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Pasado, presente y futuro de la profesión farmacéutica

Edita García Moreno

La labor del farmacéutico está cada vez más orientada a la colaboración con los distintos profesionales del ámbito sanitario para poder realizar un control más exhaustivo y preciso de la salud del paciente, ya que tan importante es el trabajo que realiza el farmacéutico como el del médico o el enfermero, y para el cual te preparan durante los cinco años que suele durar la carrera.

La gran pregunta en los diversos foros universitarios de Internet sobre esta carrera es la siguiente: ¿es Farmacia la carrera más difícil? No es la más difícil, pero sí una de las más complejas y completas porque abarca multitud de campos y ciencias básicas. Los profesionales farmacéuticos pueden corroborar esta respuesta, ya que durante nuestra vida profesional y laboral necesitamos aplicar los conocimientos adquiridos durante la carrera: anatomía, fisiología y fisiopatología, patología, análisis clínicos, inmunología, bioquímica, farmacocinética, botánica, nutrición y, por supuesto, farmacología y galénica. La gran mayoría de estas materias son comunes con otras carreras universitarias; algunas, como farmacología, son muchísimo más extensas, y otras son exclusivas de farmacia: galénica y farmacocinética

Nuestra labor ha evolucionado mucho desde los tiempos en que mi tatarabuelo terminó la carrera de farmacéutico. Ciertamente, se ha dejado un poco de lado la elaboración del medicamento a manos del profesional farmacéutico, y se han hecho dueños de este campo en un 95% aproximadamente los laboratorios farmacéuticos, con la excepción, por supuesto, de las fórmulas magistrales y las oficinales.

Farmacias míticas
Ya apenas se ven farmacias tan míticas como aquellas que aparecían en las antiguas ilustraciones, donde se podía ver al farmacéutico (por aquel entonces «boticario») en su rebotica, rodeado por infinidad de aparatos de laboratorio: su microscopio, los autoclaves para hacer lo que eran las primeras ampollas, los vasos de precipitados, las pipetas (de las que tenían que coger las muestras de lo que fueran a analizar con sus propios labios) y, por supuesto, esos botes de cerámica llenos de plantas... Y en esa imagen, el farmacéutico, sosteniendo entre sus manos un mortero y un pistilo, elaboraba con gran maestría lo que posiblemente fuese una «cataplasma», o un «emplasto», o cualquier fármaco que después seguramente iría destinado a su paciente.

Todo esto ha sido reemplazado hoy en día por vitrinas llenas de cosméticos y por cajoneras repletas de medicamentos, muchos de ellos con distinto nombre y distinto precio pero que sirven para tratar la misma patología. Apenas se ven ya medicamentos elaborados artesanalmente por el farmacéutico.

Pero también es verdad que, aunque estemos perdiendo o dejando un poco «aparcadas» esas competencias, hemos ganado muchísimo más en conocimientos, en el trato con el paciente, en el seguimiento del tratamiento en conjunción con el médico y el enfermero.

Por otra parte, antiguamente ni se soñaba con ver a un farmacéutico trabajando dentro de un hospital, y gracias a nuestro esfuerzo y nuestra lucha hemos conseguido tener salidas profesionales como farmacéutico hospitalario o especialista en galénica para trabajar en la industria, o como funcionario de sanidad, o incluso como especialista en un laboratorio de la policía científica, y eso aparte de las salidas profesionales por todos conocidas, como profesores de universidad e instituto y, por supuesto, como farmacéutico de oficina de farmacia.

Hoy en día, gracias a ese esfuerzo y a esa continuidad de la memoria de nuestros antepasados, hemos logrado no sólo mejorar la imagen del farmacéutico ante otros profesionales sanitarios y ante la sociedad en general, sino también aumentar nuestra valía profesional y ser auténticos sabios útiles, porque sabemos y sabemos hacer.

El hecho de ser unos especialistas del medicamento nos ha llevado a poder introducir nuevas competencias, como por ejemplo la farmacia asistencial o dispensación activa.

Gracias a la mejora asistencial prestada por el farmacéutico y el médico se ha podido aumentar la esperanza de vida de los pacientes. La dispensación activa de medicamentos por parte del farmacéutico, gracias a sus extensos conocimientos en farmacología, tecnología farmacéutica, patología, etc., permite brindar al paciente un tratamiento adecuado para su patología y un seguimiento farmacoterapéutico exhaustivo que evitará los problemas relacionados con los medicamentos, los temibles PRM.

Gran idea
Debemos llevar a la práctica aquella gran idea que nació en las antiguas «boticas», esa atención personalizada e individualizada que, hasta ahora, no hemos reconocido como especialidad. Con ella podemos hacer que el paciente llegue a conocer mucho mejor su enfermedad, pues no hay que olvidar que, aparte de todo lo dicho anteriormente, es nuestro deber facilitar una buena educación a la población para hacer su vida más larga y fructífera. Para ello deberemos ser capaces de explicar detalladamente a nuestro paciente cómo ha de usar su tratamiento, y acompañarlo, por supuesto, de un correcto seguimiento farmacoterapéutico.

Se puede esperar que en el futuro todas estas ideas y nuestra gran preparación respecto al mundo sanitario nos lleven, cada vez más, a impulsar nuestra profesión hacia nuevos horizontes, que hoy por hoy tampoco quedan tan lejanos, gracias a la implantación del nuevo servicio de receta electrónica en nuestras farmacias comunitarias. Con ella automatizamos los procesos de prescripción, control y dispensación de medicamentos, la administración para la facturación de las recetas dispensadas usando las tecnologías de información y de las telecomunicaciones.

Gracias a la automatización de la historia farmacoterapéutica de los pacientes conseguiremos agilizar y reducir los errores en la prescripción y dispensación, aumentar la rapidez en la facturación, racionalizar el gasto en medicamentos, mejorar la planificación y gestión sanitaria y facturación de recetas, conocer las prescripciones y dispensaciones realizadas, mejorar el servicio de farmacia asistencial y la farmacovigilancia... Y a nosotros, los farmacéuticos, este tipo de sistema nos permite participar en la mejora de la sanidad, disminuir los gastos de gestión, mejorar nuestro papel en la farmacovigilancia, acceder al historial farmacológico y así poder llevar a cabo una buena labor asistencial.

Sin embargo, como cada nuevo proyecto, también éste tiene sus pros y sus contras, y entre estos últimos destacan la gran dependencia tecnológica y la cuantiosa inversión económica que supone la adaptación a este nuevo sistema.

Durante la carrera nuestros profesores nos han enseñado cómo podemos seguir formándonos a través de Internet. Se abren nuevas posibilidades de innovación para favorecer los procesos de enseñanza y de aprendizaje mediante la mera incorporación de herramientas tecnológicas, comenzando por la orientación, tutoría y asesoramiento, clases virtuales...

En un principio, se incorporaron innovaciones tecnológicas que permitían a los alumnos comunicarse con los profesores de una forma diferente, mediante el correo electrónico o las tutorías virtuales, y supongo que en un futuro todo esto llevará a foros de discusión y chats.

En lo que concierne a los alumnos, Internet les hará asumir un papel más activo en la obtención de conocimientos y constituirá una ventana abierta a la enseñanza activa, donde los estudiantes serán, a la vez, los que reciban y aporten conocimientos.

Esperamos que el presente y el futuro de la profesión farmacéutica beban siempre de las fuentes del pasado y se apoyen en lo positivo de las innovaciones tecnológicas y científicas del presente.

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