Somos datos. Las 24 horas del día consumimos y generamos datos de origen muy diverso, sobre lo que nos gusta, lo que consumimos, a dónde vamos, qué compramos, dónde lo compramos... pero ¿para qué sirven todos estos datos? ¿Realmente tienen valor? ¿A quién pueden interesar?
No es extraño sentirse a la vez atraídos e intimidados por el fenómeno del big data: la utilización masiva de datos. Prácticamente cada semana aparecen referencias a ello en los medios, vaticinando una suerte de revolución irrefrenable basada en la utilización de datos, ingentes y masivas bases de datos: patrones de predicción de enfermedades, modelos predictivos de comportamiento, individualización de tratamientos, identificación de factores de riesgo a nivel de persona y paciente...
Ya sé que es de mala educación hablar del dinero, del dinero no se habla, se tiene, pero lo cierto es que me gustaría volver a hablar de la peseta, ¿se acuerdan? Aparecieron los muchachos del Diners Club con su tarjeta y nos dijeron: «Compra sin dinero», y ése fue el inicio del ataque sistemático a uno de los mayores inventos de la Humanidad, el papel moneda. Un invento como el pañuelo, me gusta seguir llevando de los dos en el bolsillo.
«A Jaime por abrir puertas al océano desde la ciudad»
La investigación clínica muchas veces da la impresión de estar sujeta a una suerte de obsesión, El mundo de Herman Melville podría presentar ciertas analogías. Se cruzan mares durante años persiguiendo obsesivamente un solo objetivo (tan clásico y bello como la muerte del leviatán). Mientras Ahab destinaba ingentes recursos para perseguir a Moby Dick, puede que se le escapara la otra gran belleza: las oportunidades que le ofrecía su viaje.