99 euros

Todos tenemos una. Me refiero a esa anécdota que se repite cíclicamente en las reuniones de amigos o familiares, esa historia que nos sigue haciendo reír, pensar, recordar... aunque la hayamos oído cientos de veces.

Recuerdo una en particular que quisiera compartir. Es la de una señora que tiene el televisor averiado. El técnico acude raudo a su llamada, observa el televisor con detenimiento y, a continuación, le da un golpecito al aparato en uno de los laterales. Tras su intervención, de apenas un cuarto de hora, el televisor vuelve a funcionar perfectamente. La factura por los servicios prestados asciende a 100 euros. La señora se escandaliza y se queja del importe: «¡100 euros por darle un golpecito!». Pero el técnico no se amedrenta, defiende su saber hacer y aclara: «No señora, es un euro por el golpecito, y 99 por saber dónde dárselo». No sé si será verdad pero, como dicen los italianos, «si non è vero, è ben trovato».

En cualquier caso, es una historia ocurrente y que invita a la reflexión, porque un golpe lo da cualquiera, es cierto, pero acertar a darlo en el punto exacto que arreglará el televisor o errar y acabar de estropearlo para siempre es ya otra cuestión más delicada.

Del mismo modo, vender un medicamento es relativamente sencillo, y ahí no radica el mérito del farmacéutico (vamos a otorgarle 1 euro por ello). El valor de este profesional sanitario (esos 99 euros restantes) se encuentra en su capacidad para dispensar, para instruir al paciente en la correcta administración de los medicamentos, para detectar y alertar de los posibles problemas relacionados con el medicamento y prevenir problemas de salud, para aconsejar al paciente, aclararle las dudas que pueda tener...

Y todavía podría decirse más. El farmacéutico, en sus actuaciones diarias, evita visitas innecesarias a los centros de salud, lleva a cabo campañas sanitarias de manera efectiva y eficiente, participa en programas de cribado, realiza pruebas de detección del sida, análisis de colesterol, glucosa, triglicéridos... toma la presión arterial, aconseja sobre dietas y control de peso... Todo ello está demostrado con numerosos estudios: el farmacéutico ahorra una gran cantidad de dinero a la Administración.

¿Dónde debe incidirse, por tanto, para mejorar nuestra situación? En la actualidad, el farmacéutico es un profesional abnegado que renuncia a esos 99 euros, regalándolos gratuitamente en cada actuación, conformándose con subsistir con ese euro que, para colmo, ve con impotencia cómo se reduce hasta límites ridículos.

Tal vez el camino sea dejar de quejarse por esos céntimos que, decreto tras decreto, nos roen de ese euro, para pasar a reclamar una parte de esos 99 euros que con nuestra actuación se ahorra el sistema sanitario, una parte de esos 99 euros que, sin duda alguna, nos ganamos con nuestra labor diaria, y así lo reconoce el resto de la sociedad colocándonos como el segundo profesional mejor valorado.

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