Nuestro sistema digestivo es la vía directa de entrada de un gran número de sustancias y microorganismos, principalmente a través de los alimentos, razón por la cual es primordial para la salud mantenerlo en condiciones óptimas.
Desde que se acuñara el término, en 1953, para referirse a las partes no digeribles que constituyen las paredes celulares de los vegetales, se han dado varias definiciones de fibra dietética1,2. La constatación de que, además de los que forman parte de las paredes, existen otros polisacáridos no hidrolizables por las enzimas digestivas, llevó, ya en 1976, a redefinirla como «la lignina y los polisacáridos de origen vegetal que son resistentes a la hidrólisis por las enzimas digestivas humanas»3.