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Un sueño libre

«Es significativo que existan pocos hombres tan bien empleados, que trabajen tan de acuerdo con sus intereses, que un poco de dinero o fama no les arranque de su tarea actual.»

Un sueño libre
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«La comunidad carece del soborno capaz de tentar al hombre sabio. Podéis juntar dinero suficiente para perforar una montaña, pero no podréis juntar dinero suficiente para contratar el hombre que está ocupándose de sus asuntos. Un hombre eficiente y valioso hace lo que sabe hacer, tanto si la comunidad le paga por ello, como si no le paga. Los ineficaces ofrecen su ineficacia al mejor postor y están siempre esperando que les den un puesto. Como podemos imaginar, raramente se ven contrariados. Debéis ganaros la vida amando.»
«Es sorprendente que haya tan poco o casi nada escrito sobre el tema de ganarse la vida; cómo hacer del ganarse la vida no sólo algo valioso y honorable sino también algo apetecible y glorioso, porque si ganarse la vida no es de ese modo, esto no sería vivir.»
H.D. Thoreau (1817-1862)

En 1995 Jeremy Rifkin, sociólogo, economista, escritor, asesor político y activista estadounidense publicó su libro más conocido, titulado El Fin del Trabajo. En él planteaba que el fin del trabajo es algo inevitable, en razón de la globalización y de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que pueden aumentar vertiginosamente la productividad ofrecida por bio-tecnología avanzada en detrimento de la mano de obra y de los trabajadores de «cuello blanco» (médicos, arquitectos, farmacéuticos, periodistas...). Esto traería como consecuencia en las décadas sucesivas un alto desempleo estructural. Ideaba asimismo algunas soluciones a este problema, pero ningún Estado las está llevando a cabo. El libro merece mucho la pena ser leído para cualquiera que quiera comprender y profundizar en lo que supone un trabajo para nuestra generación, en este siglo XXI. Únicamente quisiera enunciar una frase extraída de él: «Una sociedad cuya organización no esté regida por el trabajo (tal y como lo entendemos), un nuevo contrato social, una nueva forma de organizarnos como grupo en cuyo magma siga pudiendo haber un intercambio de valor, pero sin un empleo. Este es el reto social al que nos enfrentaremos próximamente».
¿Pero están hablando de nosotros? Por supuesto que sí. Invertir cada vez más en biotecnología sanitaria (medicamentos y demás) y reducir la inversión en el resto de conceptos sanitarios (recursos humanos, servicios y programas asistenciales, farmacéuticos empleados del sistema sanitario...) Esta es la tendencia. Por este motivo no estamos todos los farmacéuticos empleados, porque el valor que podemos ofrecer a la sociedad ni si quiera ha empezado a explotarse, porque esto conllevaría una mayor inversión en farmacéuticos y una menor inversión en biotecnología sanitaria, y esto no es una idea floreciente del Señor Rajoy, que es muy docto en estos asuntos. No. En el año 1995 ya se publicó el libro El Fin del Trabajo donde se vaticinaba todo esto, no nos confundamos.
No cabe duda que tenemos que reflexionar y mucho acerca del hecho de tener un trabajo y acerca de ganarse la vida, y debido a que el trabajo es uno de los pilares básicos sobre el que se fundamenta toda nuestra civilización, en definitiva, tenemos que reflexionar y mucho sobre la forma en que queremos vivir y sobre la forma en que queremos vivir nuestro tiempo. De todas las lecturas que os estoy recomendando –pido disculpas– os exhortaría a que releyeseis Momo, de Michael Ende. Es una alegoría fehaciente de nuestra civilización, de lo que está en juego realmente y es un libro visionario y maravilloso.
