Nutrición
La leche materna es lo mejor para los bebés porque proporciona mucho más que sólo energía. Una multitud de moléculas de azúcar complejas protegen al bebé de infecciones, previenen alergias y garantizan un desarrollo saludable. Gracias a los nuevos procesos biotecnológicos estas valiosas sustancias pueden ser producidas de forma económica y beneficiar así también a los niños alimentados con fórmula.
El tratamiento del exceso de peso se basa en mantener un balance energético negativo, disminuyendo la ingesta de calorías y aumentando el gasto de energía. Por tanto, cuando una persona acude a la farmacia para pedir consejo sobre cómo bajar de peso, y una vez establecido que no presenta obesidad (IMC >30) ni otras circunstancias que hagan necesaria su derivación al médico, lo que debe hacerse es ayudarla a establecer un plan de alimentación y de actividad física adecuado para conseguir su objetivo.
Los niños alimentados con lactancia materna, total o parcialmente1, disponen de un adecuado aporte de nutrientes los primeros 6 meses de vida. Sin embargo, la lactancia materna parece no ser suficiente alimento a partir de los 6 meses, debido a los elevados requerimientos nutricionales del niño, en cuanto a energía, proteína, hierro, cinc, calcio, vitamina A y D y ácidos grasos de cadena larga, principalmente, y tampoco la leche de vaca, por ser deficiente en varios de estos nutrientes y aportar excesiva proteína (tabla 1). Por ello, las directrices pediátricas europeas recomiendan iniciar la alimentación complementaria entre las semanas 17 y 26 después del nacimiento4.
La inflamación es una función vital durante el proceso en que el cuerpo humano responde ante una lesión o una infección, y la fase aguda de la inflamación normalmente lleva a la recuperación, retornando el paciente a su estado normal en pocos días. Sin embargo, si la respuesta no se desarrolla de forma correcta, el proceso puede convertirse en un estado inflamatorio crónico, de escasa magnitud (subclínico) y permanente –aunque reversible–, inducido por algún estímulo constante, como sería el caso de un estilo de vida poco saludable.
Fuentes alimentarias e ingestas recomendadas de ácidos grasos omega-3
Los ácidos grasos esenciales no pueden ser sintetizados por el organismo, por lo que deben obtenerse con la dieta. Se trata de ácidos grasos poliinsaturados (AGPI) que han existido siempre, aunque ahora se les ha cambiado el nombre teniendo en cuenta la nomenclatura fisiológica creada por Ralph T. Holman, en la que la posición de los dobles enlaces se numera a partir del grupo metilo, y no del grupo carboxilo como en la nomenclatura tradicional.
El término «cardiodiabesidad» se utiliza para definir y describir la conocida relación entre la diabetes mellitus tipo 2 (DM2), la obesidad, el síndrome metabólico (SM) y las enfermedades cardiovasculares (ECV). El concepto de «diabesidad» fue acuñado por el excirujano general C. Everett Koop1 al tratar de explicar la relación de la DM2 con la obesidad. El término «cardiodiabesidad» no sólo es útil para describir este marco, sino también para señalar la necesidad de considerar globalmente todos los factores de riesgo y los resultados de salud en la práctica clínica.
El término «microbiota» o «flora» intestinal hace referencia al ecosistema microbiano, formado por bacterias y levaduras, que coloniza el tracto gastrointestinal1. Se estima que cada persona alberga en su tracto gastrointestinal unos 1014 microorganismos pertenecientes a más de 1.000 especies2,3, entre las que predominan las bacterianas, que han evolucionado con el hombre desde hace milenios4. Esto significa que en el intestino humano hay 10 veces más bacterias que células en todo el organismo.