
Francesc Pla Santamans
Farmacéutico comunitario. Director de El Farmacéutico
Llueve bien. Las hojas caídas no parecen muertas. El barniz del agua las revive y su amarillo brilla. Parecen cadáveres maquillados por un «tanatoestético» experto. Muertas, pero alegres.
Aunque demasiado a menudo no lo parezca, las palabras son herramientas de gran precisión. Son como un pie de rey, capaz de medir diferencias imperceptibles para cualquier ojo, incluso para los que se han salvado de la miopía.
El verde brillante de las hojas de las vides marineras se ha ido dorando durante el verano. Las cepas viejas, negras y retorcidas, están grávidas de racimos dulces. Todo está preparado para la fiesta del final de verano. La vendimia está a punto de llenar las tinas de acero del jugo de las uvas preñadas por el sol. Es un parto esperado que cada año se celebra con entusiasmo renovado.
Las sobremesas de las comidas estivales, sobre todo las de las postrimerías de agosto, tienen algo de fronterizo. Las fronteras, las administrativas y las emocionales, aunque objetivamente no haya motivos para que influyan en el paisaje, siempre le imprimen un carácter misterioso. El misterio de lo desconocido y de lo ya vivido. La línea imperceptiblemente móvil entre los recuerdos y los deseos.
Dedicado a mi amigo, por el que estoy aquí, Josep María
La ciudad quema, pero no parece que eso afecte a la multitud de gente que, a pie, en bicicleta o en transporte motorizado, se mueve por sus calles.
El curso se ha vivido con intensidad y ha servido para estabilizar las cuentas. Se ha mejorado notablemente la situación en el pago y en la facturación. Cada vez es más evidente que las cifras de principios de siglo son un recuerdo y que las tasas de crecimiento del mercado del medicamento financiado son irrepetibles, pero tampoco se vislumbran caídas significativas, incluso se perciben crecimientos discretos en ese segmento y, por otro lado, se detecta un crecimiento consistente del mercado del autocuidado y en el de la parafarmacia.
Hace un par de días que los niños del barrio van acarreando maderas viejas. Esta mañana, tres niños que apenas habían cumplido los diez años transportaban con un esfuerzo grande que su ilusión aligeraba una puerta de madera maciza pintada de color verde pálido.
Los datos son claros. Después de sufrir el descalabro del trienio fatídico 2011/2013, la facturación del mercado farmacéutico de medicamentos de prescripción ha tocado fondo y en ese fondo se mantiene, aunque se atisba una ligera tendencia al alza.
Un instante antes de cruzar la verja de la gran rosaleda al final de la avenida, aparece como un puñal el recuerdo de la tristeza que envolvió un paseo invernal que, tan sólo hace cuatro meses, Isabel, acompañada de su amiga Clara, dieron por el mismo lugar. El jardín podado, repleto de tallos secos, cadáveres fríos que sobrecogían los parterres, era un páramo costoso de atravesar. Sólo un aroma tenue de la tierra removida calmaba el hielo de las lágrimas grises de la mañana.
No es habitual en esta casa hablar de ella misma, pero muy de vez en cuando y en pequeñas dosis es bueno hacerlo, incluso conveniente, para reflexionar sobre la manera de hacer las cosas. El Farmacéutico ya tiene una historia de quinientos cuarenta y nueve números. Treinta y cinco años en los que se ha publicado en etapas de expansión y crecimiento y en otras, como la de esta última década, mucho más duras, de profunda crisis de la economía y de depresión del sector editorial.