Me dijo «Te doy mi palabra», y a continuación me soltó un discurso interminable ante el que apenas fui capaz de resistir. Y es que el hombre es ciertamente un ser locuaz. A la clasificación, bastante optimista, que nos hemos otorgado como especie, no sólo Homo sapiens, sino Homo sapiens sapiens, le falta añadir esa variedad tan extendida entre nosotros, la del Homo Loquax.