Todo empezó en los anaqueles de la librería de mi padre. Allí estaban, agazapadas, las obras completas de Sigmund Freud, el mago de Viena. Allí se ocultaban Edipo, la trinidad psicoanalítica del yo, el ello y el superyó, el instinto de muerte, el niño como polimorfo perverso y la mujer como hombre castrado.