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Francisco José Fernández PérezProfesiones complementarias

Francisco José Fernández Pérez

Farmacéutico comunitario en Leiro (Ourense). Senador del Partido Popular por Ourense

Hace casi 30 años –julio del año 1982–, con 23 años recién cumplidos, me licencié en Farmacia. Ese mismo año compré una oficina de farmacia en un pueblo del interior de Galicia, en la provincia de Ourense, en Leiro. Empecé a ejercer mi actividad profesional como farmacéutico rural, y me di cuenta de que aparte de farmacéutico era también un poco consejero en temas sanitarios, pues soy el único sanitario que vive en mi pueblo y soy más accesible. De esta forma, y poco a poco, me involucré en la vida cotidiana del «ya» mi pueblo.

Mi ejercicio profesional me estaba enseñando que una de mis misiones era mejorar la calidad de vida de mis vecinos/as, aunque había ciertas cosas que, por mucho que sanitariamente me esforzase en intervenir, eran misión imposible.

En el año 1990 se aproximan unas elecciones municipales. En esa época era amigo del entonces alcalde, y me ofreció incorporarme con él a las listas de PP, en mi municipio, Leiro. La verdad es que fui en la lista un poco a ciegas, sin saber bien lo que era la actividad política (tengo un buen amigo que me ayudó a adentrarme en este mundo).

Con el tiempo, me fui dando cuenta de que la política me estaba ayudando a cubrir una de mis inquietudes: mejorar las condiciones de vida de mis amigos/as y convecinos/as en todos los campos.

Unos años más tarde, dejé de ser concejal y fui alcalde, diputado provincial y, ya en el año 2011, senador, cargo que ostento actualmente. Durante estos 20 años de actividad política, me convencí de que la actividad sanitaria y la política son profesiones muy complementarias, pues las dos intentan mejorar la vida de las personas.

Por mi profesión, una de mis mayores preocupaciones fue que los vecinos/as de Leiro tuviesen dos servicios impecables, que consideraba y considero prioritarios: «saneamiento y abastecimiento de agua» y «un buen servicio de recogida de basuras». Tener este tipo de servicios en una ciudad es lo «normal», pero no podemos olvidar que estamos hablando de un Ayuntamiento de aproximadamente 2.000 habitantes, con una dispersión de población tremenda, en 42 núcleos de población, como no podía ser de otra manera en nuestra querida Galicia.

La profesión de farmacéutico y la política me ayudaron a conseguir lo que tanto deseaba:

– Con la farmacia, mejoras la calidad de vida de las personas de una forma más controlada; conoces un medicamento y sabes con una certeza elevada el efecto positivo que le va a producir al paciente.

– Con la política, tratas de conseguir proyectos a través de distintos medios hasta que, al final, los consigues o se quedan en nuevas aportaciones, pero también mejoras la vida de los que te rodean.

Es más exacta la ciencia sanitaria que la política. Me acuerdo de un gran momento político que tuve; fue estando con don Manuel Fraga, quien me dijo un día: «Mi querido amigo, no olvides que la política es la ciencia que trata de hacer posible lo imposible».

Ya quiero acabar con esta reflexión pidiendo disculpas porque no soy ningún erudito en la escritura, pero algo que sí tengo claro es que mi profesión de farmacéutico me marca en toda mi actividad política y, sin lugar a dudas, marcaría cualquier otra actividad que llevase a cabo.

Un abrazo para todos mis compañeros/as «boticarios/as», y me pongo a vuestra disposición para lo que podáis necesitar.

 

Albert Vilà BadiaProximidad y vocación

Albert Vilà Badia

Farmacéutico comunitario y alcalde de El Papiol

La historia de mi relación con la farmacia y la política están ligadas al pueblo en que nací, El Papiol, un municipio de 4.000 habitantes, a 15 minutos de Barcelona y en medio del Parque Natural de la Serra de Collserola.

Hace 12 años, aproximadamente, inauguramos la farmacia a la que tenía que dedicar «los mejores años de mi vida», los que conectan los treinta con los cincuenta. El día de la inauguración, faltaba poco más de un mes para que empezara la primera campaña electoral a la que me presenté. La nueva farmacia, que sustituía a la que había llevado mi padre durante tantos años en otra parte del pueblo, está a veinte pasos contados de la puerta del Ayuntamiento. Lejos me encontraba en ese momento de pensar que mi ocupación principal daría un vuelco como el que dio días más tarde.

El 13 de junio de 1999 el pueblo nos confió su futuro. El resultado de esa primera campaña electoral nos dio la mayoría absoluta, y eso me situó como alcalde de El Papiol. Desde entonces, con el mismo partido, Junts pel Papiol, una formación independiente y singular dentro del Área Metropolitana de Barcelona, hemos ganado cuatro elecciones y seguimos gobernando el municipio.

La farmacia, que ahora veo desde el otro lado de la acera, ha crecido, se ha ampliado y ha mejorado de forma exponencial los servicios que ofrece, gracias en parte a nuestra incorporación al equipo de Ecocèutics, un grupo de farmacéuticos que ponemos en común nuestros esfuerzos empresariales y nuestra voluntad emprendedora con el objetivo de sumar fuerzas y ayudarnos mutuamente. Un sello de garantía.

La crisis actual ha afectado tanto a las farmacias como a los municipios, ha afectado a la totalidad de nuestra sociedad. Debemos tener claro que, para superarla, tenemos que exprimir al máximo la imaginación y hacer más con menos. Seguir creyendo en los buenos equipos, en las personas que, con los mismos valores, creen que se puede trabajar y al mismo tiempo dejar una huella de bienestar a nuestro alrededor.

En el caso de la farmacia, lo hemos conseguido gracias a los valores de una familia de farmacéuticos que se transmiten de generación en generación; en el caso de la política, gracias a los integrantes de un proyecto que siempre han antepuesto el beneficio del pueblo a su beneficio propio.

La proximidad y la vocación de servicio son puntos en común en la vida de un farmacéutico y de un alcalde. Tanto la farmacia como el ayuntamiento se convierten en una de esas trincheras de la sociedad donde se producen continuamente la interacción, el diálogo, para mejorar la calidad de vida de las personas que acuden a nosotros. El resultado de todo ello solo se puede vivir con una auténtica vocación de servicio. La responsabilidad y rigor son herramientas clave. Los cargos de farmacéutico y de alcalde van unidos al material sensible que tratan: la salud de las personas y sus ilusiones por vivir mejor.

El patrimonio de una farmacia es la salud de la gente que atiendes, y el patrimonio de un alcalde es el grado de bienestar que puede ofrecer tu municipio. En los dos casos, la relación con el cliente, con el ciudadano, con la persona, es esencial, y lo mínimo que se puede exigir a quienes tienen la responsabilidad de tener ese trabajo es que honoren la confianza que en ellos se ha depositado.

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