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De moderados e inmovilistas

No creo que sea el haber sido alumno de los escolapios lo que me confirió una cierta rivalidad con los alumnos de los jesuitas, pero sea por la razón que sea nunca he acabado de compartir el consejo de San Ignacio de Loyola: «En tiempo de tribulaciones no hacer mudanza».

Lo que puede ser un buen consejo para las tribulaciones del espíritu –de eso aún no me atrevo a opinar– no creo que lo sea para las cuestiones de la empresa.

Cuando la crisis es ya más que un mal augurio, los cambios son necesarios si realmente se quiere evitar que la zozobra hunda cualquier navío por más seguro y estable que este sea. Un análisis más detallado de la situación en la que estamos todos inmersos, también los farmacéuticos, nos lleva a la conclusión de que no es una temeridad, sino una necesidad, afrontar con actitud moderada la proyección, decisión y ejecución de los cambios como receta para que las tribulaciones no se transformen en catástrofes.

La historia nos dice –aunque sea una muestra más de la tozudez de los humanos– que los cambios provocados por las revoluciones son los más habituales, pero incluso en esos casos la consolidación de los mismos, si es que tienen la ocasión de hacerlo, siempre la han liderado los moderados. Es una actitud frecuente –no quiero ser malpensado y por lo tanto no creo que sea también malintencionada y solo se trate de un error de lenguaje– que los que defienden el inmovilismo como estrategia se atribuyan la virtud de la moderación.

Nada más alejado de la realidad, porque los verdaderos moderados son, a diferencia de los inmovilistas, los que son capaces de adaptar sus ideas a la realidad y no intentan forzar esa realidad para acomodarla a sus ideaso intereses. Ese realismo que les define es el que les impulsa a ser observa-dores carentes de filtros y de dogmas que lo único que hacen es deformar la realidad. Esa adaptabilidad que poseen los moderados no es sinónimo, aunque a veces reciban críticas infundadas por este motivo, de carencia de criterio; muy al contrario, esa misma mentalidad abierta les confiere otra de sus características fundamentales, el respeto a las ideas de los otros, que es la condición imprescindible para llegar a pactos como el instrumento más eficaz para construir un escenario sólido y estable.

No son estas páginas el atril desde donde impartir ninguna lección ni ningún consejo al sector. Nuestra función es recoger las inquietudes del sectore incentivar el debate. Aunque eso sí, estamos convencidos de que las soluciones realmente útiles las van a aportar los moderados y no los pusilánimes.

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