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  • Soy Farmacéutico, ¿soy competente?

Muchos de nosotros, en puertas de terminar o posiblemente con nuestro recién estrenado título bajo el brazo, nos hemos parado en seco y hemos reflexionado acerca de la gran pregunta: soy farmacéutico, ¿qué puedo hacer realmente?Como polluelos, hemos temido el momento de dejar la seguridad del nido que supone nuestra facultad y salir a volar al temido mercado laboral. Dudando dar ese paso al frente, cuestionando nuestra propia preparación y teniendo la incertidumbre sobre las posibilidades que se nos abren. Un consejo: no retrocedáis.

Tal vez, nos sea difícil hacer una valoración crítica sobre la situación en la que se encuentra nuestra formación, por eso no estaría de más que todos le echáramos un ojo al Libro Blanco de Farmacia, donde se evalúa la situación de las titulaciones de farmacia. Sobre todo, para tener un buen punto de partida y saber donde nos encontramos.

Es evidente que los cinco años (o algunos más) que nos hemos pasado entre libros y aulas no han sido en vano. Algunos tenían claro a lo que querían dedicarse cuando acabaran y otros lo tenían más en blanco que nunca. Farmacia es una carrera variopinta, todos lo sabemos y por ello las posibilidades son infinitas, yo diría que «plásticas». En realidad, nosotros podemos conformar lo que puede ser nuestro futuro, exigiéndonos a nosotros mismos y al sistema, o simplemente escuchando las voces de la sociedad. El problema radica, en que la mayoría del alumnado se dedica a asistir a sus clases, prácticas, seminarios obligatorios y poco más y los hay que incluso hacen una beca de colaboración, pero ya está. Pensamos que ya tendremos tiempo de complementar después de obtener el título, con algún experto o máster. Aquí pienso que estamos fallando porqué hay muchas capacidades que podemos empezar a desarrollar desde que atravesamos la puerta de la facultad y no lo hacemos.

¿Debemos cambiar y adaptarnos?, la respuesta es: sí, porque el mundo cambia, amigos. Los nuevos planes de estudios, aunque nos cueste reconocerlo quieren encaminarnos hacia ello y aunque con algunos fallos (todo es mejorable), no es todo malo. En los trabajos de grupo, la investigación por cuenta ajena y presentaciones también expandimos nuestros conocimientos para desempeñar nuestras funciones el día de mañana. Lo he visto hacer en facultades en el extranjero y en España y funciona.
Algunas universidades ya contemplan en sus planes de estudio la especialización y la diversificación de conocimientos, más enfocados a lo que el mercado laboral demanda, aunque no quiero decir con esto que tengamos que disponer el conocimiento en función de los requerimientos de las empresas, porque entraríamos a hablar de fabricas de empleados y no de universidad cuna de conocimiento y desarrollo de los pueblos. Pero encaminarnos, esta bien.
Quiero puntualizar algo de lo que cada día somos más conscientes: "hay gente ahí afuera". El mundo es un lugar abierto. Por ello, el nivel de inglés y otras lenguas no puede convertirse en un hándicap para nosotros a la hora de competir y demostrar nuestra valía. Esto también lo estamos mejorando, a través de los programas de intercambio, que considero, deberían ser un requisito indispensable para tener el título. El nuevo grado incluye la necesidad de conocer ampliamente una lengua extranjera lo que supone un gran avance. Porque todavía no hemos llegado a la utopía, y el intercambio para todos sería inviable en estos momentos.
A través de la experiencia de algunos amigos míos y de la mía propia, he podido sentir la alta capacidad que tiene un Licenciado en Farmacia en España y creo que podemos tanto como cualquiera, ya sea en Europa o en otros continentes. De todos es sabida la demanda de profesionales en Inglaterra y la fuga de científicos. Ya sea hacia otras áreas u otros países. No sé cómo pero debemos hacer algo para valorizar ese trabajo realizado por becarios que se dejan su vida en laboratorios para después marchar frustrados, ya sea porque el enchufado de turno les ha sobrepasado, o porque el Estado y la sociedad no les apoya como debiera.
Desde aquí, me gustaría animar a todos a cambiar el concepto que la sociedad tiene del farmacéutico, y eso lo podemos hacer desde el momento en que ponemos el primer pie en el aula. Sea cual sea la razón que nos ha llevado allí. Debemos amar esta profesión. Nuestros conocimientos pueden mejorar la vida de muchas personas, pero sólo lo conseguiremos si aprendemos a transmitirlos adecuadamente y a utilizarlos para encontrar la solución más acertada y más rápida.

(De la Torre Palomo, E. Soy Farmacéutico, ¿soy competente?. El Farmacéutico Joven nº 5, julio 2011, Ed. Mayo. Disponible en: www.elfarmacéuticojoven.es)

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