aún son insuficientes. Estamos en un proceso y yo creo que hay que seguir buscando esa igualdad, no digo de personas, sino de derechos, porque somos conscientes de que no todos somos iguales, pero no iguales en verticalidad, sino en diversidad, y lo que está claro es que hay que buscar igualdad en los derechos: derecho a acceder a un trabajo digno, derecho a acceder a un puesto de dirección...
– Usted es una auténtica excepción en este panorama. Fue la primera presidenta del Consejo General de Farmacéuticos y la primera presidenta de la FIP. ¿Cómo recuerda aquellos nombramientos? ¿Sintió una mayor responsabilidad por el hecho de ser mujer?
– Ambos puestos en distintas etapas de mi vida han supuesto un gran honor y una mayor responsabilidad, si cabe. En la FIP, que representa a 4 millones de farmacéuticos de todo el mundo, en la ciencia, en la educación y en la farmacia clínica, fui la primera mujer a nivel mundial, pero curiosamente lo que me generó más responsabilidad, más que el hecho de ser mujer, fue que en cien años de historia de la Federación Mundial era la primera persona de habla hispana que llegaba al poder. Eso es muy importante, porque cada pueblo, cada región del mundo, cada país, trae una cultura que luego se refleja en la forma de trabajar, en los documentos y en el desarrollo de esa profesión. En este sentido generé, con toda la gente que me ayudó, una nueva impronta en la forma de trabajar de la FIP, y eso creo que ha sido bueno porque, aunque son puestos limitados en el tiempo, se cambiaron muchas cosas. No por mi presencia, pero sí debido a este cambio cultural, que en esas organizaciones también es muy importante.
– Aportó una forma diferente de ver las cosas, como hispana y como mujer...
– Exacto, quizá sea una amalgama o una simbiosis de las dos cosas, pero en el caso de la FIP creo que fue más importante que se hablara por primera vez en español. Por supuesto que el español era una de las lenguas oficiales desde hacía muchos años, pero el concepto de hablar en español es, de hecho, una metáfora; es el hecho de sentir que gracias a mi presencia se colocaba en primera línea de objetivo de ayuda a todas las personas, hombres y mujeres, de la parte del mundo que tiene cultura hispana.
– Como presidenta de la FIP ha podido conocer la farmacia en países muy diferentes. ¿En qué situación se encuentran las mujeres farmacéuticas en el mundo?
– En cualquier lugar del mundo los farmacéuticos son un fiel reflejo de la sociedad para la que trabajan, tienen incluso las particularidades de los propios sistemas políticos en los que viven. No es lo mismo trabajar en un régimen democrático que en uno que no lo es. Está claro que ni la sanidad ni la farmacia pueden desempeñar el mismo papel en los países en los que se tienen medios y soportes para poder trabajar adecuadamente, que en los que no los tienen. Sin embargo, sí puedo decir que hay un elemento común en todos los farmacéuticos del mundo, y es esa capacidad de servicio en el campo de la sanidad. Cuando hablas con otros compañeros del mundo, hay tanto en común, es tan fuerte la vocación sanitaria, que trasciende a las propias circunstancias que cada farmacéutico tiene en su país o en la zona del mundo donde le ha tocado trabajar.
– En el mundo laboral, ¿la transformación digital y tecnológica hace que la brecha hombre-mujer sea menos acusada o que incluso desaparezca?
– Creo que las nuevas tecnologías contribuyen a una transformación positiva y que van a ayudar en esa búsqueda de igualdad de derechos. Son un valor añadido, una herramienta que ya nos ha estado ayudando a buscar esa «deseada normalidad» o ese sentido común de igualdad de derechos entre los seres humanos. Pero no son un fin en sí mismo, por lo que necesitan unas políticas y unas legislaciones laborales que ayuden a buscar ese equilibrio para que las empresas sean rentables y que, a su vez, el papel y el perfil de los hombres y mujeres que trabajen en las mismas propicie esos mismos derechos en cuanto a la capacidad laboral.
