
Francesc Pla Santamans
Farmacéutico comunitario. Director de El Farmacéutico
Junio, a partir de la verbena de San Juan, está siendo un mes caluroso y caliente. El bochorno se apodera de las noches y el plomo de la solana te aplasta durante el día. Durante este inicio del verano, la inquietud y la incertidumbre se han asociado a la climatología y es difícil encontrar un rincón en el tiempo o en el espacio en el que el cerebro se pare y en el que el cuerpo deje de ser una pesada carga.
El ruido mediático se ha llenado estos días de farmacia, un ruido en el que ha imperado también el debate tendencioso y partidista y en el que los medios no han dudado en utilizar la desorientación, la desinformación y en muchos casos la desesperación de los farmacéuticos para llenar páginas de periódicos y los debates con tertulianos profanos que no han dudado en tomar el nombre de la farmacia en vano.
Una de las cosas buenas que tiene escribir es que puedes contar mentiras y se nota mucho menos que si las cuentas de viva voz, y una de las malas de escribirlas es que mientras que las dichas puedes intentar olvidarlas, las escritas quedan grabadas en un soporte mucho más duradero que la memoria.
Es una evidencia que la sucesión de medidas sobre el precio de los medicamentos no ha cejado en estos últimos años y los últimos RDL reafirman que la apuesta política del Gobierno continúa siendo ésta en lo que se refiere a la prestación farmacéutica. No se vislumbran tampoco brotes verdes en esta cuestión.
Cuando te diriges hacia el norte por la carretera N-260 dejando atrás la capital de l'Alt Empordà, aparece delante de tus ojos una larguísima línea de asfalto que parece dibujada por el tiralíneas de un arquitecto, que atraviesa el llano que linda por el este con una de las zonas húmedas con más riqueza botánica y ornitológica de Catalunya, els Aigüamolls de l'Empordà, y a lo lejos, hacia el noroeste, por las postrimerías marítimas de los Pirineos que dibujan una franja estampada de colores superpuestos que van del violeta hasta el gris verdoso.
Una de las paradojas más sorprendentes de la actualidad es la de la infinita distancia existente entre la nobleza del objetivo de la política: «El bien común», y la percepción que tiene una gran parte de la ciudadanía del objetivo que parece que tengan los políticos: «El bien del propio partido» o, en el peor de los casos, «El bien del propio bolsillo, ya sea el del partido o el del político de turno».
Los encuentros con Laura en los que conversamos sobre nuestras farmacias me dejan siempre la misma sensación. Si fuese mi jefa, tendríamos una relación complicada. No sé si esa sensación que me llevo después de hablar con ella está potenciada porque nunca he recibido órdenes de nadie y no estoy preparado para ello, pero, de cualquier forma, me imagino que Laura debe de ser muy exigente con la gente de su equipo.
No fui un niño de esos que tienen una imaginación desbordante. Nunca arrastré una caja sin ruedas creyendo que era un camión. No lo digo con satisfacción, ni tan siquiera con esa displicencia que envuelve a los que se creen subidos a un escalón por encima de los demás, incluso tengo que confesar que alguno de mis amigos de infancia –de ésos que eran capaces de imaginar grandes epopeyas bélicas en las que los protagonistas de terribles batallas descansaban apretujados en una de esas cajas esperando a que su niño, poseedor del don que sólo tienen los dioses, les diera vida– me provocaban algo parecido a la envidia. Y digo parecido, porque no se parece en nada lo que de niño sientes a lo que sentimos de mayores. A veces me pregunto si estas dos vidas vividas no son tales, y lo que nos sucede realmente es que los años son una distancia insalvable que convierte en espejismo lo que realmente es también nuestra realidad. Una distancia de seguridad que nos permite resguardarnos del vértigo de lo que hemos perdido.
En esta misma página hemos criticado muchas de las decisiones tomadas por la Administración en cuestiones que afectan al colectivo de las oficinas de farmacia y otras veces hemos querido ser un modesto altavoz del descontento del sector. Continúan existiendo muchos motivos para insistir en cualquiera de ambas cuestiones, pero hoy creemos oportuno apartarnos de este discurso para intentar aportar algún mensaje esperanzador.
En el estuario del río Clyde, en su desembocadura sur, frente a las aguas frías y grises del fiordo, se encuentra la ciudad de Greenock. Actualmente es la capital administrativa del council area de Inverclyde. En esta ciudad del oeste de Escocia, nació James Watt a quien la mayoría lo consideramos el inventor de la máquina de vapor. Aunque esta atribución es cuando menos una simplificación de la realidad histórica que no hace justicia a muchos otros ilustres pioneros.