A pesar del título del artículo, en esta historia que les vengo contando últimamente acerca del Erasmus, aún no han salido de casa (entiendo que en muchos casos, la de sus padres). Y si lo que quieren es empezar a ver mundo, aún nos quedan un par de meses para empezar a viajar, porque antes tengo que hablarles de los preliminares.Son importantes, no siempre necesarios, pero sí en su caso. Ya tienen asegurado el destino, el tiempo y el (poco) dinero, pero les quedan flecos por cerrar. Este artículo no es la opinión de un técnico en la materia, como podría ser yo. Indaga más en la cara B del Erasmus. En los pensamientos del que viaja, en la materia gris, el sentimiento, el duende, que decimos los flamencos. Voy a contarles algunas fases por las que puede que pasen antes de marcharse.
Las facultades de Farmacia de España ofrecen tres modalidades distintas cuando uno se apunta al viaje del Erasmus, que detallaré cuando cojamos por fin el avión, pero la más normal es la de las asignaturas. Lo más común entre nuestros estudiantes es que elijan seguir cursando las materias correspondientes en el extranjero. Si van a realizar esta modalidad, les recomiendo que antes de partir intenten asegurarse las convalidaciones para evitarse sorpresas inesperadas a la vuelta. Si se preguntan qué relación tiene esto con el título, puede que no la encuentren, pero un gran número de ustedes va a enfrentarse aquí a la odisea de encontrar similitudes entre sus más que sobados planes de estudios y aquellos que se ofertan en las universidades de acogida, y créanme, no es un paseo en bicicleta, es más parecido a escalar sin cuerdas ni pies de gato. Esta sería la fase de la confusión inicial. Cierto desconcierto podemos llamarlo, si lo prefieren. Una leve brisa de confusión, para los más poetas.
Nuestras facultades de nuevo presentan una heterogeneidad propia solo de nuestro sistema educativo, de manera que no siguen un patrón fijo. Van a encontrarse con tres singularidades distintas, según la universidad. En algunas facultades existe una tabla de convalidaciones, que muestra las equivalencias entre las asignaturas españolas y las extranjeras, que se ha ido perfeccionando a lo largo de los años, de manera que la búsqueda será rápida e indolora. En otras facultades,en segundo lugar, será usted mismo el encargado de bucear en las universidades extranjeras y presentar su propuesta de convalidaciones, que será aprobada o rechazada por la comisión encargada a tales efectos. Ni que decir tiene que las propuestas de la tabla de una universidad no tienen por qué ser válidas para la otra, aunque siempre es conveniente intentarlo. Por último, está la opción que más me gusta, que es la que llamo la opción suicida, o por ser fiel a mi título, la opción desconocida, en la que uno va, cursa lo que le parece que es similar a lo que se imparte en España y, a la vuelta, lo mismo tiene suerte que ha perdido un año. Maravilloso, en cualquier caso. Claro que si diferentes son las facultades, los alumnos no lo son menos, porque aquí tenemos que distinguir básicamente entre dos grupos. Tengo que confesarles que no sé muy bien qué nombre es el que se les debe aplicar a cada colectivo, así que diré, sencillamente, los que van a curso por año y los que no. Es este segundo grupo el que va a dar más guerra, el que va a tener que cuadrar un horario con varias Químicas Farmacéuticas, seguramente Toxicología, no desprecia la Farmacia Galénica y, evidentemente, necesita aprobar Farmacología. Alguien que pretende saber la carrera en varios idiomas. Este grupo tiene la suerte, aunque sea desgracia, que todas estas magníficas asignaturas que tan fácil se aprueban, ya sea en Granada, Madrid o Santiago, existen en todos los planes de estudio de Farmacia que se precien, pues no dejan de ser la esencia de la carrera. Por su lado, los que vayan a curso por año, siempre que se lleven asignaturas de menos nombre, y que no se me ofendan en los departamentos, podrían encontrar más dificultades. Un ejemplo claro es el ostracismo al que somete Italia a la Parasitología en prácticamente todas sus facultades o las prohibiciones de la Universidad Complutense para los alumnos de quinto curso que deseen aprender la forma de gestión o la legislación extranjera. Ambas asignaturas deben ser cursadas en España. Pero no sufran, que esta fase inicial de lucha contra algo de lo que no se tiene ni idea, la lotería de las asignaturas, se acaba rápido.

