Las sociedades contemporáneas se caracterizan por un exceso de oferta a todos los niveles, que no puede ser consumida ni procesada. No sólo se trata de bienes de consumo o de objetos más o menos superfluos, ya que sucede lo mismo en la economía, la política, la cultura, el arte, la pornografía y la delincuencia. Las sociedades posmodernas han liberado una cantidad tal de energía que ha desbordado todos los diques, y configura lo que hace años se llamaba «sociedad de consumo» y posteriormente el «mundo como supermercado», un espacio donde cada persona configura su propio perfil de consumidor, desde la religión a la política, pasando por la dieta, el deporte y los espectáculos.