La propiedad conmutativa es la que nos dice que el orden de los factores no altera el producto. Son conmutativas operaciones simples como la adición y la multiplicación, pero no tienen esta propiedad otras operaciones fundamentales como la sustracción y la división. Es una cualidad simpática, de esas que te facilitan la vida y seguramente una de las causas de que la suma sea más apreciada que la resta, aunque la filosofía e incluso la política también deben influir en esa apreciación entre lo positivo y lo negativo.

En nuestra vida cotidiana tenemos muchos ejemplos de procesos conmutativos, como puede ser vestirse un par de calcetines. El resultado es el mismo si empezamos por colocar la prenda en el pie derecho que si lo hacemos en el izquierdo, en ambos casos saldremos con los dos pies protegidos. Siempre he creído que un mundo conmutativo sería más fácil, alegre, positivo… naif, pero lo cierto es que muchos procesos complejos en los que estamos involucrados, por mucho que a veces nos empeñemos en ello, no poseen esa amable propiedad y deben realizarse en un determinado orden para que el resultado sea correcto e incluso para que exista un resultado.
La adaptación de un sector a un nuevo escenario económico/social es uno de esos casos y concretamente el del sector de las oficinas de farmacia un ejemplo paradigmático. Aunque durante muchos años el debate se ha centrado en la propia existencia de la necesidad de ese proceso, en estos momentos sólo una minoría lo niega, pero es una evidencia que lo que podríamos denominar la centralidad del sector está inmerso en ese proceso.
El sector debe ser consciente de que no le ampara la conmutatividad y que si de verdad cree que ahora es tiempo de reformas lo primero que deberá decidir es en qué orden debe afrontarlas.
Sin ese orden las diferentes propuestas que van apareciendo pueden quedar en un batiburrillo de acciones bienintencionado que tenga como consecuencia que salgamos a la calle con los calzoncillos encima de los pantalones como Supermán y no se trata de eso porque no tenemos vocación de superhéroes.

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