Tenemos que evolucionar, esto es un axioma bio-psico-culturo-social que no podemos obviar. Evolucionar es integrar y trascender, no hay que desechar nada de lo que ya se ha hecho con esfuerzo. Nuestra profesión fue una de las primeras en ser gravemente afectada por la revolución industrial y es mucho el camino evolucionado desde entonces gracias a nuestros maestros predecesores, camino que debe ser integrado pero que en mi opinión exige más que nunca de un salto cuántico. Para entender a qué me refiero con salto cuántico en nuestra profesión pondré un ejemplo de Ken Wilber acerca de la evolución de las especies. En el camino evolutivo que va de unas piernas a unas alas hace falta que se produzca un cúmulo de mutaciones simultáneas cuya suma genere alas que permitan volar. Es decir, esta evolución de piernas a alas no puede ser paulatina, no puede ser temporalmente secuencial, porque unas medias piernas-alas no sirven ni para caminar ni para volar, son absolutamente inoperantes. Pues eso, nuestra profesión corre el riesgo de tener que desarrollarse con unas aberrantes medias alas-piernas que no nos sean en absoluto funcionales. En ocasiones, hacen falta saltos cuánticos. En ocasiones, hacen falta saltos.
Y es posible que la secuencia de mutaciones para unas refulgentes alas pueda darse simultáneamente si dejamos de hacernos ciertas preguntas y pasamos sencillamente a vivenciar qué ocurre si nos ponemos a hacer lo que sabemos y soñamos hacer, tanto si nos paga la comunidad como si no nos paga, y ganarnos la vida de forma valiosa, honorable, apetecible y gloriosa, según las palabras del decimonónico Thoreau, y me permito añadir, llevando una vida sencilla y digna, basada en otros deleites menos monetarios, pero más basados en la ayuda mutua, en la humanidad, en la moral, en la virtud, en la amistad, en el cuidado de nuestros hijos y personas mayores, en el trabajo en la calle y no en despachos ni oficinas, en la persecución de la libertad y en el valor del tiempo.
En el siglo XXI no vale tener una carrera universitaria, eso no nos da derecho a nada. Muchos de nosotros menores de 35 años no tendremos un puesto de trabajo dentro del sistema productivo entre otras razones porque el sistema productivo no quiere perder sus privilegios (motivo por el cual los sindicatos luchan por no incentivar contratos parciales compartiendo el pastel de la productividad); por otra parte al sistema productivo le interesa contar con un excedente de mano de obra (desempleados) deseosa de darlo todo (hasta su ética y sus principios) por subirse al carro y también para controlar a los que ya están trabajando utilizando el miedo al desempleo si no hacen lo que se les exige. El sistema productivo, además, cada vez será más elitista y reducido, mientras que la población cada vez será más grande. El sistema productivo cada vez entrará más en conflicto con la ética de las profesiones, al médico se le exigirá ver más pacientes más rápido y peor, y se le incentivará por ello, al farmacéutico se le exigirá vender más y mejor y ganará más por ello y al periodista dirigir un circo mediático lleno de morbo y propaganda que informar al ciudadano y tendrá éxito y fama por ello. Es muy posible que trabajar dentro del sistema productivo conlleve la ruptura nuclear de todas las profesiones, porque los profesionales proporcionamos una productividad, no cabe duda, pero ofreciendo un valor social que es el que verdaderamente da un sentido a nuestro oficio y no vendiéndose al sistema productivo en contra de los ciudadanos. Todos los profesionales que sienten su profesión tienen una ética. Y todos se quejan actualmente de que el sistema productivo les obliga a romper profundamente con su moral. En cierta forma, estamos asistiendo a la muerte de las profesiones.
En resumidas cuentas, puede que no haya trabajo dentro del sistema productivo del siglo XXI porque tal como está este sistema productivo es imposible que pueda absorbernos a todos, esto es lógicamente imposible. Pero esto, en ningún caso quiere decir que no haya trabajo, porque trabajo hay más que nunca (sólo hay que pensar en otros muchos vacíos, además del desempleo que deja el sistema productivo), no quiere decir que se tengan que dejar de dar intercambios de valor social entre unos y otros, que nos olvidemos de lo que sabemos y queremos hacer solo porque unos señores no nos van a ofrecer una nómina. Sin duda, para conseguir esto tendremos que cambiar nuestra forma de vida, nuestra cultura, nuestra civilización, nuestra visión del mundo, no va a ser un camino fácil ni seguro, como pensábamos, pero en el límite está la fuerza. En el límite está el aprovechamiento de recursos. En el límite está la creatividad. En el límite está un sueño que ya no entra en dialéctica con las normas del sistema productivo.
En el límite, hay un sueño libre.

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