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A principios del año 2001 dos entusiastas profesores de la Universidad de Sevilla ya jubilados, Joaquín Herrera Carranza y María José Martín Calero, organizaron lo que fue el primer y único Congreso Universitario de Atención Farmacéutica hasta la fecha. Nadie desde entonces ha sido capaz de tomar el testigo de Sevilla como organizadora de un evento así.

Catorce años después, la práctica asistencial que originó toda la literatura del Pharmaceutical Care dista mucho de ser una realidad en España. No pocos proyectos se han acometido, no pocas acciones se han intentado, no pocas ilusiones se han quedado en el camino. Sin embargo, a pesar de todo, es una práctica que no está muerta, que sigue tratando de abrirse camino en el ámbito farmacéutico y que, aunque no lo parezca, ya no tiene vuelta atrás.
Días antes de escribir este artículo, tuve la oportunidad de visitar la Universidad del Valle de Itajaí, en el estado de Santa Catarina, al sur de Brasil. Allí pude colaborar en la docencia de alumnos de posgrado en Farmacia, que atendían a pacientes derivados por diferentes profesionales en un centro de salud de la Universidad de carácter multidisciplinar. Acabé fascinado por la inmensa suerte de trabajar con los alumnos de la profesora Liege Bernardo. Preparamos las citas previstas con los alumnos, diseñamos planes de actuación, deconstruimos y construimos la práctica teniendo en cuenta todos los aspectos biomédicos y sociales de los pacientes, y, tras la entrevista, revisamos lo que se había detectado e iniciábamos las acciones necesarias para resolver los problemas detectados. Supe que realizaban sesiones clínicas dirigidas por un... filósofo, para priorizar una medicina más humanista en la que todos los profesionales, pero ninguno más que otro, tenían mucho que aportar. Tener esta oportunidad me hizo ver, en el terreno personal, dónde quisiera estar y dónde podría ofrecer lo mejor de mí mismo como profesional, al mismo tiempo que reconocí lo que no quería seguir haciendo más. Pero claro, esto es muy personal.
Recién llegado a Sevilla, asistí a un debate sobre atención farmacéutica en la Facultad de Farmacia en el marco de unas jornadas sobre salidas profesionales. Allí retomé el contacto con la Facultad, y pude comprobar los tímidos progresos que se estaban realizando en la materia. Tímidos pero bien encaminados, al menos eso fue lo que me pareció, pues eran conscientes de la importancia de aprender una práctica definida y de que este aprendizaje sólo podría adquirirse atendiendo pacientes.
Creo que es el momento de retomar la idea de un Congreso Universitario de Atención Farmacéutica y dar el protagonismo a todos aquellos profesores que, en las diferentes universidades españolas, han asumido el reto de iniciar el único camino posible que tenemos para hacer de esto una práctica que se sostenga en el tiempo: la implicación de la Universidad como comienzo de todo el proceso. Catorce años después de aquel febrero de 2001, es el momento para que los profesores universitarios tengan su punto de encuentro, su foro de discusión, su lugar desde el que aprender de otros, de mejorar, de escuchar a los que han tenido éxito, de apostar por los avances y de enseñarlos, de hacerse nuevas preguntas... En definitiva, de progresar.
Retomemos caminos, aunemos esfuerzos, miremos hacia adelante. No pasa nada si el Congreso es pequeño, si el camino que debemos recorrer es largo. Seguimos sabiendo que lo que está en nuestras manos es importante, muy importante. Y los pacientes lo están esperando. Vamos.

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