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  • Tres premios ejemplares

Premios, pocos constructos imaginarios con más contradictorias opiniones sobre su utilidad, puesto que abren su abanico desde la justa recompensa que se da por algún mérito destacable, a justo lo contrario, la recompensa que el azar de la lotería concede arbitrariamente. Y eso sin olvidar que las decisiones de los jurados son por lo general «fallos».

De pronto, en lo que va de año, me sorprenden con inusitada alacridad tres premios consecutivos, ejemplo de cómo el amor o el mecenazgo, o la inteligencia sensible, pueden adensar la urdimbre culta y por civil civilizada de nuestra sociedad. Se trata de un dinero del que se dispone, sí, pero del que también se habría podido disponer en otras mil diferentes voluntades, difícilmente en otra con una intencionalidad tan memorable, con un resultado tan eficiente y una ejemplaridad tan destacable. Aportaciones individuales a un premio en memoria del ser querido que honran por igual a concesionario, receptor y a quien ya no está. Alegría y nostalgia, puesto que en los tres casos se trata de amigos que nunca olvidaré, amistad que se extiende a sus deudos.

Premio Mario Martín Velamazán a la mejor tesis doctoral concedida en los tres últimos años por alguna de las facultades de Farmacia de Madrid. Mario fue un querido compañero de curso, inteligente, irónico y cachazudo, que se inició en la investigación persiguiendo un voluble antibiótico que no se dejó, y con cierto desánimo por el rechazo se acomodó en la oficina. Nos veíamos de ciento en viento, en encuentros siempre entrañables. Laura, su mujer, compañera de curso de ambos, generosa y preclara, es quien ha promovido el premio. Este año lo ganó la joven Ester Gramage por sus estudios de neurociencia, la búsqueda de nuevas alternativas terapéuticas para el tratamiento de las enfermedades neurovegetativas; al saludarla con la enhorabuena, le recordé que el primer presidente de la Sociedad Española de Neurociencia fue Joaquín del Río Zambrana, también compañero de curso de Laura y Mario.

Premio Elena Gorrochategui de poesía. Otra emoción consecutiva, lo concede su viudo Jorge González Aranguren, uno de los más sensibles poetas españoles aún vivos, amigo del alma y de tantas batallas literarias, como fue la revista Kurpil de San Sebastián (después de secuestrada y ejecutada, la resucitamos como Kantil). En esta primera convocatoria gana, sorpresa, otra emotiva sorpresa, José M.ª Muñoz Quirós con La visión vigilante, un deslumbrante elenco de endecasílabos perfectos, otro amigo, el consuetudinario vigilante de las bellas letras castellanas desde El Cobaya y su muralla de Ávila, curioso ejemplo de escritor periférico del centro geográfico.

Beca José Antonio Loidi Bizkarrondo para promover e impulsar en euskera investigaciones en diferentes áreas. José Antonio, viejo amigo y magíster, era farmacéutico municipal de Irún (ayuntamiento concesionario de la beca y a quien se le agradece el gesto recordatorio), un hombre renacentista propicio a las ciencias, las artes y las letras, académico de Euskaltzandia, y autor de la primera novela policiaca escrita en vascuence, Amabost egun Urgain´en (Quince días en Urgain), en 1968. Su rebotica, un ateneo. Las ganadoras de las becas son Nerea Larruskain y Maddi Mujika para proceder a una investigación sobre la especie invasora falsa acacia en la comarca del Bidasoa.

Tantas emociones acumuladas y el asomo de una esperanza: quizás el país no sea tan bárbaro como indican las noticias de primera plana y algunos comentarios de las redes sociales.

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