El barrio de Kensington ha perdido en buena medida el encanto británico que lo caracterizaba en los años noventa. La globalización se lo llevó. Sus calles y avenidas son ahora un poco más parecidas a las de cualquier gran capital mundial. El imperio británico aún mantiene muchas de sus características con orgullo, pero el imperio del dinero, mucho más poderoso, pragmático y eficiente, va penetrando también en el corazón de lo que fue un coto exclusivo de esos orgullosos isleños imperiales.