El ombligo

Muchas verdades absolutas se han relativizado y muchas más lo van a hacer. Podría ser el enunciado de una ley, como la de Murphy, o la de Godwin, pero nadie ha puesto nombre a la frase, aunque la solidez de la aseveración merecería un bautizo que la sacara del anonimato.

El ombligo
El ombligo

Algunos se empeñan en degradar esta ley sin nombre, calificándola de consecuencia irremediable del relativismo que está invadiendo nuestra sociedad, pero no es así. La Historia es una demostración diáfana de que esa ley merece que alguien la adopte y le dé nombre.

La evolución de las ideas, de las costumbres, de las economías, de las profesiones, de las empresas y de los negocios es hija de esa ley. Debemos estar atentos a los síntomas que provoca el inexorable cumplimiento de la norma para ser capaces de comprender las nuevas verdades o debemos aceptar el riesgo que significa que nuestro fugaz paso por la historia sea lo suficientemente breve para no tener que notar las consecuencias de su aplicación.

La tentación de no salir al balcón y mirar al horizonte es grande cuando la verdad que conocemos es la base de un refugio confortable, pero aun siendo así, es saludable otear nuestro entorno para estar preparados por si conviene hacer mudanzas y para evitar lo que realmente es desastroso: pensar que la única verdad se esconde en nuestro ombligo.

Con la más humilde intención de favorecer lo que entendemos que es una sana costumbre, El Farmacéutico inicia una nueva sección, «La farmacia en el mundo», que ofrece un balcón al que asomarse y al que, por la magia de la palabra escrita, incluso los más comodones podrán acercarse sin moverse del sillón de casa, del despacho de la rebotica o mientras toman un café y miran la pantalla de su smartphone. Que eso también ha cambiado.

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