– ¿En la actualidad es más fácil para las mujeres farmacéuticas abrirse camino que cuando usted empezó a ejercer la profesión?
– Sin duda alguna. He estado 30 años en diferentes puestos, y en la actualidad, aun con todos los problemas que seguimos teniendo, es más fácil abrirse camino, pero tanto para los hombres como para las mujeres. Cuando me comentan esto, siempre digo que sólo hay que recordar cómo trabajaban o desde dónde partían nuestras madres y nuestras abuelas para llegar a este concepto de justicia de género. Simplemente con observar las generaciones anteriores ya nos damos cuenta de que los acontecimientos se han acelerado para bien, aunque quizá no a la velocidad que cabía suponer por el esfuerzo que se ha hecho. En cualquier caso, una de las grandes claves es que todo este proceso vaya acompañado de legislación. Podemos tener muy buena predisposición, muy buenas ideas, pero si no nos acompañan políticas que nos ayuden, esa transformación no será un hecho real. Y es que no se trata de un proceso disruptivo, sino que va generándose a través del esfuerzo de las anteriores generaciones, de las actuales y, está claro, de las generaciones futuras. Sea como sea, es un proceso irreversible.
– ¿Cómo ve el futuro de la farmacia comunitaria en España?
– Ahora estamos en pleno tsunami, pero creo que detrás de esta crisis hay importantes oportunidades. Esta pandemia nos ha traído mucho dolor, mucha incertidumbre, pero si vemos cómo nos han ayudado a atravesar este desierto el cambio tecnológico y el cambio social –que quizás ha sido un poco el corazón de todo esto–, yo creo que la farmacia va a ir siempre adelante, porque siempre está imbricada en todos los cambios sociales que se producen.
Además de este cambio tecnológico y social, estamos viviendo una renovación generacional. Ya se están visibilizando nuevos líderes jóvenes que se están posicionando en primera línea de actuación y que, por supuesto, cuentan con el respeto y el apoyo de los que hemos estado y de los que seguimos estando un poco de apoyo, en este caso, a nuestra profesión. Por tanto, creo que es un proceso en el que florecerá un modelo renovado de farmacia, porque la farmacia, al estar tan cerca de la sociedad, al vivir tan cerca del ciudadano y del paciente, se adapta muy rápidamente a las circunstancias y a las necesidades de esa sociedad a la que sirve. Ahora también, y debemos estar muy atentos porque van a venir cambios importantes.
– Para contribuir a estos cambios, ¿considera que sería útil que se formara un grupo de personalidades destacadas, influyentes, que piensen y diseñen el futuro del sector?
– Me parece necesario, imprescindible, y estoy segura de que se hará.
– Ha tenido en sus manos un gran poder para influir en la evolución de la farmacia. ¿Lo echa de menos? ¿Cómo se plantea su futuro?
– Mi concepto de vida se basa en mirar al futuro, pero teniendo siempre muy presente toda la información del pasado. No dejo de moverme y mi leitmotiv siempre es el apoyo al crecimiento profesional de la farmacia. Creo, además, que no es un tema gremial o corporativo de un grupo determinado de personas que tienen el derecho y el deber de seguir trabajando desde su honestidad; es porque creo que dentro de la sanidad, la profesión farmacéutica es imprescindible para llegar a ese ideal global, que es la cobertura sanitaria universal, esa utopía por la que hay que luchar y que en el campo de la farmacia se traduce en que haya medicamentos para todos los seres humanos y para todas las enfermedades pasadas, presentes y futuras.
Yo creo que ese concepto de mirar al futuro, pero siempre con mucha información del pasado, es por lo que mi camino sigue adelante tendiendo puentes, siempre en positivo y buscando que esos puentes ayuden a mi profesión, a mi gente y a la sanidad en su conjunto a dirigirse con éxito hacia ese futuro, para ir siempre sirviendo a esa población que nos ha permitido tener una de las profesiones más bonitas del mundo, que es servir a la salud de las personas.