Nuestra más querida reincidencia anual es el Premio Nobel de Literatura, aunque en esta ocasión nos falla el estribillo de ese escritor que de golpe pasa de ser desconocido en su país a ser mundialmente desconocido porque ¿quién no ha oído a Bob Dylan? ¿Y leído?
El pasado jueves tuvo lugar una mesa redonda en la que se presentó el libro Tertulia de rebotica, en el que se recogen más de 400 artículos publicados por Raúl Guerra en la revista El Farmacéutico.
Hace poco tiempo, y creo que en Fuenlabrada, una pareja quiso llamar a su bebé Lobo y tuvo dificultades en el registro civil, no sé si dilucidadas a favor o en contra del nombre.
Este jueves, a las 20:00 h, se presenta en el Auditorio de Cofares (Santa Engracia, 31. 28010 Madrid) el libro Tertulia de rebotica, recopilación de los artículos publicados por Raúl Guerra Garrido en la revista El Farmacéutico.
Selección de las últimas novedades literarias.
Cuando puedas leer estas líneas ya estará en los escaparates de las librerías, o al menos en la mesa de novedades, Tertulia de rebotica (Editorial Alianza, Colección Libros Singulares), y en su última página mi epílogo de un autor agradecido. Más o menos dice así:
En un tiempo de transición y en contra del pleonasmo, el tiempo es tiempo porque transita y ya poco importa si de forma lineal o curva, somos tiempo hecho carne y todas las horas hieren menos la última. Todos nos reunimos en la ciudad aprovechando el tránsito del tiempo. Ciudad de todos menos mía, residente habitual o persona afincada, o escritor adaptado, depende del medio. Ciudad de ella, de mis hijos, no de todos los nietos, la dispersión es tan caótica como móvil.
«Castrillo ya no es Matajudíos. Un pueblo burgalés de sesenta habitantes cambia oficialmente su nombre antisemita tras someter la decisión a referéndum: 29 a favor del nuevo nombre, Castrillo Mota de Judíos, y 19 a favor del viejo, Castrillo de Matajudíos.» Ésta fue, más o menos, la noticia que salió en la prensa el pasado mes de mayo, sin que se insistiese en diferenciar toponimia y etimología, dos versiones no siempre coincidentes en el significado. Si un nombre ofende a una persona, no digamos a un colectivo con una sensibilidad tan justificada como la de los judíos sefarditas, ¿por qué no cambiarlo a su significado original no ofensivo? Y realizado el cambio, ¿por qué no aclarar el equívoco?
Una de esas magníficas exposiciones a las que nos tiene acostumbrados la Biblioteca Nacional, una espléndida antología de objetos perdidos, y junto con su título, «Caligrafía española, el arte de escribir», una reflexión sobre qué es lo que queda tras el paso de la historia: algo más que sólo geografía.
Lienzo, tafetán u otra tela que se asegura por uno de sus lados a un asta o a una driza. Las banderas dan mucha tela que cortar, pero uno no es vexilólogo, las tertulias siempre deben tomar un tono amable y recordemos que la bandera española es la lantana crocea, verbenácea de corola amarilla que luego tiende a rojizo azafranada.