Los sentimientos
Pero la pelea contra lo desconocido no acaba aquí. Cuando se asignan las plazas, en la mayoría de los casos, ustedes no conocerán a sus compañeros de viaje, si es que los hay. A lo mejor se han cruzado por el pasillo cientos de miles de veces y ni se han saludado, pero dentro de poco, ese o esa desconocida que ustedes reconocían con un «es de la facultad» está a punto de convertirse, sin quererlo, en alguien casi de su familia. Es la aventura de lo desconocido. Se plantearán buscar piso con él o ella. Hablarán de viajar juntos y miles de planes que no se suelen hacer con un desconocido. Pensarán en billetes, cafeteras, edredones y demás enseres. Este momento de la vida a uno sólo le llega, en teoría, dos veces, cuando se va de Erasmus y cuando hace la lista de boda. Empieza el amor.
Las nuevas tecnologías han aumentado considerablemente las posibilidades de conocer a los futuros (y todavía desconocidos) compañeros de estudios. A través de las redes sociales de mayor difusión, año a año van creándose grupos en los que figuran el curso académico y la ciudad de destino, y en los que cada uno cuenta su procedencia y sus intenciones (más preliminares). El acceso a la información es tal, que parece hasta obsceno, y entonces les entrarán los nervios. Los nervios por saber. Empezarán avisitar la Wikipedia, para saber cuántos habitantes tiene su ciudad de acogida, qué porcentaje de estudiantes y, sobre todo (somos españoles y ya lo decía aquel monologuista), lo primero que se preguntarán será ¿aquí dónde se sale? Como toda buena pregunta que se hace por Internet, eso les llevará a los foros. Existen muchos foros sobre Erasmus que arrojan mucha información de las ciudades y las universidades y, además, multitud de opiniones que han ido siendo recopiladas a lo largo de los años. Algo así como un libro único que pasa de generación en generación y del que se aprende y en el que se intenta aportar algo nuevo. Dentro de los más conocidos y recomendables encontramos Erasmusworld, la página web de la ESN (la asociación de estudiantes europeos más extendida por el viejo contiente), Erasmoos, Erasmusu o la red social Erasmus.me (muy variados los nombres, para que no se pierdan). Todos ellos suelen tener la misma estructura, dividiendo cada país en ciudades, y después en universidades, y tienen apartados de ocio, cultura, opinión, entretenimiento y todas las preguntas que puede despertar una ciudad desconocida. Los nervios a estas alturas son desmesurados.
Aún les quedan algunas sensaciones por vivir e incluso sufrirán alguna de la que no hablaremos hoy aquí, pero el miedo a lo desconocido no les llega a ustedes ni con el papeleo, ni con el enrevesado mundo de las asignaturas, ni al conocer a sus compañeros de aventura, ni siquiera ante la avalancha de nuevos amigos. El punto clave, suponiendo que se marchen en septiembre, será el verano. Es ahí cuando empiezan a verle las orejas al lobo y se dan verdaderamente cuenta de que su destino va a cambiar. Según como sean ustedes, les dará por renunciar a la convocatoria de septiembre, por estudiar como energúmenos, por llorar, por aprovechar cada día en casa como si lo fuesen a prohibir o, como me pasó a mí, les dará por escribir. Escribir para recordar cada hora de cada día que pasen de Erasmus y en sus preparativos. No porque me pasase a mí, pero les recomiendo que escriban y que lo hagan por recordar. Muñoz Molina dice que la memoria no entiende de momentos y que elige los recuerdos al azar. Yo también creo en esa teoría y pienso también que recordar el Erasmus es algo que van a querer hacer. No lo hagan por ustedes ahora, sino por los ustedes del futuro. Pero no quiero desviarme, volvamos a los preliminares. Será una época de miedo y confusión, y si son ustedes de los estudiantes que antes decíamos, no van a curso por año, mi sincero y sentido consejo es que no les de por no estudiar. Ustedes saben tan bien como yo que somos un colectivo que no debe desaprovechar convocatorias; no suelen sobrarnos. Y sí, me incluyo y me identifico. De lo demás, puede que no tenga recomendaciones. Creo que al final llorar, van a llorar, pues lo lógico en estos casos es irse de casa llorando y volver de Erasmus llorando incluso más. Además, piensen que van a empezar a amontonarse las fiestas de despedida y los momentos emotivos se suceden sin querer, de manera que alguna lágrima se les escapará. Que si los amigos del pueblo, los del barrio, la familia, las abuelas y en el peor de los casos la pareja de turno, doble llorera, ya lo verán. Si tienen ustedes suerte, a lo mejor se les agasaja con una fiesta sorpresa, y entonces, ya, las lágrimas, pues les brotarán. O no, quién sabe. Pero lo cierto es que la mezcla de todos estos encuentros, el hacer la maleta, destartalar su habitación, la cara mitad orgullosa, mitad preocupada de sus padres, se traducirá en su propio miedo. Que irá creciendo con los días hasta que llega el día anterior a partir. Momento cúspide de la vida de un Erasmus que, pese a haber sabido desde un primer momento que quería marchar, no empieza a sentir el tembleque en la piernas hasta que se da cuenta de que va a pasar la última noche en su casa. Asumen que dan un paso adelante y salen de casa, solos, lejos del cobijo de sus amigos, sus familias y sobre todo se alejan del ala protectora de papá y mamá. Cuando esa noche estén en su casa, con toda una vida metida en la maleta, los armarios vacíos, los nervios a flor de piel, si Peter Pan viene a buscarles, no den la luz; porque dar la luz significa enfrentarnos a la cruda tristeza de que le hemos mentido y hemos crecido demasiado.

(Reparaz de la Serna, G. La aventura de los desconocido. El Farmacéutico Joven nº 5, julio 2011, Ed. Mayo. Disponible en: www.elfarmacéuticojoven.es)

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